CASTIGO IMPERIAL // cinco

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Con el chasquido de sus dedos, la puerta de su recámara se había llenado de tropas. Sin importar di un paso al frente, enfrentando sin temor a su majestad. Con los brazos en los costados, los puños cerrados y la mirada irrompible, le di a mi padre lo que nunca había aceptado: una mujer fuerte e inquebrantable.

— ¡¿Como te atreves a interrumpir mi habitación declarando tal estupidez?! – gritó el rey, esperando que retrocediera. Pero no llegaba ni al mínimo de los gritos que en algún momento Gildarts me había dado.

— No es una estupidez, su majestad – escupí, tratando de conservar la calma — estoy declarándole una guerra – mis labios casi temblaban. No soportaba el verlo. Años atrás era lo que más deseaba en la vida pero con el tiempo ese anhelo había desaparecido. — Tus acciones han afectado a mi gente y mi familia. No permitiré que esta desgracia siga perturbando a mi pueblo.

— ¡Princesa Lucy! – escuché el grito de Natsu a mis espaldas. Pero no deje de enfrentar la mirada del rey.

— Su codicia lo ha llevado a lo que es ahora, su majestad... es por eso – ante la mirada impaciente de Natsu, las cuchillas a mis espaldas iban bajando lentamente una por una dejando ver la fortaleza del reino — que yo tomaré tu lugar.

— ¿Que podría hacer una niña como tú, – preguntó, de manera sarcástica — quien no tiene ningún valor?

Lo mire como hacía mucho tiempo comencé a verlo, quien había pedido la infancia de su hija por el dolor de perder a su reina. Y su reina, quien había amado a su hija.

— Puede que creas que no tenga ningún valor, pero fuera de esta habitación, valgo más que tú. Por que ese es mi honor. – su mala postura y por supuesto, su mal aspecto dejaban demasiado en el reino.

Aquel rey que todos aclamaban y valoraban había caído hacia muchos años atrás.

— Esas tropas que antes pondrían su cuerpo y alma para defenderte de un ataque ya no están – alardee — Eres el final de esta historia, su majestad. Las montañas que se inclinaban ante ti desaparecieron, y las semillas que cosechaste se han revelado – mostré una sonrisa, la primera que mi padre había visto en años — su final está marcado en las paredes de esta habitación.

Tomando las faldas de mi vestido, mirando a cada uno de los soldados y dejando sus miradas atónitas ante mi aspecto.

— Tu no eres mi padre, ni mi rey. – dije sin dudar — Yo soy quien te arrebatará ese trono, aunque tenga que matarte.

Los guardias bajaron sus armas ante mi, titubeando al ver a su majestad. Camine fuera de la puerta escuchando las rabietas del rey. Mire los pasillos completos de gente, tanto mucamas como guardias, hasta los consejeros del Rey. Todos miraban el "horrible aspecto" de la princesa. Cada paso era una mancha de sangre en el suelo que debía ser limpiado y sanada.

Esas gotas de sangre de guerreros que deseaban la libertad de su pueblo, la felicidad de sus familias y el bienestar de su princesa. Los actos egoístas de su majestad había acabado con nuestras negociaciones, con nuestros progresos y los sueños de esos guardias y de Gildarts.

Salí del castillo por primera vez en muchos años, caminando por el pueblo desfavorable, las personas a mi alrededor me miraron asombrados esperando alguna reacción de derrota, pero debía darles esperanza. Al igual que ellos, pelearía una guerra. Los cuerpos de mis queridos compañeros de guerra ya hacían en sus tumbas. Mire sus lápidas y recé por ellos en el suelo, esperando que sus almas descansaran en paz. Les quería dar la paz que ellos merecían. Sus familiares lloraban a mis espaldas, algunos reclamando sus vidas y otras maldiciendo al reino.

Levantándome, y dando la espalda a sus tumbas levante mi voz hacia el pueblo: — Este día será recordado por mi por toda mi eternidad. Mis compañeros, mis amigos, mi familia no quedará impune de ningún castigo, serán vengados. Tenga fe, mi pueblo. Cada una de estas lápidas representa el amor a su gente, y el amor a su país, por esto mismo me presento ante ustedes, no como una princesa, si no como una de ustedes.

— ¿Y que vas a hacer? ¿Iras a limpiarte las manos y dejar que los demás te cubran? – gritaron.

— Si eres una de nosotros, ¿por que dejaste que esto pasara?

— ¡Eres demasiado egoísta si crees que apoyaremos tus ideales!

— ¡No comprendes nuestro dolor!

— Eres una mentirosa – escuché — ¡Una farsante! ¡Egoísta! ¡Serás igual que tu padre!

— Entiendo su odio, su coraje, entiendo su sentir – sujetándome las faldas, no quise mirar al suelo — su dolor es mío... yo-

Un fuerte dolor provino de mi pierna, para seguir a un costado de mi cuerpo.

— ¡Nosotros no queremos tu compasión! – grito un hombre de mediana edad, mientras las personas tiraban piedras hacia mi. Trate de no cubrir sus palabras, ni sus actos. Lo merecía después de tantos años sin poder decir o hacer nada.

Cerré mis ojos y las lagrimas se juntaron hasta caer al suelo. Los golpes cesaron al igual que los gritos. Abriendo mis ojos me encontré con la espalda ancha y larga de Natsu. Wendy llegó a mis espaldas cubriéndome con una manta.

— Llévatela de aquí, Wendy.

— Princesa Lucy, venga conmigo.

— Natsu...

No recibí respuesta de él. Estaba molesto, lo podía ver en su postura. Su cuerpo estaba rígido y sus palmas sangraban. Podía sentir su mirada, aunque no era para mi. Las personas bajaron la mirada apenadas. Más guardias llegaron a donde Natsu sin primero verme a mi. Sus rostros cambiaron y más de uno se detuvo a mirar mi condición.

— Princesa Lucy, ¿por que fue tan imprudente? – uno de los guardias sacó uno de sus pañuelos de su traje limpiando la sangre que provenía de mi cabeza.

— Gray, no necesita preocuparse tanto – tomando una de sus muñecas lo aleje de mi — Yo estoy bien, por favor ve con Natsu.

— Gajeel llegará pronto a escoltarla – dejando su pañuelo en mi mano, miro con pena toda la sangre que había en mi cuerpo — no vuelva a hacer esto, por favor.

Diciendo eso se apresuró a donde Natsu estaba. Mire hacia atrás unos segundos mirando su rostro, pero con esos segundos me bastó para ver que su rostro estaba hecho un desastre.

Sus gotas de sangre manchaban el pasto verde. Recibir las pedradas que yo merecía, que injusto.

Castigo Imperial / Nalu / f.t.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora