IV

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Los rayos de sol envolvieron a Alba como una manta de terciopelo, rozando cada parte de su cuerpo con mimo y haciendo que el despertar fuese menos duro. Se estiró perezosa sobre la cama de María, recibiéndolos como suaves caricias mañaneras. Se levantó, mirando la hora en el móvil y se terminó de desperezar en silencio, dejando a María dormir un rato más mientras caminaba hacia el baño.

Hoy se iba su familia. Suspiró cansada frente al espejo del baño y estudió el estado de su cara. Había notado su apetito descender y comenzaba a reflejarse ligeramente en sus facciones. Pensó que tal vez si se estuviese tomando las pastillas, los síntomas no se desarrollarían tan deprisa; pero sus ganas de pelear una batalla perdida eran inexistentes.

Se lavó con agua fría y entró en silencio a su cuarto para coger ropa limpia. En su cama, su hermana y su madre dormían profundamente. ni María ni Alba habían dejado que buscasen un hotel, alegando que tenían un piso y cabían todas. El reencuentro fue emotivo y hubo muchísimas lágrimas. Alba, como siempre, se ahogó por el dolor que le producía hacer daño a sus seres queridos, pero no lloró por ella.

El fin de semana había sido emocionalmente desgastador y Alba sintió que en cuanto acompañase a su familia a la estación y se despidiera, se metería en la cama y dormiría del tirón hasta el día siguiente.

Dio los buenos días a una Natalia madrugadora, con la que no había dejado de mensajearse ni un día. Charlaron un ratito por whatsapp hasta que la morena entró en clase y entonces Alba decidió despertar a la casa con un buen desayuno antes de salir a acompañar a su madre y hermana al tren. Preparó café, tostadas e incluso bajó al bar de abajo a por churros. El olor del chocolate atrajo a una María tan agotada como ella, que se sentó en la mesa y enterró la cabeza en los brazos con un quejido.

– Mañana es fiesta. ¿Hoy cancelas la matrícula?

– Sí, cuando deje a la Rafi y a Marina en la estación.

– Te acompaño.

Alba no se negó, no era una pregunta. Se dirigió a su cuarto y despertó a las que faltaban para dar comienzo al desayuno.

Comieron y hablaron sobre médicos, hospitales y tratamientos. Alba sabía que eran conversaciones importantes, pero por un momento echó de menos a Natalia filosofando sobre cualquier cosa con su mirada de amor infinito e inocencia.

Natalia, ojalá te hubiese conocido antes. Ojalá no me hubieses conocido nunca.



María las acercó a Atocha en su coche y participó en el "hasta pronto". La Rafi les dio mil besos a cada una y prometió estar de vuelta en seguida para quedarse más tiempo. Marina agradeció a María todo lo que estaba haciendo por su hermana y, llorando de nuevo; se lanzó contra los brazos de su hermana con todo el cariño del mundo. Alba la estrechó fuerte.

Cualquiera que lo viese desde fuera pensaría que era una simple despedida, pero nadie imaginaba hasta qué punto. En esa estación quedaba parte de la vida tal y como la habían conocido hasta ahora. Cuando quedaban a penas diez minutos para que el tren saliera, consiguieron despegarse, tomando caminos distintos. María arrancó el coche y puso rumbo a la universidad complutense, donde Alba tenía que cancelar la matrícula y despedirse para siempre de la carrera de sus sueños.

El edificio de Bellas Artes se caía a trozos, casi tanto como ella. Las paredes roídas y las puertas viejas habían sido testigo de los últimos tres años de Alba y cruzarlos de aquella forma se convirtió en un suplicio. De repente, se fijó en el interior como nunca antes lo había hecho. La luz atravesando los ventanales, las taquillas pintadas a mano, el barullo de estudiantes que salían y entraban en las clases... Las paredes de aquel sitio escondían tantas historias, tantas vivencias... Alba pensó que si tuviera que elegir un sitio para dejarse morir, ese sería un potente candidato.

timeskip (fic abandonado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora