10 de julio 3:02 am

60 4 0
                                    

¡Jared! ¡Jared! Él no salía. Demonios no salía. - ¡Jared! - Grité.

El mar no lo escupió, mis pies se quedaron mirando al sitio donde había estado.

Me senté en mi cama. Me tomé mi tiempo para recuperar un ritmo normal. ¿Por qué estaba teniendo una pesadilla? ¿por qué mi pesadilla se trataba de perder a Jared? ¿Por qué no hacía nada?, rebusqué entre mis sábanas para encontrar mi teléfono, la pantalla anunció que que eran las 3:02. Puse mis piernas inusualmente temblorosas en el suelo, abrí la ventana buscando aire fresco, me senté y miré el cielo estrellado. Habían pasado un par de días de la última vez que vi a Jared. La luna llena me saludó y le sonreí al cielo estrellado. Estuve en silencio escuchando a la noche y a los grillos. Todos en mi casa dormian, cerré los ojos y respire.

Yo estaba bien. Jared estaba bien.

Un aullido atravesó mis oídos dejándome inestable, subí las piernas a la ventana y apoye la frente en mis rodillas. Lo estaba imaginando. Ningún lobo pediría ayuda a las 3:19 de la mañana.

El lobo aulló de nuevo. Estaba segura que no estaba aullando a la luna, estaba pidiendo ayuda, traté de encontrar mi respiración, recordé cada aullido de mi manada, cada uno, y hasta el aullido de Regie pero éste no estaba entre ellos. No era Samuel borracho. No era Astrid pidiendo un aventón, no era ninguno de los viejos. El lobo volvió a aullar, no teníamos ninguna hembra encinta y estaba segura de que era un hombre lobo.

El lobo aulló de nuevo y yo cerré mi boca, respiré más profundo ésta vez reteniendo el impulso de soltar la cena. Reconocí el aullido, maldita sea Jared, me iba hacer vomitar, no podía ir a ayudarlo, papá y Roberto me matarían. Respiré de nuevo. Necesitaba hacer algo. Hacer algo sin despertar a toda mi casa tratando de salir.

MiedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora