Carreras ilegales.

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Capítulo uno:
—¿Qué? —paré en seco.

Cherry Murray me miró extrañada, frunciendo el ceño.

—¿Qué pasa, Micky?—preguntó.


—¡Cómo pude ser tan estúpida! —casi grité.


Ella se extrañó más.


—Se me quedó mi bolso—solté y le lancé las llaves de mi auto a sus manos, ella lucha por agarrarlas—Llévatelo, iré a ver si todavía está ahí.


Ella gritó una cosa inentendible pero yo seguí corriendo, en ese bolso está mi celular y sin mi celular no soy nada quitando el hecho de que mi madre me mataría por no contestarle.


Adentrándome más en la oscuridad llegué a donde realmente no quería hacerlo.


¿Dónde coño queda el teatro? Me pregunté tanteando en mis bolsillos para llamar a Cherry pero luego recordé: El celular está en el bolso. Era una costumbre llamar a Cherry para preguntarle sobre las anotaciones de la preparatoria o preguntarle que había dicho el chico que coqueteaba conmigo con ella a mí lado.


Había ido con Cherry al teatro de “Drama” para explicarle a nuestro mejor amigo que la película se trata sobre una chica que está secuestrada en un calabozo por un joven malo y peligroso. Dean, mi mejor amigo, quería ver esa película sólo para conquistar a chicas, ahora aquella peli a las chicas les da mucha pena y todas la pasan viendo pero realmente fue un martirio escuchar los sollozos de la muchacha en el pequeño teatro. 


El olor a humo se lo olía en todos lados, se escuchaban como los motores prendían y luego apagaban, no sabía dónde estaba. Era nueva en la ciudad. Me había mudado a un apartamento con mis dos mejores amigos, nosotros vivíamos en Vermont, un estado pequeño y en estos días todavía no me acostumbraba a estar aquí, Londres es realmente grande.


—¿Qué hay, linda? —me dijo un chico lleno de tatuajes.


Me sobresalté y lo ignoré. ¿Quién es? Es lo único que puedo preguntarme ya que los chicos en Vermont ni siquiera me ponían un pelo de atención.
Me acerqué a un señor que tenía fruncido el ceño y por las arrugas, me di cuenta de que seguramente repetía aquel acto seguido pero es el más decente de aquí, por lo menos.


—Buenas noches—dije amable.


El señor me miró y sonrió.


—¿Eres el nuevo premio, querida? —preguntó con una voz irritable.


Junté mis cejas. ¿El premio? 


—¿Qué? No, yo solo…—tartamudeé.


¿Qué es esto?


—Mira, amor. El trabajo es este, hoy el ganador tendrá una prostituta en el regazo. Sólo por una noche—me explicó.


Volví a fruncir el ceño y solté una carcajada, nerviosa.


Vi a muchos chicos llenos de tatuajes y piercings. Había algunas chicas y chicos también con tatuajes y piercings pero en unas gradas detrás de una pequeña malla. 
Unas chicas casi semidesnudas se pasean con banderitas y sonríen coquetamente al escuchar los “piropos” de los chicos pero, no se les puede decir “piropos” porque eran algo así como: “Chica, está noche te haré mía” o “te haré gemir fuerte”

Era definitivamente un asco.


—Cariño—me llamó aquel señor—. ¿No vienes por el trabajo?

Fall.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora