Capítulo 11. Aceptamos pulpo como animal de compañía

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Me encontraba sentada en la sala de espera de "Realife" con una ficha para rellenar y un bolígrafo dando vueltas entre mis dedos. Era una salita pequeña de color lila muy suave, con seis butacas de plástico moradas y con una mesa central haciendo la función de revistero. Había un hilo musical de música bastante deprimente, que no animaba mucho.

A mi lado había una chica rubia de  unos tristes ojos azules con una pequeña tripita sobresaliendo de su ajustada camiseta. La otra era una chica morena de no más de dieciséis años que rellenaba despreocupadamente la misma ficha que yo sostenía entre mis manos.

Yo bajé la vista y comencé a leer y rellenar las preguntas:

Nombre: Samantha Grey.

Edad: dieciocho.

Embarazo: Ocho semanas.

Sexualmente activo: Sí.

Motivo: ...

Esperé un momento mientras que la inspiración venía a mí.

-Motivo...-vocalicé, sin intención de que la chica morena me escuchara.

-Invéntate cualquier cosa. Yo es la tercera vez que vengo y el motivo es el mismo, pero no puedo poner que mi novio es gilipollas, así que pongo aventurillas, además nadie va a leer esto.- dijo ella sonriendo.

"Yo es la tercera vez que vengo." repetí en mi cabeza. ¿Qué clase de padres no están atentos a que su hija se ha practicado tres abortos, si fuera mi hija la...

-Samantha Grey.- la voz de la recepcionista me había sacado de mi conversación interior.

Si yo tuviera una hija  no la educaría como a esta tía...yo podría tener una hija en unos pocos meses.

Volví a mirar el formulario y leí nuevamente la palabra "motivo". ¿Qué motivo podía tener? ¿Que no me daba la gana ser madre con dieciocho años? ¿Que tendría que madurar más? Eso no eran más que minuncias y gilipolleces que ni yo me creía. Claro que podía hacerlo sola, vaya que si podía.

-Acto y consecuencia.- dije en voz alta con una sonrisa mientras miraba a la chica morena de mi lado. Dejé el informe encima de la mesita de cristal y salí de aquella sala.

Estábamos en noviembre y el frío me calaba en los huesos. Cerré mi chaqueta y ajusté la bufanda a mi garganta. Saqué el móvil y llamé a Amelie para que pasara a buscarme porque yo había ido andando.

Cuando colgué miré hacia mi estómago.

-Escúchame bien, duendecillo, te acabo de salvar la vida, espero que como poco seas presidente en un futuro para compensarme por lo que me espera.- le dije. En siete meses más podría decírselo a un bebé.

Cinco minutos más tarde, Amelie apareció conduciendo mi coche. Ella me miró al ver de donde estaba con curiosidad. Yo me limité a senterame en el asiento del copiloto, mientras sentía los ojos de Amelie observándome.

-¿Sam? ¿Algo que contarme?- preguntó ella mientras conducía el coche.

-Sí. ¿Qué me dirías si te ofreciera mudarnos?- dije yo sonriéndole ampliamente. Era el momento perfecto.

-Que estás loca, pero me iría contigo, desde luego.- dijo ella devolviéndome la sonrisa.

-Genial. Pues a buscar pisos con tres maravillosas habitaciones.- se lo iba a decir ahora mismo, no servía de nada retrasarlo.

-Claro, necesitamos tres habitaciones para plantar toda la María que tenemos.- dijo ella con ironía.

-No, necesitamos tres habitaciones porque estoy embarazada y voy a tener un bebé.- dije de sopetón. Si el coche no estuviera ya parado y aparcado delante del edificio en el que vivíamos, seguramente hubiera provocado un accidente. Amelie me estaba mirando como esperando que me empezara a reír y decirle que era una broma, pero yo no me reí.

Donde el viento te lleve. (CORRIGIÉNDOSE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora