Trabajo.

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Capítulo cuatro: 


Giré los ojos ante lo que decía aquel drogadicto.

No, no y no.

No me iba a quedar trabajando gratis en su tienda por robar un estúpido CD lo cual claramente fue una mentira nada piadosa. Pero claro, el dueño de la tienda había aceptado tal cosa que tuve por obligación, aceptar a regañadientes.

Era; O me iba a la cárcel, o me quedaba trabajando por sesenta días ahí sin una paga.


Entonces no me quedó de otra que decidirme por la más fácil.


El chico tatuado se había ganado mi odio, se había ganado mi odio entero. Era un maldito psicópata y mentiroso, creía que el mundo estaba a sus pies con una sola mierda de sus ojos azulados.


El primer día de trabajo fue el peor, todos me miraban como si fuera a robar otra cosa, los guardias me observaban a cada momento y a pesar de que no lo admitiera en voz alta, me sentía intimidad por todo el mundo desde ahora en adelante.


Dejé un CD de rock en las estanterías mientras lanzaba un suspiro al aire. Sentí una mano en mi hombro y me volteé rápidamente.


—Ese no va ahí—susurró Niall con su sonrisa torcida, sus manos estaban metidas en los bolsillos de sus pantalones.


—Pero… es la estantería de rock—me excusé.


—No, ese va allá arriba—repitió y me señaló lo alto de aquella estantería.
Abrí mis ojos ampliamente y bajé la cabeza, frunciendo los labios.


—Entonces… ¿me puedes ayudar a subir? —pregunté, tímida.


—No, hazlo tu sola—me guiñó su ojo antes de irse con esos movimientos de macho alfa que hacían que todos le temieran.


Bufé y halé unas escaleras del sótano para luego treparme mientras intentaba mantener el equilibrio.


A la primera, casi caí pero pude subir a la estantería con facilidad luego.

Niall era el chico más tonto que he conocido alguna vez. No podía hablarle porque me ignoraba ya que se creía Obama así que decidí hablarle a una rubia de la caja.


—Hola—saludé con la mano.


Por lo menos, necesitaba algún amigo.


—Aléjate de mí, ladrona—me escupió mirándome con asco.

Retrocedí unos pasos con una mueca en la cara, sacudí la cabeza y puse las manos en mi rostro, respirando agitadamente.


Para mí decir aquella chica se parecía mucho a Niall, tatuada, rubia teñida con mechas azules y piercings por toda la cara.


Lo pensé bien y me di cuenta de que no necesitaba amigos; con Dean y Cherry ya me era suficiente.

El día pasó lento, cada vez que para mí pasaba una hora, miraba el reloj y recién habían pasado cinco minutos y las miradas de Niall en mi culo no hacían nada más que estremecerme.


—Oye, puta—me habló Niall antes de irme.


Me volví hacía él con intención de gritarle, no había nadie e incluso me daban ganas de golpearlo.


—No me digas puta—le ordené, me recordaba a nuestro primer día de conocernos y me hacía arrepentir de haber aceptado.


—Pues hago lo que quiero, puta—hizo en énfasis en el insulto.

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