9:50 a.m.
Alex tenía hambre.
Salió del salón de clases y se apresuró a comprar su desayuno antes de que comenzara la siguiente clase.
Llegó corriendo a la cooperativa y ahí lo vio. Parado con una perfecta pose de chico malo.
Quería hablarle.
Se acercó unos cuantos pasos: estuvo apunto de tocarle el hombro para llamar su atención, pero no pudo.
Así que lentamente trato de alejarse, dando pasos cautelosos. Lamentablemente, a Matias se le ocurrió voltear; no pudo evitar sonreír ante los extraños movimientos que Alex hacía.
— Hola —saludó amablemente Matias e hizo un ademán rápido con la mano.
— Hola —se sonrojó.
— Perdona por molestarte, pero ¿podrías ayudarme a comprender mis horarios? Me dieron una hoja con mucho dibujos y pocas letras. Sinceramente, no entiendo nada —dijo apenado el ojimarrón.
— Claro, dejame ver —extendió la mano para así poder tomar la hoja de la cual hablaba Matias.— JÁ, —rió— tenemos las mismas clases; así será más fácil.
— Perfecto. —le sonrió.
Alex pidió su desayuno. Vio su reloj. 8:59.
Canceló su orden y alertó a Matias.
— No es por apresurarte, pero si no llegamos en 1 minuto a clase, nos reportarán.
Alarmado, Matias tomó el hot-dog que había pedido hace unos minutos y se lo lo introdujo de un sólo bocado a la boca. Alex rió ante tal acto.
Salieron lo más rápido que pudieron de la cooperativa, pero, demonios; les habían cerrado la puerta del salón.
Sin otro remedio, se quedaron afuera esperando que llegará la prefecta y les otorgara el dichoso reporte.
Al principio fue un silencio bastante incómodo. Alex no era de esos tipos que se desenvolvían fácilmente con los demás; él tardaba más tiempo para poder tomarle confianza a alguien, además de que solía ser muy tímido y callado. Mientras que Matias era todo lo contrario. Él era capaz de encontrarse a una persona en la calle y a los 5 minutos volverla su mejor amigo.
Pasó un rato, hasta que Matias se decidió a decir algo.
— ¿Cuál es tu nombre?
— Alex. Alex Diamandis. ¿El tuyo?
— Matias Rodriguez. Me gusta tu nombre —sonrió— Y bueno… dime, Alex ¿tienes amigos?
— Sí, bastantes —mintió.
— Creo que ahora seré el bicho raro —rió.
— JA, claro que no —sonrió cordialmente.
— Pareces una buena persona, seremos buenos amigos.
— Verás que sí —dijo con el corazón acelerado.
10:50 a.m.
En ese momento, sonó una pequeña campana. De nuevo tocaba descanso.
Bendita sea la cualquiera sea la enfermedad que le dio a la prefecta.
Brian salió del salón y la historia se repitió.
— ¡Maricones! ¡Besense ya!
Alex prometió no volver a pelear. Matias no.
Se acercó a Brian, y de un puñetazo, le dejo inconsciente.
Alex quedó sorprendido, le vio cómo un niño pequeño vería a Santa. Fascinado.
Creía que él debería cuidar de Matias, pero pareció que sería lo contrarió.
Continuaron con sus clases normales y al final del día salieron de la escuela juntos; Alex acompañó a Matias a su casa.
Durante el transcurso del camino, hablaron. O bueno, más bien dicho, Matias habló. Alex sólo asentía a la mayor parte de cosas que el morocho decía.
Al llegar a casa Matias agradeció y se despidió.
Alex regresó sólo a casa, cuando alguien le tomó por sorpresa y lo besó.
— Hola, amor.
— ¿Qué quieres, Thomas? —dijo Alex, irritado.
— Besarte. Hace tiempo no nos veíamos.
Thomas trató de besarle de nuevo, pero Alex lo evadió, empujo y salió corriendo.
Sin mirar atrás, escuchó una voz burlona que gritaba Yo también te amo.
Alex, quisiera o no, seguiría siendo acosado por Thomas.
Thomas fue la primera persona que tuvo relaciones con él. Técnicamente fue obligado, ya que Alex se negaba rotundamente. Hasta hoy en día seguía perseguido por su pesado, deseando nunca haber sido violado por Thomas. Además, estaba cansado de sus abusos y chantages. Alex era homosexual, pero ante la sociedad lo negaba; Thomas utilizaba eso en su contra.
Trató de dejar de pensar en eso.
Sólo se enfocó en Matias, y esos enormes orbes cafés. Fantaseaba que fuera él el chico de sus sueños. Sentía la necesidad de protegerlo. Pero no sabía sí sólo era una simple coincidencia.
Tenia nauseas, por el beso, y estaba cansado.
Se recostó y trató dormir un rato.
La pesadilla volvió.
Sólo que ésta vez él era a quien golpeaban. Mientras que Matias solo observaba cómo se desangraba.
Despertó alterado. Con el pulsó cardíaco muy acelerado y sudado.
No. No fue más que un sueño. Sólo eso.
Pensó para tranquilizarse.
Miró el reloj. 8:26 p.m.
Durmió horas.
Bajó a buscar a su madre. No estaba.
Subió de nuevo, y se dedicó a dormir.
Al día siguiente parecía animado, al parecer no tuvo la pesadilla.
Se fue directo a la escuela, emocionado.
Vio a Matias. Le saludo: él le correspondió.
Parecían niños pequeños, lanzándose lapices y jugando guerritas.
Matias era un buen chico. O bueno, al menos parecía serlo. Eso creía Alex.
Todos parecían aturdidos. Era raro ver a Alex sonreír. Pero con Matias parecía un completo idota.
A Alex le parecía lindo Matias.
Pero simplemente no se quería hacer ilusiones.
Pasaron los días; todos iguales.
En clase, hablar con Matias.
En receso, hablar con Matias.
En casa, chatear con Matias.
En cama, soñar con Matias.
Poco a poco se le fue haciendo rutina.
Después de unos días, un lunes cualquiera, perdieron una clase; así que Matias aprovecho para dedicarse a jugar fútbol.
Para esto, le pidió a Alex que guardara su celular. Él acepto. Y se quedó en un rincón admirando a Matias.
De repente, el aparato sonó.
Había llegado un mensaje: como remitente tenía el nombre Jay.
Y un mensaje urgente que decía:
Tengo la mercancía; mandaré a Norman a entregartela. Sí no la vendes en una semana ya sabes qué pasará.
Se paralizó por completo. Lo que más temía podría estar pasando. Matias podría no ser quién decía ser.
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El chico de mis pesadillas.
RomanceAlex solía ser un chico normal. Manteniéndose alejado de la sociedad por miedo al rechazo. Atrapado entre sus pesadillas y la realidad. Atormentado por el simple hecho de salvar a alguien que tal vez no querría ser salvado.