Matias seguía recargado, con la cabeza escondida en el hombro de Alex, tratando de cesar esas jodidas lágrimas.
Alex sólo pensaba; pensaba cómo ayudarlo. No quería que nada le pasara a él, o a su madre.
No pudo pensar en nada y casi se sintió inservible.
— Yo ni siquiera conocí a mí padre. —dijo Alex, con resentimiento.
Matias secó lentamente las lágrimas que tenía en el rostro, puso la cara en alto y miró fijamente a Alex.
— Oh, lo lamento...
— No te preocupes —sonrió—mí madre ha sabido cuidarme bien.
Ambos se separaron, y quedaron uno en cada una de las esquinas de la cama.
— ¿Qué voy a hacer? —dijo el morocho, con una delgada lágrima deslizándose por su pálida mejilla.
Alex se acercó, y delicadamente limpió aquélla gota de agua salada con su dedo gordo.
— Más bien, qué vamos a hacer.
— ¿Puedo ayudarte a distribuirla? -preguntó Alex, esperando una respuesta rápida.
— No. —dijo secamente.
— Sólo quiero ayudarte.
— Te meterás en problemas. —Matias lo dijo con un tono sobre "preocupado".
— Conseguiré un trabajo. Quiero ayudarte.
Matias le miraba como un simple juguete: Alex, como su nuevo amor.
7:35 p.m.
La madre de Alex le llamo preocupada, a él se le había olvidado avisarle que había ido a visitar a Matias.
Se despidió cálidamente de la madre de Matias, de él, y se fue corriendo en seguida. La ventaja era que su casa estaba a solo 7 calles de la de Matias. Gran ventaja.
Abrió lentamente la puerta de la entrada, su madre esperándolo lo vio entrar desde el sillón de la sala. Alex se sentó a su lado.
— Hola, amor. ¿Donde habías estado? —preguntó sonriente. No le molestaba que no hubiera llegado temprano a casa. Alex no solía salir mucho. El que él fuera a ver a su nuevo amigo, de hecho le alegraba.
— Bien, mamá, gracias por preguntar. —sonrió— Estoy algo cansado; iré a ducharme y luego a dormir. —besó tiernamente la frente de su madre— Buenas noches.
— Buenas noches, hijo.
Subió las escaleras, se quitó la ropa, tomó unos boxers nuevos y se metió al baño.
Al terminar, salió relajado. Se sentía bien.
Se recostó, agarró su celular -y audífonos- y finalmente se dedicó a escuchar su canción favorita, The Scientist, para dormir relajado, esperando no tener esa horrible pesadilla de nuevo. Afortunadamente, no la tuvo.
Le parecía raro; después de conocer a Matias había dejado de tener aquellos sueños. Creía que era bueno. Creía.
Realmente no sabía sí era bueno o malo. Por lo mientras, lo único que le importaba era que él estaba feliz.
Matias despertó tranquilo, sin preocupaciones. Había logrado engañar a Alex. Su padre sí se suicido, sí tenía deudas, pero la mafia no lo había buscado. Él los había buscado a ellos. Matias siempre fue muy ambicioso. Sabía que los mafiosos lo dominaban todo. Quería convertirse en un gangster. Prácticamente era su sueño.
No. No quería a Alex.
Él simplemente vio la oportunidad de aprovecharse de alguien y la aprovecho.
Al llegar a la escuela ambos chicos se encontraron.
Alex sonrió. Matias correspondió con otra sonrisa hipócrita.
¿Cómo explicarlo? Alex se estaba enamorando de un jodido mentiroso.
Brian pasó a su lado; rozó agresivamente su hombro con el de Alex, y le susurró la palabra marica con esa sonrisa cínica que siempre llevaba en su rostro.
— ¿Por qué siempre te molesta con eso?
— Es un bravucón. Eso hacen los bravucones.
— ¿Eres homosexual?
— Mira, lo soy. Pero no soy de esas personas a las que les gusta presumir su sexualidad con medio mundo. Así que por favor, no molestes con eso ¿ok?
— Tranquilo, no lo haré —no podía perder aquella mina de oro llamada Alex.
Matias era completamente heterosexual. Le gustaban las tetas. No le repugnaban los homo, ni nada por el estilo; simplemente no podía imaginarse a sí mismo con una pareja del mismo sexo.
El día se mantuvo normal durante el horario de clases, sin problema alguno.
Al terminar terminar las clases Alex iba saliendo de la escuela. Donde se espantó, vio a Thomas.
Su estomago comenzó a revolverse, su corazón se hizo pequeño, y le dieron nauseas.
Thomas estaba vestido con una sudadera negra, unos pantalones negros, y unas zapatillas de deporte blancas.
Alex buscó lugar para esconderse, y ya que no lo encontró, opto por entrar de nuevo a su salón.
No sabía qué hacer. No confiaba en Thomas. Era un abusivo, alcohólico, y un idiota. Pensó, pensó, y pensó. Quería salir huyendo, pero quería pasar desapercibido ante Thomas.
Pasó aproximadamente una hora, cuando el conserje entró al salón y le exigió que saliera, pues debía limpiar.
Él no quería, pero fue prácticamente obligado.
Salió temeroso de encontrar a Thomas en la puerta. Por suerte, ya se había ido. Aleluya.
Matias se dirigía a un TableDance. Tenía que ver a Jay. Pues no sólo vendía droga, de vez en cuando llegaba a consumirla.
Entró al bar Ladies. Rió ante el irónico nombre.
Comenzó a buscar a Jay, entre todos los hombres que ahí se encontraban. Después de un rato lo encontró.
— ¿Tienes lo que te pedí?
— Sí —estiró su mano y le entregó un paquete con un polvo blanco.
Matias lo tomó lo revisó delicadamente, abrió la pequeña bolsa y suspiro lentamente.
— Mmm —dijo excitado.
— ¿Has vendido la mercancía?
— He vendido la mitad —contestó alegremente el morocho.
— Cada vez lo haces mejor.
Ambos sonrieron con satisfacción.
— Iré a buscarla —dijo Matias, al mismo tiempo que se despedía con un apretón de manos de Jay.
— Adiós.
Matias dio la vuelta y se dirigió hacía una habitación que estaba al fondo del bar.
Entró a ; ahí encontró a una mujer blanca, delgada, rubia, y con una figura esbelta.
Matias le sonrió.
— Hola, Andrea.
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El chico de mis pesadillas.
RomanceAlex solía ser un chico normal. Manteniéndose alejado de la sociedad por miedo al rechazo. Atrapado entre sus pesadillas y la realidad. Atormentado por el simple hecho de salvar a alguien que tal vez no querría ser salvado.