Desde su nacimiento en días en los que los hombres aún no volcaban letras en papel, los primeros clanes emigrantes de la gran masa continental (Epivá) al norte del globo eran atacados sin clemencia por la poca delicadeza de la flora y fauna de todo el continente.
Viéndose casi reducidos a unas miles de personas de las cientas de miles que emigraron en un principio, varios sabios decidieron cranear una contrarrespuesta a sus depredadores (dragones, basiliscos, hidras, huargos, entre otros) dominando primero a los llamados Grandes Sabuesos Huargos de Bosquehiedra ya que sin ellos toda la manada huarga fue sometiéndose con tiempo.
Mientras evitaban a los Guardianes del Firmamento (dragones), sembraron la discordia entre las bestias robando huevos y plantándolos en guaridas de otras para que ellos mismos se encargaran de sus iguales. Todo marchaba bien para los Hombres a estas alturas de la Lucha por la Permanencia.
Los conflictos perduraron con el tiempo aunque en menor medida. Muchas de las bestias menores fueron desapareciendo y extinguiéndose, por mano del hombre, o mutando y adaptándose a otros biomas, por la destrucción de sus hogares.
La paz con los reinos de la naturaleza fueron más pacíficos gracias a la ayuda de las llamadas Druidas Fundamentales, mujeres hechiceras que pudieron comprender los procesos cognitivos de las plantas y criaturas elementales para fundirse con ellos y vivir en una armonía estable ya que ahora no se consideraba una amenaza -al menos latente- a los Hombres.
El problema aún giraba en torno a los dragones. Más longevos, fuertes e inteligentes que aquellos primeros hombres que, aunque tenían el apoyo de muchas bestias, aún no sentían que tenían el control sobre Epivá.
El fuego dragón era mucho más cuidadoso a medida que estos eran más viejos -y por ende más sabios- por lo que Los Antiguos comenzaban a tener sus dudas de acuerdo a los Hombres mientras que los Jóvenes Alados causaban estragos entre las poblanciones humanas siempre que podían. Aunque su era estaba concluyendo.
Sería por obra del Primer Jinete que el reinado dracónico vería un final, ya que era la personificación de lo que todos los Profetas de Sangre predicaban: la llegada al mundo de un joven nacido entre fuego y agua que traería, a lomos de la Oveja Negra, la paz a Epivá y a los Hombres con su espada sollozante Lágrimas.
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Crónicas de un Ascendente
AdventureLos murmullos siempre eran para denotar respeto por el nombre que se pronunciaba entre curiosos, y los reflejos en las miradas gachas de los paisanos al pasar no eran más que una suma de muchas leyendas narradas... Es que era inevitable no expresar...