CASTIGO IMPERIAL // tres

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El Paraíso había ganado la guerra y con ella, había proclamado la paz en el reino. Mi padre, el rey, había proclamado que el paraíso no participaría en los disturbios de las demás naciones, y con ellos se presentaron disgustos y alabanzas.

Aunque los soldados ya no eran requeridos para la guerra, el Rey insistió en mantener a toda la línea de guerra. Tras un año, más reclutados llegaban a las puertas del palacio, la respuesta era simple: no había suficientes trabajos para la gente del reino. Mi padre aún sabiendo eso, se negó a continuar con las disputas.

Natsu no volvió a la guerra, estaba feliz por eso, pero había cambiado. Su postura y su facciones eran rígidas. Wendy había decidido continuar con su entrenamiento después de que Gildarts viera su potencial y con ellos, Natsu decidió entrenar de igual manera. En pocas palabras, aquel deseo que había pedido, no se pudo cumplir.

— Princesa Lucy... – alguien me llamó. — Princesa Lucy.

— ¿Qué? – murmure ida. Miraba las grandes paredes frente a mi mientras mis manos pelaban una mandarina.

— Se le requiere que vaya a la sala de entrenamiento – murmuró una dama de corte, acercándose a mi, como si de un secreto se tratara.

Dejando de lado la fruta sobre un plato y la dama de corte lo recogió por mi. Camine por los pasillos, mirando los nuevos reclutas pasar llamándome la atención de cada uno de ellos.

Se veían diferentes a los demás a los demás guardias que habían llegado a entrar al castillo. Su aura era diferente a la que normalmente se sentía a los demás, era más pesada y asfixiaste.

— ¿Quienes...?

— ¿Princesa Lucy? – la dama de corte me miro por unos segundos esperando una respuesta.

— Los nuevos guardias, – mencioné — ¿no te parece que se ven diferentes?

— Hemos estado recibiendo muchos nuevos reclutas en estos tiempos – dijo, mientras caminábamos a la par — aunque ellos deben pasar por diversas pruebas para poder servirle a su majestad. Si ellos recorren el castillo libremente es porque han pasado las pruebas.

— Lo entiendo – y no dije más.

Caminamos en silencio hasta llegar a la sala de entrenamiento, desde fuera se podía escuchar como los cuerpos caían al suelo y golpeaban la madera hasta hacerla crujir. Hace años pasaba todos mis días libres en este lugar, por lo que el olor a sudor no era una molestia.

— Lu- – Wendy aclaro su garganta — Princesa Lucy, ¿a que ha venido?

— Me han solicitado a la sala de entrenamiento – dije. Y ella acomodó su cabello hacia atrás en una coleta alta.

— Debe ser algo importante para que te pidan venir – una sonrisa se asomo por sus labios — me llena de alegría verla.

Mi corazón se lleno de calor y las ganas de sostenerla fuertemente apareció repentinamente: — yo también estoy feliz de verte, Wendy. – le sonreí abiertamente, y sentí una gran paz al ver su mano tratar de sostener la mía de manera discreta. Sostuve su dedo meñique con fuerza y me regreso la sonrisa de oreja a oreja.

— Princesa Lucy – Gildarts llegó a mi lado. Wendy soltó rápidamente mi dedo inclinándose ligeramente hacia su General y se retiró. — Necesito consultar algo con usted.

Mi rostro se volvió serio y asentí. Conocía la situación del reino y sabía las preocupaciones del jefe de guardia. Desde que era pequeña me habían educado para ser una buena gobernante, y está no era la excepción.

Gildarts y algunos de los guardias imperiales habían discutido sobre las decisiones del Rey, que no se dudara que fuera un hombre sabio, pero acabar con las guerras no era algo que beneficiara a los aldeanos puesto que no pelearían por ganar terrenos, por lo tanto, no habría comida, ni agua para los aldeanos. Creía en la paz pero también creía en la guerra que beneficiará al pueblo, y como ser el imperio más fuerte debíamos expandir tierras.

Castigo Imperial / Nalu / f.t.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora