Razón 2° Bromista

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3 de Febrero

Lista sobre las diez principales razones para no enamorarse de James Potter por Lia Browens.

1. Tiene la madurez de un niño. 

2.  El 99% de su cerebro solo piensa en bromas (para los Slytherin)

Aun estaba enfadada. La pesadez de mis brazos era un recordatorio constante de que la tarde anterior había estado castigada durante horas por culpa de cierto chico de pelo castaño. Ni siquiera quería pensar en su nombre. Si me lo encontraba de frente, era bastante capaz de asestarle un puñetazo en su perfecto y encantador rostro. Razón por la cual cambiaba de dirección cada vez que me lo encontraba. Si el subía por las escaleras, yo me daba media vuelta y me metía en el primer pasillo que encontraba. Que entraba en el Gran Comedor, yo salía.

Para cuando el reloj de Hogwarts marcó la hora de la comida, yo estaba agotada –tanto física como mentalmente- de escapar de Potter. Aparecía en cada lugar en el que me encontraba, obligándome a irme con su sola presencia. Era como si supiera donde estaba cada momento del día, aunque no sabía como lo hacía. Y no saberlo y que lo hiciera, me cabreaba.

Mucho.

Me detuve en el cuarto de baño de Myrtle la Llorona mientras el resto de los alumnos continuaba caminando escaleras abajo hacia el Gran Comedor. Como siempre, el cuarto de baño estaba vacío, ya que las chicas preferíamos evitarlo a toda costa. El fantasma de Myrtle –una ex alumna que murió hace más de setenta años en aquel mismo baño- era capaz de hacer sentir incomodo hasta al más desvergonzado del colegio. Pero no escuchaba sus sollozos –siempre demasiado altos como para fingir que no los escuchabas- por lo que supuse que estaría dando alguna vuelta por las tuberías del colegio.

—Raro lugar para una reunión, ¿no crees?

Dejé mi mochila en el suelo, justo al lado del lavamanos y me gire, quedando de cara a James. Tenía el pelo más desordenado de la habitual, la túnica arrugada y la corbata deshecha. Una sonrisa surcaba sus labios mientras que sus ojos parecían brillar de... ¿tristeza? No estaba segura, pero en aquellos momentos se parecía demasiado al gato que nunca ha cazado a un ratón. Y eso me daba muy mala espina.

— ¿Qué has hecho?— pregunté, dejando escapar un suspiro de cansancio.

— ¿Por qué crees que he hecho algo?— el tono indignante de su voz –claramente falso- me hizo sonreír y mirarlo mal. Era algo que siempre lograba conmigo. Divertirme incluso cuando yo no quería.

—Porque te conozco desde hace siete años, así que... ¿Qué has hecho?

Como un tic nervioso, se paso la mano derecha por el desordenado pelo castaño, despeinándolo más. Era algo que hacía siempre cuando se encontraba nervioso, avergonzado o en una situación incómoda en general. Albus también lo hacía, pero con mucha menos regularidad que su hermano.

Su sonrisa se acentuó un poco más y sus ojos castaños se clavaron en el suelo. Suspire de nuevo.

—Dime, por favor, que cualquiera que sea la broma que hayas hecho no ha sido contra los Slytherin.

Sus ojos brillaron, maliciosos y supe que mis esperanzas eran completamente vanas.

La obsesión de James por hacer bromas a los alumnos de Slytherin a veces me alarmaba. Aunque admitía que lograba convencerme de participar en alguna –sobre todo cuando me aseguraba de que no había posibilidad alguna de que nos pillaran- , me preocupaba que terminaran expulsándolo. La directora se lo había advertido dos años atrás, cuando un alumno de sexto había terminado en San Mungo por culpa de una broma de James que no había salido como había planeado. Otra broma peligrosa y sería expulsado. Y aunque solía enfadarme y pelearme con él, lo último que quería era que lo expulsaran. Mucho menos ahora que solo le quedaba este año para terminar sus estudios en Hogwarts.

Negué con la cabeza y, recogiendo mi mochila de donde la había dejado, me acerqué a Potter.

Sus ojos se mantenían fijos en los míos mientras me acercaba. Era algo que notaba que hacía mucho últimamente. Casi desde principios de curso. Me molestaba y confundía, sobretodo porque, sin saber el porqué, siempre terminaba perdiéndome en sus ojos castaños. Y no quería perderme a mi misma en aquel mar de chocolate porque dudaba poder reencontrarme.

Desvié mis ojos de los suyos, mirando más allá de él y me detuve a su lado. Menta y jabón. Era capaz de reconocer aquel aroma que me había acompañado desde primero en cualquier lugar.

— ¿Alguien te vio?

—Claro que no, aunque Hugo y Roxanne me vieron venir hacia aquí corriendo. Seguro que ya están cuchicheando con mis primos el porqué estaba tan apurado por entrar al baño de las chicas.

—Mientras solo hablen de eso y no de tus bromas... por mí no hay problema.

La mirada de reproche que me dirigió me hizo reír. James amaba hacer bromas, pero no era tan flexible cuando era la gente quien se burlaba de él. Quizás esa era la razón por la cual me gustaba hacerlo enfadar. Su moreno rostro de fruncía en una mueca de disgusto que lograba hacer reír a cualquier persona.

Aun sonriendo, lo cogí de la mano. Lo último que pensaba hacer era irme al Gran Comedor sin él. Justo después nos tocaba Historia de la Magia, y como bien sabía, Potter era capaz de saltarse la comida con tal de no ir a la clase del profesor Binns. No se lo reprochaba. Era la clase más aburrida de todas, pero aunque lo entendía, no pensaba permitir que faltase.

Tirando de su mano, lo saqué medio a rastras del baño de las chicas. Caminaba a desgana detrás de mí, pero mientras me siguiera, me daba igual si estaba conforme o no.

— ¿Ya no estás enfadada?

Lo miré de reojo, estaba casi a mi lado, caminando como si no le costara nada mantener mi ritmo. Suponía que era así ya que sus piernas eran más largas que las mías.

—Supongo que no— contesté, conteniendo un suspiro.

Estaba cansada de no poder mantenerme enfadada durante mucho tiempo con James. Era como si supiera exactamente que hacer o decir para que mi enfado se desvaneciera como las nieblas invernales que cada mañana rodeaban el lago del Calamar Gigante.

Con una sonrisa, me soltó la mano y rodeo mis hombros con su brazo, tirando de mí hacía su cuerpo.

—Entonces pasemos de la comida y hagamos una broma a las serpientes.

—James, suéltame.

—Broma, broma... ¡Vamos a hacer una travesura!

Su cuerpo irradiaba calor. Abrasador. Casi como si fuera una estufa y podía sentir perfectamente como el olor a menta y jabón me llenaba los pulmones y lograba atontarme. Era como si fuera una poción, o un hechizo aturdidor, ya que casi no era consciente de nada que no fuera el brazo de James sobre mis hombros y mí cuerpo pegado a su costado.

A pesar de mis protestas, que cada vez eran más débiles, mis pies seguían su paso casi como si tuvieran voluntad propia.

—Pero solo una broma, ¿de acuerdo?— me sorprendí aceptando, a regañadientes. Todo por culpa del calor de su cuerpo y de su olor, que lograba desconectar las funciones de mi cerebro que me hacían una persona racional.

Sus ojos castaños se clavaron en los míos azules. Como dos profundos pozos de chocolate, casi me podía sentir cayendo dentro de ellos.

—Una es más que suficiente.

______

Nota de la Autora: Lamento mucho haber tardado tanto en actualizar la historia, pero como ya había avisado, un apagón borró todos los archivos y he tenido que empezar de cero la historia. Ahora al menos, tengo una copía en papel por si las dudas.

La verdad, es que es bastante distinto al cápitulo que pensaba subir, pero me gusta el resultado. Espero que a ustedes también les guste.

Se lo dedico a todos los que me siguen y leen esta historia, tanto si comentan, votan como si no.

Gracias.

¡Muchos besos de nocilla!


10 Razones para NO EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora