3- Extraviado

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Si sabría lo que me depararía el destino, hubiera preferido ser encerrado y ejecutado en aquel frío y apartado lugar en el que había sido aislado. Pero ahora estaba fuera, en el medio de la nada con otros cinco prisioneros y aquella pequeña niña sin saber que vendría ahora con las olas que nos empujaban sin un sentido en particular.

-¿Dónde estamos?- preguntaba cada cierto tiempo la niña pero habíamos pactado en responder con un "Cerca de casa." para no alterarla. Lo que nos quedaba -muy poco- para comer y beber se lo dábamos a ella, actuando como si comieramos con ella para disminuir sus sospechas.

Recuerdo que para evitar pensar en todo, miraba al cielo oscuro dónde la Luna echaba su manto y esparcía sus pecas. Llegué a comprender el horario sólo viendo aquello, calculando en cuánto y dónde se iría de mi vista y mi mente pensaría inevitablemente en el hambre.

El estómago ya me empezaba a doler pero no era algo que no pudiera soportar. A mis compañeros les daba gracia admitir que extrañaban la comida del calabozo y a los guardias que molestábamos hasta que entrasen a golpearnos y recordarnos un poco de nuestro lugar en aquel sitio.

Cuando me di cuenta ya era la tarde-noche, el cielo estaba teñido de un color rosa turbulento, me resultaba extraño. Tenía la duda de cuánto más podríamos sobrevivir hasta llegar a algún lado, negué y ayudé a seguir remando por un rato más.

Sabiendo que aquel tiempo que nos quedaba podría ser estando casi agotado, ví a los demás:
-Qué caras llevan.- reí dejando de remar poco a poco. -Así nos van a devolver al mar en cuanto pisemos tierra.-
Me encogí de hombros cuando sólo escuché los golpes del agua contra nuestro bote y el viento que se arremolinaba y liberaba su fuerza en el agua. La niña seguía dormida, llevaba una manta encima y un león de peluche, típico de compañía, bajo su mejilla.

Mirando a lo que creí el Norte, ví el cielo iluminarse varias veces pronosticando la tormenta que en cualquier momento caería sobre nosotros, como si nos faltará algo más para completar nuestro paseo.

Fuerte y sin piedad, el viento empezó a subir de una forma bestial. Sin esfuerzo, levantó ligeramente el agua bajo nuestra barca. Lo que quedaba de agua cayó al mar y se perdió entre la marea.

-¿Que haremos?- unos temblaban del miedo y dejaban de remar. Yo nunca dejé de hacerlo pero el viento hacia mi trabajo pues nos trasladaba con más velocidad así que dejé el remo y me dediqué a sacar el agua que entraba. No prestaba atención a nadie.

-Mantegan el rumbo.- alcancé a decir cuando me zarandeó la niña y no pude evitar mirarla. Apreté los dientes y la aferré al asiento del barco. -No te alejes de mí, ¿ok?

¿Hasta aquí llegaríamos?

Cuando llegó el momento, las olas azotaban y tambaleaban nuestro transporte. Sin duda íbamos a volcar pero aún teníamos tiempo.

Mi prioridad era aquella niña, por lo qué, al ver caer a otro prisionero no me separé de ella. El viento había dejado de ser tan duro con nosotros por alguna razón pero el mar aún estaba revoltoso y nos levantaba cada tanto.

Miré a los que quedaban, aún podíamos lograrlo. Sonreí pero duró poco, detrás ví la figura dura y filosa de varias rocas.
-¡Salten!- nada más gritar, me levanté y, de espaldas al mar, salté arropando a la niña, protegiéndola de la caída.

Una ola voluptuosa cayó sobre nuestro barco y se llevó a los demás contra las rocas sin saber si pudieron salvarse a tiempo.

Lo último que recuerdo fue el agua salada entrando por mi garganta después de haberme estrellado con otra pequeña roca lejos de las demás.

Vi la luz. Era molesta.
¿Había muerto?
¿Era la entrada al paraíso?

-¡Oye! Despierta.- fue lo que escuché repetidamente pero debido al golpe escuchaba con un desesperante eco. El dolor no me dejaba moverme y al cabo de un rato volví a caer en el relajante sueño.

En la deriva no fue el final de mi vida, pero ahora extraviado en tierra tampoco creí que fuera el comienzo de ella.

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Escrito por: Sr_pieck.

Crónicas de un AscendenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora