5. Desapareció

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Siento un gran nudo en la garganta, mi estómago se revuelve pero contengo las ganas de vomitar, mis manos comienzan a sudar y mi visión se hace borrosa gracias a las lágrimas que brotan de mis ojos, sin embargo estoy haciendo lo posible por retenerlas.

Stephan viene detrás, más que pegado a mí, puedo sentir su pesada respiración que rosa mi cuello haciendo que me estremezca.

Seguimos avanzando por toda la casa, y me preparo para ver lo peor.

Sin embargo, estoy desesperándome, necesito encontrar "La Kalen" inmediatamente, no tengo tiempo para esto, debo encontrarla ahora.

Pero de repente una pregunta se formula en mi cabeza haciendo que me frene en seco.

Stephan choca contra mí haciendo que dé un traspiés.

Volteo hacia él y trato de comunicárselo con la mirada.

¿Y sí el asesino logró encontrarla?

Él parece comprender, y me hace gesto de que actúe con naturalidad.

Todos los de alrededor nos fulminan con la mirada y me encojo de hombros.

Pero el agente Williams apenas notó que nos detuvimos, ya que sigue a su paso sin titubear.

Stephan me empuja para seguir caminando y eso hago.

Respira Brad, cálmate.

Mi familia murió protegiéndola, y ellos eran tan fuertes que es imposible que alguien se la haya llevado.

El corazón me late a mil por hora, no puedo evitar mi preocupación.

Seguimos avanzando por la casa, hay policías y agentes por todos lados sacando fotografías y haciendo apuntes. Todos me miran, pero nadie lo hace a los ojos, agachan la cabeza y vuelven a lo que están haciendo.

Hemos pasado el recibidor y damos vuelta a la derecha para adentrarnos en el comedor.

Todo está tirado por todos lados, todo está destruido.

Me voy deteniendo poco a poco hasta que veo algo que me quiebra por dentro.

En la mesa del centro donde antes era el lugar del florero con tulipanes frescos que adornaba nuestro hogar, ahora lo ocupa un cuerpo tendido boca arriba con la cabeza colgando por encima del filo de la mesa. De su boca y nariz sale un gran hilo de sangre, los ojos sin vida ven al vacío. La sangre escurre desde la gran rajada de su cuello hasta detenerse en su barba. Su barba blanca que tanto me gustaba de pequeño y me hacía creer que era Santa Claus ahora está empapada de color carmesí.

Es el abuelo.

En su mano tiene un cuchillo.

—Brad, no tienes que hacer esto. —Stephan trata de alejarme de allí, pero ya es demasiado tarde, ya estoy roto por dentro.

Trato de ser lo más fuerte que puedo, pero no quiero verlo así.

Siento que el corazón me cruje como si miles de vidrios lo azotaran sin piedad, y ya no puedo contener las lágrimas.

Siento que mi cara se pone colorada por intentar no llorar, pero las lágrimas ya han salido y no puedo evitarlo, el nudo en la garganta se convierte en una pelota de tennis.

Me estoy destruyendo por dentro.

Me llevo las manos a la cabeza y agarro mi pelo con fuerza hasta querer arrancármelo, voy acuclillándome lentamente hasta estar hincado en el piso.

Cuando tienes el poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora