1 de Julio 9:03 am.

307 6 0
                                    

Para Alex Parker tener una niña era un problema. Mi madre estaba contenta pero yo no, tenía que haber nacido de segunda, hubiese sido mejor para ambos. Ahí en la montaña estaban todos, apenas me había costado una hora en llegar y Roberto no había podido alcanzarme. Luciana llegó a mi con unas prendas de ropa y supe que tenía que dar la cara, no podía esconderme por siempre, rodé los ojos y me fui detrás de los árboles, pasé la camisa negra por mi cabeza y me puse los pantalones cortos, era todo un engorro no tener ropa interior, afortunadamente no tenía frío, ya suficiente vergüenza acumulaba en los 20 años de vida que llevaba.

- es bueno verte - sonrió Luciana.

No puedo decir lo mismo - quise decir pero Luciana no tenía la culpa, en realidad ninguno que no fuera ni Miguel ni Ignacio tenían la culpa de que yo no quisiera estar aquí. La manada no tenia muchas chicas, cuando papá había huido con sus amigos todos eran muy jóvenes y cuando Annette eligió a papá ninguno se molesto demasiado. Raul protestó pero conoció a Erika. Annette le insistió en convertirla por lo que Erika y Raul tuvieron a Juan David. El chico es un poco menor que nosotros. 2 años pero solo porque Erika perdió a su primer bebé.

- sabes que no me gusta venir por aquí pero te ves bien.

Luciana me dio una gran sonrisa. Lo malo de ser una chica aquí era que o atraías demasiada atención o no en lo absoluto. Astrid y Scarlett trataban a la mayoría como monigotes. Regina a pesar de sus 16 había empezado a ser una zorra desde los 12. Viendo a Luciana, supe que no podía tener mayor suerte. 20 hombres, se esperaba más de 20 hijos pero algunos aún no habían sentado cabeza, algunos eran muy jóvenes. Otros como Nato decían que estaban muy viejos. Lo bueno era que éramos una manada joven. No había ninguno mayor de 50 años y Raul a pesar de ser el más viejo aun atraía tantas miradas que hasta yo me preocuparía si Erika afilara las uñas.

Mi mundo no se había vuelto loco de la noche a la mañana. Había entendido desde que puse un pie en la escuela que no era igual a los demás. Los ruidos a veces eran demasiado fuertes, los olores mucho más claros. Los dolores nunca eran tan fuertes y la sangre... La sangre siempre era una mala señal.

Caminar en cuatro patas no había sido fácil. Roberto había tropezado tanto o más que yo. Cazar se me hacía desagradable. Lo odiaba cada vez mas que Ian se proponía a disfrutarlo.

Las emociones se volvían mucho más intensas pero aprendí a controlarlas, aprendí a controlarlas desde el día que tan solo con 11 años supe en que me convertiría.

- gracias - contestó la chica con una pequeña sonrisa.

- supongo que es hora de ir a impresionar - le dije.

Ella volvió a sonreír, Luciana era quizá una de las mejores chicas. Y eso que aún no había conocido a Regie.

- necesito algo de tu ayuda - dijo una voz conocida.

Luciana y yo caminamos hacia Samuel después de intercambiar miradas de perplejidad.

- ¿qué pasa? - me las arreglé para preguntar.

- recuérdale a Juan que no debe morder - señaló Sam molestando a Juan David.

- Juan David sabe las reglas. Él nunca desafiaría a sus padres o a los míos

- y a ti - escupió Miguel - tus zapatos nuevos.

Los alzó. Y no me importo que la ropa se hubiera hecho jirones.

- gracias

Él me los tendió pero sabía que su gesto estaba muy lejos de ser amable, me puse mis zapatos como si no estuviera de pie frente a ellos.

- ¿vas a convertir a alguien? - pregunté ahora mirando al chico.

Su mirada se encontró con la mía, si había alguien en este lugar al cual trataba de proteger ese era él.

- olvídalo, si necesitas decir algo sabes donde encontrarme - retrocedí. Debía confiar en mi amigo, tenía que confiar en él.

- así que eres tú.

La voz de una chica captó mi atención, ella sin duda era la nueva.

- ¿Regie?

- la misma - sonrió la morena cruzando mi mirada.

- no pretendas ser su amiga solo porque es la líder - escuche decir a Astrid.

- puede pretenderlo, quizá porque a parte de Luciana no hay ninguna otra chica digna de pretender.

- y después de todo este tiempo, ¿yo qué?

Anna me miro tratando de parecer enfadada.

- ven aquí pequeña, aunque ya no eres tan pequeña, ven acá, cuéntame las aventuras de la pequeña lobezna Ann.

- prefieres gastar tu tiempo con Ann que cualquiera de nosotros - soltó Astrid con desprecio.

- no con cualquiera pero Ann ya no es una niña y en cualquier caso también merece respeto.

Samuel silba - Beth ha sacado las garras.

- era hora - suelta Juan David.

- y ustedes qué ¿van a hablar o van a hacerme perder el tiempo?

Samuel caminó hasta a mi y pensó, solo pensó en guiarme con confianza como hacia con el resto de las chicas pero puso sus manos en los bolsillos.

- supongo que no necesitas un recorrido pero puede que Regie quiera uno.

- no gracias - soltó Regie captando su indirecta - creo que prefiero esperar a Beth y An.

- uh... - me burlé - Llevo minutos aquí y otra loba te ha rechazado, tendremos que analizar muy bien a quien vas a convertir o no hacerlo.

Samuel sonrió.

- me tienes atrapado, quizá finalmente tendrás que escogerme.

Me reí.

- si claro, solo cuando ella deje de querer estar en la cama de Jared.

Las palabras me abofetearon, me abofetearon, ¿quién demonios se creía Astrid? Uno de mis más grandes miedos era cruzar una barrera con los Torres, odiaba a Jared tanto como una vez revolvió mi estómago. Mis ojos se clavaron como dagas en Astrid.

- cuida tus palabras Astrid y recuerda que si llegas a esa cama, aunque no dudo de que ya lo hayas hecho y si no un baño te hubiera bastado, recuerda de quien depende tu lugar en esta manada.

Empecé a caminar sin importarme en que sentido lo hacía.

- depende de ti Astrid. Nunca, ni una sola vez de mí.

MiedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora