capítulo 1.

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Buenas mi gente!
Pues os comento que este es el primer capítulo en si. Ya de aquí en adelante, empieza la historia. Creo que este sera un poco corto, pero los otros si serán mas largo. Como os dije, CREO no estoy segura. Pero aquí está. Que os disfruten.

Michel s.

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1.Nuevo profesor.

Alana.

Subo con un poco de rapidez las escaleras que van hacía el segundo piso, con cuidado de no tropezar con mis propios pies. Las clases en el colegio Salvatore ya han comenzado, y ningún alumno se ve por los pasillos cuando llego a la segunda planta. Apresuro mi paso aún mas, sabiendo que ya llevo 15 minutos de retardo. Subo las escaleras que dan al tercer piso casi volando, y voy corriendo al salón donde se dictan las clases de matemáticas.

Que es lo que me toca primero.

Tengo que decir que no fue mi culpa este retardo. Pues el autobús que me trae hasta acá no llegaba, y me tocó caminar hasta la siguiente parada, que me deja un tanto cerca al colegio. Pero el muy trastarto, decidió aparecer a medio camino, y me tocó correr de nuevo a la parada anterior para poder cogerlo. No mencionando el hecho de que me vine de pie todo el camino, y para rematar el día, un señor con un olor muy "inhumano" tenía su axila pegada casi en mi cara. Todavía siento el olor a cebolla que desprendía su axila.

Mira que casi le vomito el sombrero de plumas a la señora que tenía al frente.

¿Es que acaso él no ha escuchado nunca la palabra desodorante?

Pues creo que no.

Serciorandome de que no se me contagió ese "olor", me planto frente a la puerta de madera que dice "clases de matemática del penúltimo curso". Me aliso un poco con las manos la falda gris del uniforme, pues se ha arrugado un poco por los lados, me acomodo la corbata roja, y aprieto un poco mas la  coleta alta que siempre me hago para venir al colegio, odio que los cabellos me estorben mientras escribo.

Por la carrera, he quedado casi como un desastre estudiantil.

París Hilton, no me mires así.

Una vez listo el mini arreglo, vuelvo a oler mis axilas (estoy asegurándome de que no huela a cebolla). Debato frente a la puerta del salón, si toco o no la misma. Pues ya es tarde, y los profesores odian las interrupciones, y mas la señora Milton (que ya ha dado clase por casi 40 años), y sabe como son las excusas de los estudiantes. Pero claro, como soy pobre, no me creerá lo del trastarto.

Me sale mejor la excusa de que un perro me comió el dinero, y por eso, tuve que venirme a pie.

Miro fijamente la puerta de madera, y decido tocarla, pues no tengo dinero para pagarle al vigilante del piso por esta semana.

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