A la noche lluviosa siguio una mañana de niebla, con escarcha y una ligera llovizna.
Arroyos impro-visados des-cendían de las colinas, dificultando nuestro camino. Yo,
mo) ada y furiosa, estaba muy a punto de sacar partido de cualquier circunstancia que
favoreciese mi opinión. En-tramos por la cocina, a fin de asegurarnos que era verdad que el
señor Heathcliff estaba ausente, pues yo no creía nada de cuanto decía.
José se hallaba sentado. A su lado crepitaba el fuego, sobre la mesa a que estaba instalado
había un enorme vaso de cerveza rodeado de gruesas rebanadas de torta de avena, y en la
boca tenla su negra pipa. Cati se acercó a la lumbre para calentarse. Cuando pregunté al
viejo si esta-ba el amo, tardó tanto en responderme, que tuve que re-petírselo, temiendo que
se hubiera quedado sordo.
¡No está! rezongó. Así que te puedes volver por donde has venido.
¡José! gritó una voz desde dentro. Llevo un si-glo llamándote. Vamos, ven, no queda
fuego.
José se limitó a aspirar más vigorosamente el humo de su pipa y a contemplar
insistentemente la lumbre. La criada y Hareton no aparecían por parte alguna.
Como reconocimos en el que llamaba la voz de Lin-ton, entramos en su habitación.
¡Así te mueras abandonado en un desván! prorrump-ió el muchacho creyendo, al sentir
que nos acercá-bamos, que nuestros pasos eran los de José.
Y al ver que se había confundido, se turbó. Cati corrió hacia él.
¿Eres tú, Cati? dijo él, levantando la cabeza del respaldo del sillón en que estaba
sentado. No me abra-ces tan fuerte, porque me ahogas. Papá me dijo que vendrías a
verme. Cierra la puerta, haz el favor. Esas odiosas gentes no quieren traer carbón para el
fuego. ¡Y hace tan-to frío!
Yo misma llevé el carbón y revolví el fuego. Linton se quejó de que le cubría de ceniza,
pero tosía de tal modo y parecía tan enfermo, que no me atreví a reprenderle por su
desagradecimiento.
¿Te agrada verme, Linton? ¿Puedo serte útil en algo? preguntó Cati.
¿Por qué no viniste antes? repuso él. Debiste venir en vez de escribirme. No sabes
cuánto me cansaba escribiendo aquellas largas cartas. Hubiera preferido ha-blar contigo.
Ahora ya no estoy ni para hablar, ni para nada. ¿Y Zillah? ¿Quiere usted, Elena, ver si está
en la cocina?
Yo no me hallaba muy dispuesta a obedecerle, tanto más cuanto que ni siquiera me había
agradecido el arre-glarle el fuego, y respondí:
Allí está José únicamente.
Tengo sed dijo Linton. Zillah no hace más que escaparse a Gimmerton desde que mi
padre se fue. ¡Es una miserable! Y tengo que bajar aquí, porque si estoy arriba no me hacen
caso cuando les llamo.
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𝒞𝓊𝓂𝒷𝓇𝑒 𝐵𝑜𝓇𝓇𝒶𝓈𝒸𝑜𝓈𝒶𝓈
Narrativa Storica𝑆𝑒𝑔𝑢́𝑛 𝐻.𝑃. 𝐿𝑜𝑣𝑒𝑐𝑟𝑎𝑓𝑡 "𝐶𝑢𝑚𝑏𝑟𝑒𝑠 𝑏𝑜𝑟𝑟𝑎𝑠𝑐𝑜𝑠𝑎𝑠" 𝑒𝑠 𝑢𝑛𝑎 𝘩𝑖𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎 𝑡𝑜𝑡𝑎𝑙𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑎𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑛𝑜𝑣𝑒𝑙𝑎 𝑦 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑜𝑏𝑟𝑎 𝑙𝑖𝑡𝑒𝑟𝑎𝑟𝑖𝑎 𝑑𝑒 𝑡𝑒𝑟𝑟𝑜𝑟, 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢𝑠 𝑒𝑛𝑙𝑜𝑞𝑢�...