Ayer hizo un día despejado, frío y sereno. Como me había propuesto, fui a «Cumbres
Borrascosas». La señora Dean me pidió que llevase una nota suya a su señorita, a lo que
accedí, ya que no pensé que hubiera en ello segun-da intención. La puerta principal estaba
abierta, pero la verja no. Llamé a Eamshaw, que estaba en el jardín, y me abrió. El
muchacho es tan bello que no se hallaría en la comarca otro parecido. Le miré atentamente.
Cualquiera diría que él se empeña en deslucir sus cualidades con su zafiedad.
Pregunté si estaba en casa el señor Heathcliff y me dijo que no, pero que volvería a la hora
de comer. Eran las once, y manifesté que le esperaría. Él entonces soltó los utensilios de
trabajo y me acompañó, pero en calidad de perro guardián y no para sustituir al dueño de la
casa.
Entramos. Vi a Cati preparando unas legumbres. Me pareció aún más hosca y menos
animada que la vez ante-rior. Casi no levantó la vista para mirarme, y continuó su faena sin
saludarme ni con un ademán.
«No veo que sea tan afable reflexione yo como se empeña en hacérmelo creer la señora
Dean. Una beldad, sí lo es, pero un ángel, no.»
Hareton le dijo con aspereza que se llevase sus cosas a la cocina.
Llévalas tú contestó la joven.
Y se sentó en una banqueta al lado de la ventana, en-treteniéndose en recortar figuras de
pajaros y animales en las mondaduras de patatas que tenía a un lado. Yo me aproximé, con
el pretexto de contemplar el jardín, y dejé caer en su falda la nota de la señora Dean.
¿Qué es eso? preguntó en voz alta, tirándola al suelo.
Una carta de su amiga, el ama de llaves de la «Gran-ja» contesté, incomodado por la
publicidad que daba a mi discreta acción, y temiendo que creyera que el papel procedía de
mí.
Entonces fue a cogerla, pero ya Hareton se había ade-lantado, guardándosela en el bolsillo
del chaleco, y di-ciendo que primero había de examinarla el señor Heath-cliff. Cati volvió
la cara silenciosamente sacó un pañuelo y se lo llevó a los ojos. Su primo luchó un
momento con-tra sus buenos instintos, y al fin sacó la carta y se la tiró con un ademán lo
más despreciativo que pudo. Cati la te-cogí la leyó, me hizo algunas preguntas sobre los
habi-tantes, tanto personas como animales de la «Granja», y al fin murmuró, como si
estuviera hablando consigo misma:
¡Cuánto me gustaría ir montada en Minny! ¡Cuánto me gustaría subir allá! Estoy fatigada
y hastiada, Ha-reton.
Apoyó su linda cabeza en el alféizar de la ventana, y dejó escapar no sé si un bostezo o un
suspiro, sin preocu-parse de si la mirábamos o no.
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𝒞𝓊𝓂𝒷𝓇𝑒 𝐵𝑜𝓇𝓇𝒶𝓈𝒸𝑜𝓈𝒶𝓈
Ficción histórica𝑆𝑒𝑔𝑢́𝑛 𝐻.𝑃. 𝐿𝑜𝑣𝑒𝑐𝑟𝑎𝑓𝑡 "𝐶𝑢𝑚𝑏𝑟𝑒𝑠 𝑏𝑜𝑟𝑟𝑎𝑠𝑐𝑜𝑠𝑎𝑠" 𝑒𝑠 𝑢𝑛𝑎 𝘩𝑖𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎 𝑡𝑜𝑡𝑎𝑙𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑎𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑛𝑜𝑣𝑒𝑙𝑎 𝑦 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑜𝑏𝑟𝑎 𝑙𝑖𝑡𝑒𝑟𝑎𝑟𝑖𝑎 𝑑𝑒 𝑡𝑒𝑟𝑟𝑜𝑟, 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢𝑠 𝑒𝑛𝑙𝑜𝑞𝑢�...