El comienzo de mi vida de ermitaño ha sido poco venturoso. ¡Cuatro semanas enfermo,
tosiendo constantemente! ¡Oh, estos implacables vientos y estos sombríos cielos del
¡Norte! ¡Oh, los intransitables senderos y los calmosos médicos rurales! Pero peor que todo,
incluso que la privación de todo semblante humano en torno mío es la conminación de
Kenneth de que debo permanecer en casa, sin salir, hasta que empiece el buen tiempo...
Heathcliff me ha hecho el honor de visitarme. Hace siete días me envió un par de guacos,
que, al parecer, son los últimos de la estación. El muy villano no está exento de
responsabilidades en mi enfermedad, y no me faltaban deseos de decírselo, pero ¿cómo
ofender a un hombre que tuvo la bondad de pasarse una hora a mi cabecera ha-blándome de
cosas que no son medicamentos? Su visita constituyó para mí un grato paréntesis en mi
enferme-dad.
Todavía estoy demasiado débil para leer. ¿Por qué, pues, no pedir a la señora Dean que
continúe relatándo-me la historia de mi vecino? La dejamos en el momento en que el
protagonista se había fugado y en que la heroína se casaba. Voy a llamar a mi ama de
llaves: seguramente le agradará que charlemos.
La señora Dean acudió.
De aquí a veinte minutos le corresponde tomar la medicina, señor dijo.
¡Déjeme de medicinas! Quiero...
Dice el doctor que debe usted suspender los polvos...
¡Encantado! Siéntese. No acerque los dedos a esa odiosa hilera de frascos. Saque la
costura y continúe rela-tándome la historia del señor Heathcliff desde el punto en que la
suspendió el otro día. ¿Concluyó su educación en el continente y volvió hecho un
caballero? ¿O bien emigró a América y alcanzó una posición exprimiendo la sangre de los
naturales de aquel país? ¿O es que se enri-queció más deprisa dedicándose a salteador de
caminos?
Quizá hiciera un poco de todo, señor Lockwood, pero no puedo garantizárselo. Como
antes le dije, no sé cómo ganó dinero, ni cómo se las arregló para salir de la ignorancia en
que había llegado a caer. Si le parece, conti-nuaré explicándole a mi modo, si cree usted
que no se fa-tigará y qué encontrará en ello algún entretenimiento. ¿Se siente usted mejor
hoy?
Mucho mejor.
Cuánto me alegro.
Catalina y yo nos trasladamos a la «Granja de los Tor-dos», y ella comenzó portándose
mejor de lo que yo es-peraba, lo que me sorprendió bastante. Parecía hallarse
enamoradísima del señor Linton, y también demostraba mucho afecto a su hermana.
Verdad es que ellos eran muy buenos para con Catalina. Aquí no se trataba del es-pino
inclinándose hacia la madreselva, sino de la madreselva abrazando al espino. No es que los
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𝒞𝓊𝓂𝒷𝓇𝑒 𝐵𝑜𝓇𝓇𝒶𝓈𝒸𝑜𝓈𝒶𝓈
Historical Fiction𝑆𝑒𝑔𝑢́𝑛 𝐻.𝑃. 𝐿𝑜𝑣𝑒𝑐𝑟𝑎𝑓𝑡 "𝐶𝑢𝑚𝑏𝑟𝑒𝑠 𝑏𝑜𝑟𝑟𝑎𝑠𝑐𝑜𝑠𝑎𝑠" 𝑒𝑠 𝑢𝑛𝑎 𝘩𝑖𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎 𝑡𝑜𝑡𝑎𝑙𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑎𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑛𝑜𝑣𝑒𝑙𝑎 𝑦 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑜𝑏𝑟𝑎 𝑙𝑖𝑡𝑒𝑟𝑎𝑟𝑖𝑎 𝑑𝑒 𝑡𝑒𝑟𝑟𝑜𝑟, 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢𝑠 𝑒𝑛𝑙𝑜𝑞𝑢�...