Capítulo 1

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Llevo muchas semanas conduciendo por toda España, en un pueblo cambien el coche por otro más antiguo, trabajando en varios sitios. Ya tengo el dinero justo, para subsistir, pagando en efectivo y no dejar rastro. En Villa Lobo descanse un buen rato voy camino a Cuatro Rosas.

Voy a conocer a su retoño, desde hace seis años que no tengo vacaciones hasta ahora, siempre trabajando, ellos por su trabajo tampoco han podido venir a verme a mi ciudad natal.

Es Domingo he comido en un pequeño restaurante fuera de la autopista, en un pintoresco pueblo.  Estoy conduciendo por una carretera comarcal entre Aguas Frías y Aguas Calientes, con unas curvas peligrosas, voy escuchando la radio una canción de romántica bajita, tengo toda la concentración en dicha carretera.

De repente en una pequeña recta, se me para el coche en seco, no lo puedo arrancar, el móvil sin batería, espero si pasa alguien, no pasan ni coche ni motos. Me bajo del coche, lo empujo hasta un descampado, recojo la mochila de emergencias del maletero, lo cierro. 

Voy caminando por un estrecho arcén de tierra, me tropiezo con una piedra sobresalida, me caí hacia delante, me hice daño en las rodillas y rasguños en las manos. Me levanto, estoy temblando, me apoyó en el guarda raíl, descanso durante diez minutos, continuo.

A dos kilómetros, encuentro una estación de servicios que se llama "Los Tulipanes", al lado hay un pequeño hostal, ni mire el nombre, tiene varios surtidores, hay un pequeño taller cerrado.

El hostal tiene varias plantas, en la primera son de los trabajadores, las demás plantas son para los viajeros, abajo, hay el restaurante, la recepción, un salón con amplios sofás, sillones, tiene una televisión de plasma y una pequeña librería. Tienen una pequeñísima cafetería.

Entre en la recepción, está un chico joven, puso mala cara al ver mi aspecto. Tengo la falda y la camisa manchadas de sangre seca, el pelo desaliñado. Estoy agotada, me acerque allí, las manos me duelen y  las rodillas tengo palpitaciones.

-  ¡Hola jovencito!- saludé con voz cansada.

- ¡Hola!, ¿se encuentra bien, señora?- me saluda muy seco.

- Sí me he caído por el camino, necesito una habitación.

- Voy a mirar si nos queda una habitación libre.

- Sí, hay una habitación libre es la 210, está en la segunda planta, pasillo derecho.

- ¿Cómo se llama?.

- Me llamo Cassandra- le contestó Andrea.

- Déjame su carnet de Identidad, para introducir los datos en el ordenador.

Andrea rebuscó por la mochila, encontró su monedero y le dio su carnet al recepcionista. Introdujo todo en la base de datos del hostal. Se lo devuelve y le da la llave de la habitación.

-¿Cuánto te debo por favor?

- Te veo cansada, sube. Yo me llamo Juan, siempre estoy aquí sino mi compañero Ramón. 

 Ya me lo pagarás, necesitas descansar.

- Gracias.

Me dirigí hacia el ascensor, no puedo subir escaleras hasta el segundo rellano, salgo en la segunda planta, giró hacia el pasillo derecho, ando unos pasos, encuentro la habitación 210, abro con la llave tarjeta la puerta, enciendo las luces, pongo en la obertura la tarjeta, observó la habitación.

Es muy sencilla, una cama de matrimonio con dos mesitas de noche en cada lado de la cama, teléfono, con dos lamparitas de noche, un escritorio con otra lámpara, un lavabo completo, en vez de bañera, plato de ducha, un balcón cuadrado, con unas vistas espectaculares de las montañas, hay una mesa con dos sillas.

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