CASTIGO IMPERIAL // seis

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Toque la puerta de la habitación tres veces esperando que alguien respondiera. El silencio invadió el castillo en aquellos segundo, la princesa del reino estaba en los dormitorios de sus soldados tocando las puertas de uno de ellos.

— Se que estás ahí dentro, Natsu. – dije, apoyando mi mano en la puerta – abre la puerta, por favor.

No hubo respuesta alguna. Tome la manija de la puerta y la abrí. Natsu estaba tumbado en la cama con los ojos cerrados. Estaba dormido, su respiración era relajada y bajo sus ojos había notorias ojeras que lo hacían ver más adulto.

Estire mi mano para tocar las heridas que habían creado las piedras del otro día, eran bastantes. Se esparcían entre su rostro y su cuello. Tocando una pequeña con las yemas de mis dedos sentí la piel de Natsu, era un poco áspera. Mi muñeca fue atrapada por su mano y la alejo de su rostro con delicadeza.

— ¿Que estás haciendo, Lucy? – preguntó, sin poder mirarse a la cara.

— Toque y no contestaste... la puerta estaba abierta así que entre, lo lamento. – trate de buscar sus ojos pero mientras más buscaba más se alejaba — ¿No vas a mirarme? – pregunte desanimada.

Se quedó en silencio por unos segundo y contestó: — No puedo.

— Natsu, tienes que verme – busque su mano y la sostuve ligeramente — Si no puedes verme como podré librar esta batalla por mi misma.

Otra vez en silencio. Con mis manos tome su rostro y lo volte hacia el mío, estábamos tan cerca que podía ver el perfecto color esmeralda de sus ojos.

— Mira mis ojos, no mires otra cosa. – dije — se que estás molesto por esto pero no puedo evitarlo, el pueblo es todo lo que me queda y ellos deben confiar en mi.

— ¡De que forma quieres que confíen en ti! – levantó la voz, apartando mis manos con rudeza y alejándose — ¿Has visto tu rostro, Lucy? ¿Tus brazos? ¡Están vendados y llenos de moretones y raspones! ¿Crees que eso hará que la gente confíe en ti, dejando que te hieran?

— ¿Que otra cosa quieres que haga? ¡Dímelo, Natsu! – levantándome de la cama lo enfrente, frente a frente estábamos desafiándonos como nunca lo habíamos hecho. Mis ojos se cargaron de lágrimas, nunca había discutido con Natsu.

Su rostro de agrietó y apretó sus labios, apoyó su cabeza al nivel de mi hombro y negó más de una vez, con la voz quebrada y con sus manos sujetando ligeramente mis brazos hablo: — Deja de hacer esto, por favor. Esta matándome lentamente, mirando como sales herida cada día. Como tú cuerpo se llena de heridas..., estoy por volverme loco, no quiero que esto siga.

Las lágrimas bajaron por mis mejillas hasta caer al suelo. Era un capricho que no podía cumplirle a Natsu, me dolía cada que llegaba al castillo y los guardias me miraban con pena y a las mucamas se les llenaban los ojos de lágrimas. Sabía que preocupaba a más de uno, sabía que lo que hacía no solo me lastimaba a mi físicamente sino que lastimaba los corazones de los demás, de la gente que me vio crecer y de la gente que me amaba dentro del castillo.

— Lo lamentó – susurre. — Pero no puedo parar aquí, debes entenderlo. Si mi cuerpo debe llenarse de cicatrices, de golpes, de sangre y sudor para que el pueblo me perdone que así sea. No puedo dar marcha atrás ahora.

Bajo sus manos hacia los costados, sin poder mover su cabeza ni un centímetro. Podía sentir el aire tenso que nos rodeaba, sabía que estaba molesto y en el silencio podía escuchar todos sus pensamientos, podia descifrar cada movimiento, gesto y acción que concretaba.

Levantando su cabeza de mi hombro no me dio la oportunidad de verlo de vuelta: — Lamento mi atrevimiento al pedirle algo tan egoísta, princesa – mi corazón comenzó a doler poco a poco — necesito estar un momento a solas para reflexionar mis acciones. La acompañó a la puerta.

— Nat-

La puerta fue abierta, ocultando su rostro. Apreté mis labios fuertemente tratando de evitar romper en llanto frente a él y salí de la habitación. La puerta fue cerrada al instante en el que salí dejando un vacío en mi.

El había jurado que mi dolor era suyo, que permanecería a mi lado incondicionalmente. Que seríamos leales el uno al otro. Si prometió tantas cosas, ¿porque me esta dejando sola?

Me hecho al suelo a llorar, como cuando tenía seis y sabía que las cosas estaban por cambiar, como cuando mandaron a Natsu a la guerra, como cuando Wendy se cayó de un árbol y se lastimó la pierna, como cuando el corazón dolía tanto que no podía soportarlo. Lleve una mano a mi boca tratando de tragarme los sollozos que podía imaginar que eran fuertes.

Las mucamas se acercaron rápidamente al ver como desgarraba las vendas de mis brazos y me despojaba de cada artefacto que sujetaba mi cabello con dolor. Ya no necesitaba nada de eso, no necesitaba ninguna prenda cara, ni accesorios ostentosos, ni joyas. En ese momento solo deseaba que Natsu abriera la puerta de la habitación y se arrepintiera de romper su promesa, solo quería eso egoístamente.

— Princesa, deténgase – una soldado. Cabello rojo y ojos brillantes, Erza, se postró delante de mi. Con ojos amables sujeto mis manos con una de las suyas y levantó mi cabeza en busca de mis ojos: — ¿Que está haciendo? ¿Eso es propio de usted, romperse con facilidad?

Sus ojos estaban llenos de amabilidad peros sus palabras eran duras, se sentían como miles de espadas encajándose en mi cuerpo... pero tenía razón. Me ayudo a levantarme lentamente y la sangre de las viejas heridas que habían cerrado regreso llenando un vestido más de su color.

— Creo que necesitará una nueva curación, y  un nuevo vestido también.

— Erza... ¿porque? – pregunte.

— ¿Porque?... – pareció pensarlo por unos segundos y contestó: — por que usted promete rescatar al pueblo, por supuesto. Y con esos ojos hinchados y llenos de lágrimas no podrá salvar a nadie.

Sus palabras reconfortaron mi alma por unos minutos.

— Déjeme acompañarla a las tumbas de plata – dijo, más que como uña permiso sonaba como una afirmación.

— Si el pueblo me ve con un guardia nunca comenzarán a creer en mi.

— Entonces iré con usted como una persona del pueblo más, sin uniforme, ni armas. Solo una persona más en este mundo, ¿que le parece? – me sonrió mirándome por completo. Era la primera en hacerlo en esa semana, los demás solo agachaban la cabeza.

— De acuerdo.

Una sensación en mi nació: el apoyo de aquella persona parecía adecuada para mi. Mire hacia atrás en busca de algún rastro de Natsu pero no había nada, no había más de aquel juramento que había prometido, eso hirió mi alma pero mi alma podía lamentarse después, primero debía recuperar la confianza del pueblo.

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Déjenme decirles que esta es mi historia favorita porque la escribo sin pensar tanto simplemente fluye y es una lástima que no sea tan leída. De cualquier forma, a aquellos que lo leen: ¡GRACIAS! Se les aprecia bastante.

y.

Castigo Imperial / Nalu / f.t.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora