1 de Julio del 2014 8:04 am

896 18 0
                                    

- Vamos Beth. ¿Tienes algo mejor que hacer? - se burló Roberto.

Miré a mi hermano, me crucé de brazos y traté de ver que quería, que demonios quería que yo hiciera.

- 2 meses Beth. Tienes que empezar a moverte.

- Me estoy moviendo - solté en respuesta, no muy convencida a dónde quería llegar mi hermano.

- vamos Beth, sabes que correr es la mejor opción.

Me detuve a pensarlo un minuto. Mi hermano estaba interesado en algo, eso en primer lugar pero obviamente tenía que significar algo, ¿qué era tan importante para Roberto Parker que necesitaba la ayuda de su hermana mayor?

- Beth - insistió.

- ¿qué quieres? - pregunté sin rodeos.

- Correr - respondió con insistencia.

- ¿no tienes a la manada para eso?

- necesito a mi hermana. Ellos te necesitan.

- No me necesitan - repliqué.

- sí lo hacen - replicó una voz a mi espalda antes de que mi hermano pudiera contestar.

- ¿por qué estás tan seguro? - pregunté a Miguel.

- deja de hacerte la difícil Bethany, vamos.

Mi hermano nunca me llamaba Bethany, nunca lo hacía, sabía lo mucho que me molestaba, no quería llamarme como ella, no quería ser como ella.

- Beth.

Odiaba ese tono de voz. Odiaba la clara advertencia que estaba intentando lanzarme, yo no necesitaba correr y sí lo necesitaba estaba segura que no iba a hacerlo con ellos.

- Deja de lloriquear Beth. No puedes ser un hombre. Se una mujer.

Mi miraba se desplazó a Miguel, sólo porque odiaba transformarme en una bestia peluda y mugrienta él no se estaba tragando sus palabras. Mi hermano se mantuvo cauteloso, yo no tenía que informar a todos los cerdos que aunque me lanzaran lo que me lanzaran la transformación no pasaría, una vida con humanos me había preparado para ello.

- Betha...

Las palabras de mi hermano colgaron en el aire, un olor tan nauseabundo como para provocarme arcadas llego a mí, no era una persona, por lo menos ya no. Sin siquiera prestarle atención me fui a toda máquina por la calle, llegué a las rejas de un viejo parque infantil, ahí estaba Jared. Mis manos se aferraron a la reja, por más que quisiera no podía saltar sobre él. ¿A quién había matado? ¿Quién suponía una amenaza para Jared Torres?

Me agaché antes de que el cretino mirara en mi dirección, esperé que su odioso hedor a perro mojado dejara de asfixiar mis fosas nasales. Trepé la reja y bajé de un salto, caí de cuclillas y me apresuré, con la punta de mi zapato nuevo moví la camisa del hombre buscando una marca o un tatuaje, el hombre no me pertenecía. ¿Pertenecía? ¿Me estaba escuchando a mí misma? Yo Bethania Parker no podía ser una líder, me rehusaba, mi puesto debía tomarlo mi hermano, sí la única diferencia entre nosotros eran 9 meses por qué el idiota de Roberto no hacía lo que tenía que hacer y asumía el mando.

Cuando mi yo racional volvió a mí, me alejé del cuerpo, salté la reja de nuevo una vez que comprobé que la puerta estaba cerrada y me encontré con que Miguel y mi hermano me esperaban.

- No lo puedes negar Beth, eres lo que eres.

Una bestia maldita de nacimiento, eso es lo que soy - rezongue para mí misma.

- Bethania cambiaría tu puesto con él mío si Dios me lo permitiera.

- No metas a Dios en esto - espeté con enfado.

Puede que mi hermano no fuera un usurpador, manipulador y una persona vil pero su amigo, su amigo tenía pocas características de ser una persona buena, amable y bondadosa, claro. Miguel Rodríguez guardaba las apariencias, las guardaba con todos menos conmigo, conmigo no era el amable y civilizado caballero que solía ser, conmigo se reunía la bestia, la horrible bestia que era aparecía ante mí.

- Beth...

Mi hermano veía el cuerpo. Roberto era duro como una roca pero si ha algo temía mi hermano era a la muerte. Estaba tan orgullosa de mí hermano que olvidé al idiota patentado de su amigo y me concentre en él.

- fue Jared - le expliqué.

La advertencia se reflejó en su mirada aunque no fue capaz de alcanzar sus palabras.

- ¡Vamos! No debemos estar aquí, ya me acerqué lo suficiente como para estar en problemas.

Mi hermano hizo un pequeño asentimiento antes de caminar hacia la otra acera. Me partió el corazón su rostro herido y supe que era momento de ceder.

- entonces... ¿Crees que puedas vencerme en una carrera?

Sus ojos brillaron y la oscuridad se apartó momentáneamente de ellos.

- nunca lo dudes.

Me reí antes de echar a correr calle abajo. Necesitábamos estar muy lejos antes de que la verdadera carrera comenzase.

MiedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora