III

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Natalia tenía el frío metido en los huesos y por mucho que se abrigase era incapaz de echarlo. Se había hecho un hueco en sus entrañas y había dejado ahí el malestar invernal que provocaba unos cuantos escalofríos por día en la chica.

Se pasó la bufanda por el cuello y apretó las manos en los bolsillos. Aquel febrero no había calado demasiado en la capital y los días eran frescos pero pasables, sin embargo para ella era un auténtico suplicio salir de casa para ir a clase por la mañana.

El metro iba abarrotado, casi tanto como su cabeza. Pasó de canción distraídamente y respondió con un sticker a Alba, que le había dado los buenos días.

Llevaban desde el sábado hablando por WhatsApp sin parar. Decir que sólo se habían caído bien sería mentir, ya que ambas sentían una conexión especial, casi como si estando juntas sanaran sus heridas sin esfuerzo. Natalia guardó el móvil con una suave sonrisa y bajó del tren en su parada, caminando con calma hacia la salida. Divisó a Miki a lo lejos y se acercó a él, tratando de sacudir la escarcha de su interior.

La mañana pasó lenta y ahogada para la morena. El cuerpo le pesaba y si no se conociese mejor, pensaría que estaba incubando un resfriado. Se hundió en su abrigo negro y trató de centrarse en la última clase del día sin demasiado éxito.

Estaba preocupada. Preocupada por Marta, que llevaba toda la semana sin parar de un lado a otro, abrumada. Preocupada por María, a la que se había encontrado más de una vez en su piso, abrazada a Marta entre lágrimas para luego marcharse sin decir nada; dejando a su compañera de piso mas agobiada de lo que ya estaba.

Preocupada por Alba, que aunque no la había vuelto a ver, podía detectar el dolor entre sus mensajes de WhatsApp.

No sabía qué ocurría y tampoco quería indagar. No era su sitio, a penas acababa de llegar a la vida de las tres amigas en medio de una tormenta y lo único que sentía que podía hacer en aquel momento era sujetarlas para que no las volcase el viento. Si algo caracterizaba a Natalia, era su facilidad para cuidar de personas frágiles. No le importaba cortarse con los cristales rotos si conseguía reconstruirlos. Era más fácil hacerlo con el resto que con ella misma. Con tal de ignorar su dolor, cargaba con el de cualquiera hasta hacerlo desaparecer.

El dolor de Marta era burdeos y bastante fácil de sujetar. Aunque el optimismo de la joven solía esconder la mayoría, sus ojos eran un mar de dudas e inseguridades que se leían tan claro como un libro recién impreso. Natalia conocía muy bien ese tipo de dolor. El miedo a no ser suficiente, el miedo a no conseguir nada. Sabía cómo cuidarlo y como hacerlo desaparecer y por eso en tan poco tiempo, ambas chicas habían conectado mucho.

El dolor de María era más caótico, escondido entre alcohol, sexo sin compromiso y trabajo. Su color era oscuro como el café y se filtraba en sus borracheras más intensas y en sus noches de sobriedad absoluta. Se filtraba cuando hacía llorar a Marta y se desbocaba cuando Alba aparecía en la conversación. Aunque era más difícil, Natalia sabía que la forma de cuidar a María dependía del momento. A veces una fiesta bien montada le daba la vida que parecía que le faltaba. Otras veces, una buena conversación profunda y un porro le devolvía la energía para atravesar otro día con esa fuerza característica que la representaba.

Alba era... Una historia diferente. Sufría a diario un tipo de dolor casi transparente, enredado en sus piernas y tatuado entre sus dedos. Era un dolor blanco infinito, de los que ahogan, de los que te desarman totalmente y te dejan sin fuerza hasta para respirar. Natalia lo conocía bien, pero lo que diferenciaba a la pequeña rubia del resto era su relación con ese sufrimiento. En vez de estar sumida en él en su totalidad, destruida y hundida en el fondo del abismo infinito que arrastraba; caminaba ligera, acompañada de toda esa negrura de la mano. Parecía que se movían en sintonía, en simbiosis. Ella no se hundía, no cargaba con él. Parecía que simplemente había aceptado su presencia y había continuado con su vida, envolviéndose de él como si fuera un pareo hecho de tul, tan suave y vaporoso como un beso de muerte.

timeskip (fic abandonado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora