Matias se encontró a Alex al entrar a la escuela.
Realmente el morocho había dejado de estudiar desde hace más de un año.
Jay le había pedido que se entrara de nuevo a la escuela debido a que hoy en día, los jóvenes son los mejores compradores.
Matias no estaba totalmente orgulloso de dedicarse a lo que se dedicaba, pero bueno, era la opción más fácil para él.
Dinero rápido, efectivo, y sin preocupaciones.
Después de un tiempo Jay terminó viendo a Matias casi como el hijo que nunca tuvo. No le tenía cariño, simplemente le agradaba la idea de que vendiera bien, y siguiera las reglas.
Matias quería que Alex le tuviera aún más confianza. Así que decidió invitarlo a cenar a su casa.
Presentarle un amigo a tu madre siempre suele ser una muestra de lealtad.
Alex estaba a unos 6 metros del morocho. Este corrió para alcanzarle y le tomó del hombro, por sorpresa.
El otro volteó y sonrió.
— Hola, Matias. —saludó con ánimo.
— Ah, ah. —Matias puso sus manos sobre sus rodillas y se agachó, para recuperar aire— ¿Tienes algo que hacer esta tarde? Quería invitarte a comer a mi casa.
— Oh, ¿no te lo había dicho? Ya he conseguido trabajo.
El moreno le abrazo.
— No sé cómo podré pagarte.
Alex le alejó para poder verlo a la cara.
— El ser mí amigo es suficiente. —sonrió.
Ambos se dirigieron al salón y tomaron sus clases normales, como cualquier otro día.
Las clases terminaron. Y Alex se fue de inmediato a el centro comercial donde se encontraba el Subway.
Miró su reloj. 4:25.
Perfecto.
Entró al negocio. La primera persona que vio fue a Kevin.
Este le saludó y se acercó al menor.
— Genial. Llegaste temprano. —dijo como si fuera algo inusual— Mira, por allá atrás —señaló una puerta que se encontraba en un rincón— hay unos vestidores. Ten esta llave. Abre el locker número 16 y ahí toma tu uniforme. También deberás cambiarte en ese mismo lugar.
Alex se sintió nervioso. Sabiendo que debería cambiarse frente a las personas que estuvieron ahí.
Tragó saliva.
Tomó la llave que le había dado Kevin y se dirigió hacia los vestidores.
Para su buena suerte, sólo había una mujer.
Esta chica chica estaba a punto de salir justo cuando él entró. Ella le dedicó una sonrisa amable y salió.
Alex comenzó a buscar su locker. Al fin lo encontró. Sacó su uniforme y se lo puso.
Parezco un moco viviente.
Pensó al verse en el espejo y notar el color verde que tenía su nuevo uniforme.
Al salir se encontró nuevamente con Kevin.
Este le explicó un poco lo que tendría que hacer. No lo hizo muy bien ya que Alex sólo asintió sin tener la más remota idea de lo que el mayor le estaba hablando.
Kevin notó esto. Así que lo llevó al lugar donde Alex trabajaría.
Ahí se volvió a encontrar con la chica de los vestidores. Ella le sonrió otra vez.
— Ella es Nicole. Será tu compañera de trabajo; sí tienes alguna duda, puedes preguntárselo a ella. —le dedicó una mirada sería a Nicole, seguida por una sonrisa de medio lado para después irse.
Nicole le dio la mano a Alex para saludarse formalmente.
Agitaron ambas manos varias veces, comportándose como completos idiotas.
Finalmente rieron y se soltaron.
— Creo que soy tu nuevo compañero.
Nicole asintió. Y comenzó a explicarle a Alex, paso por paso, cómo se debía hacer cada cosa.
5:23 p.m.
Matias se encontraba sentado en el sillón de su recamara, frente a una pequeña mesa de noche, donde estaba deleitándose de ese delicioso polvo llamado cocaína.
Estaba a punto de llegar al éxtasis, cuando su madre comenzó a tocar la puerta.
Matias podría ser un drogadicto, traficante, un chico malo, pero algo a lo que no podía resistirse era a su madre.
Ella siempre le dio afecto, cariño, respeto. Amaba a esa mujer con toda su alma.
Nunca se le había pasado por la cabeza la idea de llegar a lastimarla. Se le hacía repugnante.
Estaba tan drogado que lo único que pudo hacer fue decir en voz alta, necesito descansar.
Parece que fue suficiente, pues su madre se fue casi de inmediato.
Matias se levantó lentamente; se sentía aturdido por la cantidad de droga que había ingerido.
Trató de caminar hacía su cama para acostarse en ella.
Mientras daba esos pequeños y lentos pasos se tambaleó demasiado.
Comenzó a sentirse mal. Volteó ligeramente su cabeza hacia un espejo que le dejaba verse de cuerpo completo –este artículo se encontraba a lado de la puerta–.
Se miró detenidamente.
Realmente no podía ver mucho. Uno de los efectos secundarios de la cocaína –para Matias– era la visión borrosa.
Logró notar un cuerpo pálido e hinchado, con los ojos rojos. Y las pupilas dilatadas.
Se tambaleó y finalmente, cayó al suelo.
Provocando que su cabeza hiciera un ligero rebote al caer. Desmayándose por completo, cayendo en un profundo sueño.
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El chico de mis pesadillas.
RomanceAlex solía ser un chico normal. Manteniéndose alejado de la sociedad por miedo al rechazo. Atrapado entre sus pesadillas y la realidad. Atormentado por el simple hecho de salvar a alguien que tal vez no querría ser salvado.