La Dama del Castillo (Rivamika)

Capítulo VI: La boca del lobo

*la imagen no me pertenece, ni los personajes tampoco.

Todavía seguía pensando en lo que había pasado, hace días que no lo había visto, era como si hubiera desaparecido de la faz de la tierra; o bien él se había marchado de aquel lugar, o por alguna razón la evitaba, ambas hipótesis podrían ser ciertas, o tal vez ninguna, sinceramente ella no lo sabía con seguridad, pero estaba convencida de que lo iba a averiguar tarde o temprano.

Mikasa se había recuperado rápidamente de la mordedura de la serpiente, y en pocos días había comenzado a dar paseos por la fortaleza como lo había hecho antes, acompañada de su escolta, que de tanto seguirla, se había convertido en su sombra, vigilándola día y noche. El soldado era molesto, pero le hacía compañía y de vez en cuando hablaban sobre cualquier cosa, eso la entretenía y le ayudaba a no sentirse tan sola.

Por las noches comenzaba a pensar en todo lo que había sucedido y por alguna razón no olvidaba aquel beso robado de hace unos días, se seguía cuestionando a sí misma por sus actos, por haber dejado que aquel hombre la besara, sin que ella hubiera puesto resistencia, pero lo que más le inquietaba ahora es que por alguna extraña y loca razón ella quería verlo.

¿Para qué?, ¿para qué quería verlo?, para pedirle alguna explicación acaso, o tal vez para reclamarle e insultarle por que no se comportó como un caballero antes... no es que ella nunca hubiera besado, recuerdos amargos le traían estos actos, pero aquel día aquella vez cuando él la obligó e hizo que se callara por alguna extraña razón ese gesto, aquel roce le... ¿gustó?.

Siempre pensó que ningún hombre se fijaría en ella, no es que ella se considerara poco agraciada, le gustaba su cuerpo, la forma en que le quedaban los vestidos, como se entallaban a su cintura, pero sabía que no era una dama como las demás, aquellas que tenían que ser sumisas, calladas, siempre pendientes de lo que el marido quería, cuidando de su casa y de sus hijos, ella era más bien un "marimacho", como sabía que sus lacayos le llamaban a sus espaldas.

Siempre pensó que aquellos hombres que habían pedido su mano, siempre había sido por ganarse el favor de su padre, por dinero, por poder, por tierras tal vez, pero nunca por ella, pero entonces...¿por qué él lo hizo?, ¿por qué le beso aquel hombre?, por sonsacarle parte del mecanismo tal vez, o fue por puro deseo. Aquel deseo que dicen que es como un fuego que crece en los hombres y que solo la unión es capaz de calmar, ¿acaso ella provocaba algo en él?. No, seguramente Levi Ackerman quería que se enamorara de él, para que así ella hablara y le dijera todo lo que él quería. Estaba muy equivocado si creía que ella se lo iba a permitir.

***

En otra parte de la fortaleza, Levi barajaba todas las opciones, estaba seguro que ella lo rechazaría, eso era lo más seguro, pero el tiempo apremiaba y con las noticias que le llegaban (nada buenas), debía buscar una solución lo más pronto posible, la había estado evitando, no queriendo verla, por vergüenza tal vez o por no quererse enfrentar a una mujer tan orgullosa y cabezota como ella.

La razón, aunque nunca lo admitiera, era simple: tenía vergüenza, vergüenza de enfrentarla, de estar junto a ella y no poderse controlar, tal vez y eran ciertos los rumores acerca de la señora del castillo, ella era una bruja y él como un tonto había caído en sus hechizos, se decía a si mismo que no estaba enamorado de ella que solo era deseo, y que una vez que satisfaciera sus anhelos seguramente ese embrujo se desvanecería, no comprendía como un hombre tan centrado, lógico, y astuto como él había caído en uno de los instintos primitivos del hombre: el deseo.

Erwin había sido muy claro, tenía que casarse si quería tener alguna oportunidad de restaurar el Paso y hacerse dueño y señor, legalmente claro está, sabía que las demás clases nobles lo apoyarían pero sólo si el enlace se llegara a consumar. Seguramente habían aceptado por miedo o por no tener más opciones.... lo importante era que habían aceptado la propuesta de Erwin y el porqué lo habían hecho o más bien sus razones para llegar a ese acuerdo, no importaban.