C. 4

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[ No tienes escapatoria, nuestro eres ahora y siempre lo serás ]


La rubia pelicorto se despertó debido a pequeños golpecitos en su ventana. Miró el reloj y eran las 3 am. ¿Por qué rayos su ventana tamboreaba?

Se levantó y fue hacia ella, corriendo las cortinas. Se llevó el susto de su vida cuando del otro lado vio a su ensangrentado profesor llamando por ella.

—Ahn —susurró — Vi que miraba hacia el frente, no sabía que vivía aquí — la muchacha estaba sin habla. —Necesito entrar, por favor.

Fue ahí cuando reaccionó —¿Q-Qué?

—Abra la ventana, Ahn. —insistió con otro golpecitos.

—Eh... S-Sí sí. —la abrió y Namjoon entró rápidamente, por si la joven se arrepentía. Se volteó hacia ella.

— No daré rodeos, me comí al perro de tu vecino.

—L-Lo sé, lo que n-no sé es porqué lo dejé entrar, eh, eh, eh, ¡no toque nada, está lleno de sangre! —susurró. Fue hasta la mesita y sacó un pañuelo — Tengo que limpiar esta mierda de mi ventana antes de que se seque —salió  hacia afuera y cerró para limpiar. Namjoon trataba de sacarse los rastros de sangre con su ropa.

Cuando la joven terminó, entró, cerró la ventana y tiró el paño a la basura para mirar a su profesor. —¡¿Usted está loco?! —susurró.

—No, no, mire. —mostró su mano que ya no estaba vendada. La herida se veía al punto de la necrosis.

Hyejin puso cara de asco —Eso se ve mal.

—Lo sé, pero ya no duele, es porque me comí a ese perro —de pronto sintió arcadas y tapó su boca — lo siento... Lo siento.

—Ay. Dios, ¿cómo pudo hacer eso?

—Tenía tanta hambre, se lo juro, ni siquiera era dueño de mis acciones.

—¡¿Y por qué rayos viene a mi casa?! ¡No quiero que me coma!

— No sabía que vivía aquí, pero después la vi y vine porque también estuvo allí.

—¿Allí?

—Cuando Park Rose me mordió justo aquí.

—Es verdad... Ay no, ¿también se le pondrán los ojos en blanco? Me enteré que la llevaron a vigilancia, tal vez termine en un hospital mental o algo así. Digo, para que usted se vaya preparando.

—No van a atraparme.

—No se va a quedar en mi cuarto.

—Lo sé, sólo necesito que juntes a los alumnos que estuvieron allí también. Voy a volver a casa, y luego a la escuela, nos reuniremos en el salón de arte a la hora del receso.

—Pero, pero, ¿no va a atacar a nadie más?

—Eso no lo sé. Pero tengo varias teorías que compartir.

—¡¿no lo sabe?!

—Es que ahora mismo no siento la misma hambre.

—¿Por qué nosotros? —preguntó poco convencida.

—Porque son los que vieron lo que pasó en esa habitación, así no me van a tratar de loco cuando se los cuente. Debo irme, hagame ese favor. —Se acercó a la ventana.

—¡No, espere! No toque nada. —la abrió para él y se las ingenió para salir sin manchar nada.

Se despidió de la muchacha que cayó rendida al suelo. ¿Qué mierda era todo esto?

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