Capítulo VIII: Perdóname...

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Las palabras que había pronunciado la recién llegada seguían generando sorpresa entre los dos presentes, Erwin sonrío victorioso por la noticia ya que era lo que más esperaba. Se levantó de la mesa que compartía con Levi y miró entusiasmado a su compañero de armas. Sin embargo al mirarlo no vio que él compartiera la misma alegría. Levi había abierto la boca mientras fruncía el ceño y levantaba una ceja en modo desafiante. Se aproximó hasta donde se encontraba la emisora de tal noticia y la miró extrañado por su comportamiento. Mikasa mantenía su pose orgullosa y soberbia, como si de alguna manera ella le estuviera haciendo un favor a aquel hombre.

—¿Puedes dejarnos solos Erwin?—miró a su compañero y con un gesto de cabeza hizo que el rubio abandonara el lugar. Los pasos de Erwin se escuchaban por el pasillo, mientras ellos dos se quedaban de pie mirándose mutuamente sin decir una sola palabra

—¿A qué viene esto ahora?—preguntó sin más rodeos Levi.

—No se porque os asustáis, eso es lo que queríais ¿no?, casaros conmigo. O es que acaso habéis desistido de esa idea—respondió Mikasa sin perder la compostura.

—El matrimonio nunca ha estado en mis planes, pero si lo tengo que hacer por mantener la paz y por mis lacayos los haré—argumentó Levi de forma clara.

—Sin embargo me sorprende este ofrecimiento, así sin más, sin dar batalla, sin escenas, sin reproches....os conozco y se que hay algo más detrás de todo esto—la sujetó con fuerza del brazo obligándole a mirarle directamente a los ojos.

Levi quería conocer la verdad detrás de todo esto, sabía que ella era una mujer difícil pero a la vez inteligente y orgullosa que jamás daría su brazo a torcer ni se rendiría así como así.

—¡Me estáis haciendo daño!—reclamó enfurecida la joven al notar la presión en su brazo. Levi la encaró una vez más pero al ver su mirada, se dio cuenta de que no estaba haciendo lo que debía. La soltó de inmediato al darse cuenta de la situación en la que se encontraba. Mikasa lo miró furiosa, mientras acariciaba la parte del brazo donde él había ejercido presión

—Lo siento—contestó afligido. —Pero es que cuando se trata de ti no puedo mantener la cabeza fría— volvió a mirarla e intentó acercarse, sin embargo Mikasa rechazó este gesto ya que se sentía ofendida por la agresión que había sufrido.

—Por mucho que vaya a ser tu esposa, no te permitiré jamás que me lastimes—dijo encarándolo una vez más. Levi la miró arrepentido.

—Jamás te haría ningún daño, lo sabes muy bien Mikasa—añadió con seguridad.

Ambos se quedaron viendo una vez más, Mikasa rompió el contacto al salir de lugar. Se despidió de forma seca no sin antes decirle que cumpliera su promesa y liberara a Hannes de las mazamorras. Levi no pudo negarse a esta petición por lo que fue él mismo hasta donde le tenía encerrado. Mientras todo esto ocurría Erwin organizaba la boda con la mayor prisa posible, había ido él mismo a hablar con cada uno de los señores de las casas nobles pera informarles del enlace así como de lo rápido que se iba a celebrar. Todos los lacayos del Paso de Rose y de los alrededores acogieron la noticia de buen lado, sintiendo que por fin algo de alegría iba a llegar a ese paraje que últimamente no había conocido más que muerte y desolación.

***

Hannes había sido liberado por Levi quien le advirtió que le fuera fiel y que al mínimo intento de insubordinación lo mandaría a la horca, el viejo soldado no se inmutó con las palabras de su ahora señor, agradeció el gesto que había tendido con él y le suplicó que le permitiera estar al lado de su señora para poder servirle como antaño lo había hecho.

La Dama del Castillo (Rivamika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora