Capítulo XII: La Dama del Castillo

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*los personajes no me pertenecen, ni tampoco la imagen.

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¿Cuánto tiempo había pasado desde que recibió aquella noticia?. Innumerables meses tal vez, más de dos años quizá. Y aún así para ella parecía que fue ayer cuando estuvieron juntos en aquella cabaña, tan alejada de la capital.

Pero aunque el tiempo transcurría para todos, para Mikasa pareciera como si el tiempo se hubiera quedado detenido; aún no se creía que su muerte fuera real, y muy dentro suyo aún guardaba la esperanza de que cualquier día, Levi iba a regresar para estar junto a ella.

Su vida había vuelto a ser la misma que antes, salvo que ahora era ella quien gobernaba El Paso de Rose. Erwin Smith se había quedado tan sólo unos días en la fortaleza, para luego volver al sur, y encargarse de la Casa Ackerman como administrador. Toda la fortuna de los Ackerman había pasado a su nombre, después de la muerte de su marido, y como era lógico ella sola no se bastaba para administrar ambas fortalezas.

Al principio había sido muy duro el organizar y adaptarse a los nuevos deberes como señora del Paso, pero después de algún tiempo y con la inestimable ayuda de Hannes, su fiel protector, se acostumbró a hacerlo como toda una experta.

La gente había cambiado su opinión sobre Mikasa, ya no la veían como la soberbia y caprichosa señorita que antaño era. Ahora se veía mucho más madura, y más cercana con la gente. Ayudaba a los suyos con dinero y comida, y tras volver al Paso, recuperó muchas tierras que los invasores aún ocupaban.

***

Hange Zoe, como cada mañana había salido hasta el único mercado de toda la región. Varias horas andando, hacían que sus piernas se hincharan y le dolieran, pero era la única forma de conseguir aquello que tanto buscaba: hierbas medicinales, obviamente, no podían ser cualquiera. Eran unas tan especiales que pocos mercaderes las tenían y a muy alto costo, claro está. Pero eso no le desanimaba, y es más, aprovechando tan largo paseo, podía también vender o intercambiar algunas medicinas y productos que ella misma había elaborado.

Hace más de un año que ella había encontrado a un hombre moribundo, del cual todavía desconocía su nombre completo y más aún su pasado. Dado que cuando había recobrado la conciencia, y en esos pocos momentos de lucidez, solo murmuraba el nombre de una mujer: Mikasa.

Lo había encontrado un día al atardecer, cuando volvía hasta su vivienda, una cabaña en el bosque alejada de toda la aldea; la curiosidad era una cualidad única en ella, así que aunque al principio dudó al acercarse, terminó yendo hasta donde se encontraba, y al final pudo comprobar que no estaba muerto como a primera vista parecía. Su estado era lamentable, apenas y respiraba y la sangre brotaba a borbotones por todo el cuerpo, era bajo de estatura, pero aún así le dio algunos problemas para llevarlo hasta su casa.

Cuando llegó, lo primero que hizo fue retirar toda la ropa que traía encima, miró las heridas, y rápidamente las fue limpiando y vendando. Había recibido muchos cortes, algunos más profundos que otros, por lo que era difícil saber si finalmente viviría o moriría.

Tuvo mucha suerte de que en su camino apareciera alguien tan experto en herbolaria como ella. Toda su vida se había dedicado al estudio de las plantas, y a vender flores y hierbas poco frecuentes, así es como Hange Zoe se ganaba la vida. Y aunque estaba sola en el mundo eso no le impidió ser feliz, ya que su trabajo y sus investigaciones eran su mayor felicidad.

Los meses fueron pasando, en los que ella repetía la misma rutina con el enfermo al que tanto cuidaba, aquel desconocido que poco a poco mejoraba. No sabía porque lo hacía, tal vez por compasión, lástima, por humanidad...o tal vez porque podía experimentar con el cuerpo de aquel desconocido, los distintos resultados de las hierbas y brebajes que le daba.

La Dama del Castillo (Rivamika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora