2• Minifalda

23 0 0
                                    


- ¿Vives en el 224?

Esa voz entro por mis oídos para posteriormente recaer en mi cerebro y formar un remolino de emociones inimaginables para un pobre diablo como yo. Era muy iluso. La había conocido hace un par de horas, de hecho, en ningún momento nos conocimos, simplemente era una pasajera más en mi taxi.

Tenía que cambiar. Tenía que hacerlo.

Aunque por ahora, lo importante era poder darle la cara y responder para no quedar como un idiota.

- Ehm... bueno, pues... Aquí vive un amigo... - Que estupideces estaba diciendo. – En ocasiones duermo aquí, aunqueeeee... – Mi cerebro estaba bloqueado. – Es decir, duermo aquí, pero no vivo...

Ella me miraba con cara de extrañez. Cualquiera lo haría.

- Bueno, sí. Vivo aquí. – Solté sin fanfarronear tanto.

- Si me lo hubieras dicho antes, no hubiera hecho ese comentario de mal gusto cuando me baje de tu taxi.

- Pues, no me parece de mal gusto. Dijiste la verdad.

- Bueno, no importa, supongo. – Ella estiro su mano hacia mí. – Hannah Nowak. Desde hoy seremos vecinos.

- Alexio Jakov. – Nos dimos un veloz apretón de manos. Seguramente noto como mis manos sudaban como si de un océano se tratara. Qué asco daba.

- ¿Qué tal es el conjunto? No tiene muy buena pinta, pero bueno, se puede vivir. Aparte será solo por tres meses. Hare un remplazo a una chica en una escuela primaria y luego regresare a Lodz.

- Que bonito... - Mis respuestas eran un caos completo.

- Bien, supongo que nos veremos luego, ¿No?

- Yo no sé. Puede que sí, somos vecinos, seguramente sí. A menos que uno de los dos salga más temprano a trabajar en las mañanas, bueno, si es el caso, seguramente no nos veremos hasta horas de la noche. En otra noche que nos encontremos cuando cada uno se disponga a entrar a su apartamento. Seguramente allí si nos veremos. Este conjunto es muy peligroso. Ten cuidado. Adiós.

Abrí la puerta de mi apartamento y entre velozmente tratando de sepultar aquel ataque de pánico y de nerviosismo que acababa de sufrir. Por cosas como estas me odiaba. Me detestaba.

Mire por el ojo de la puerta y pude ver como ella se encontraba parada en el mismo lugar de antes con cara de no haber entendido que mierda acababa de suceder. Definitivamente, daba pena ajena.

Sin ducharme, sin quitarme la ropa con la que trabaje todo el día, sin tan siquiera comer algo, me dirigí a mi cuarto para tumbarme en mi cama y dejar que el cansancio y el sueño hicieran aquel cóctel necesario para caer profundamente dormido.

Hannah Nowak...

Su nombre retumbaba en mi cabeza. Tenía que admitir que sus ojos claros tenían algo que te hipnotizaban. Su pelo rubio hacia que tu mente se enredara y buscara salida en aquel laberinto de belleza que poseía aquella mujer. Era una diosa. Una diosa que tenía un cuerpo perfecto para ser navegado, pero necesitaba un capitán que supiera domar aquellas caudalosas aguas que seguramente recorrían en esas curvas.

Obviamente ese capitán, no era yo.

¿O sí?

Encendí un cigarro en búsqueda del sueño que convirtiera en cenizas mis absurdos pensamientos.

¿Qué cojones me pasa?

--

Me pertenece ©Where stories live. Discover now