VIII.- Advertencia

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Capítulo Octavo: Advertencia.






Cuando quise abrir mis ojos noté de la venda sobre ellos, que al querer quitarla me percaté de la cuerda atada en mis muñecas y como si fuera de una reacción en cadena, al querer gritar noté del vendaje sobre mi boca impidiendo del habla. A oscuras, privada de mis sentidos, de mi libertad, tirada en la frialdad del suelo... Ésto era tan familiar, tan cercano, que extrañamente no sentía de miedo o algún sentir que se le parezca.

¿Cuántas veces he estado en tal situación para ya tomarlo como algo normal?

Tantas, son tantas las veces que hasta la cuenta he perdido. Son tantas que ya no puedo aterrar me, y ese hecho es lo que provoca miedo en mí.

Escuché sollozar a una doncella, haciendo notar de que no era la única que había sido secuestrada, he de suponer que por el tamaño del evento debieron haber tomado al menos de unos diez rehenes, como una cantidad mínima y seguramente todas deben ser mujeres, pues su transporte es mucho más sencillo, sin contar que la fuerza que opongan es mucho más baja a la que un varón podría.

La puerta del cuarto en donde nos han encerrado se abre con brusquedad, cerrándose de inmediato, dos hombres han entrado, la mujer llora con más intensidad. Empiezan a pasearse por la habitación, entonces uno se detiene frente a mí; con brusquedad retira la venda de mis ojos.

— Allan — pronuncié de inmediato.

La habitación tenía poca iluminación, pero se alcanzan a distinguir de los rostros; había de quince mujeres sin contarme, todas atadas de las muñecas amordazadas, pero al parecer yo había sido la única a la que le había cubierto los ojos; todas aún tenía de sus elegantes vestidos, pero a la mayoría el maquillaje se les había corrido por tanto llorar, reconocí a tres de ellas, una me había dedicado una mirada rabiosa cuando danzaba con Levi, como olvidarla, si fue de los últimos rostros que ví antes de la tragedia.

— Veo que todavía me reconoce, mademoiselle — respondió el joven con su tan característica sonrisa de lado.

Las mujeres se giraron a verme. El otro hombre tras del castaño carraspeo atrayendo la atención de todos. Conocía a Allan, y por él era que en innumerables ocasiones había terminado de tal manera; era un joven de no más de veintiocho años, de preciosos ojos color miel, alguien que amante de la novelas clásicas, pero igual de frío y despiadado como él capitán Ackerman en cuanto al campo de batalla se tratará.

— ¿Qué es lo que hacen?

— Eso debo preguntar yo. En cuanto te quite los ojos de encima se corre la noticia de que te haces escritora, pero eso no es sorprenderme... ¡Todo más! Llega la noticia que te has unido a las filas enemigas — dice él arrodillado frente a mi — ¿Quién es el que está loco ahora?

— No me uní al enemigo — aclaré.

Él soltó una sonora carcajada, las mujeres lo miraron un tanto aterradas.

— ¿Entonces? ¿También te has hecho mesera de costosos banquetes? ¿Trabajas como dama de compañía? ¿Eras la cantante de ópera en ese banquete? — negué a cada una de sus preguntas — Entonces explícame cómo es terminaste en ese banquete sin unirte al enemigo.

— Tampoco es que haya estado de su lado — especifique.

— Es cierto — dijo pensativo — Pero también es cierto que asesinaste a un sinfín de hombres en nuestro nombre.

Ocaso [LeviXOc] CANCELADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora