Si no sacas fuerza, vidalita te quedas sin nada

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Al día siguiente era Jueves y yo tenía varias pruebas escritas, que las hice todas pésimo y seguro que me iban a dar puros unos, porque ya no pensaba en abrir un libro, que llegaba a la casa y me pasaba encerrada peinándome y arreglándome hasta que sentía la bocina afuera, tres bocinazos bien largos y uno corto, y siempre había algo que hacer, ir a las fumadas, por ejemplo, que yo trataba de no ir, yo le decía a Juan Carlos que mejor fuéramos a caminar por el parque, pero él, con el grupo, y la pureza, me decía que era la mejor forma de mantenerse puro, y que la situación política, que estábamos viviendo en la cumbre de un volcán, o nos íbamos a comer unos sandwiches al "Sagaro" donde hacían unas gordas con mayonesas bien apetitosas, o los pasteles del "Turbillon" que eran todos de merengue con crema y una guinda en la punta, que había tantas cosas que ver en Providencia, la pura que yo no conocía nada de Santiago, ni me había dado cuenta antes de que apareciera el Juan Carlos, creía que el centro, que la Plaza de Armas, hasta ahí llegaba, una vez nos convidaron a un cumpleaños por allá por la Gran Avenida y fuimos con mi madrina, y tomamos una micro que demoró como dos horas y ahí recién me empecé a dar cuenta de que Santiago era más re grande, y ahora, que estaba creciendo pa todas partes porque con las tomas, porque mi mamá dijo que todos íbamos a tener casas ahora, aunque yo estaba de lo más contenta con mi madrina, a pesar de que el water era un hoyo, y en poco más íbamos a tener que hacerlo limpiar un día, y no teníamos agua caliente, como la gente rica que puede tener toda la que quiera, pero a veces yo me ponía a pensar en mis hermanitos y me daba harta rabia porque mi madrina no podía traérselos a todos, si apenas teníamos para comer, que el montepío era una miseria, era harto buena mi madrina que me bordaba unas blusas para que saliera con el joven, me decía, y la otra noche ella había salido a la puerta del cité y lo vio, y Juan Carlos, más mal educado, ni siquiera se bajó del auto, le hizo un gesto con la mano, mientras mi madrina, venía y venía y risa y risa. Y con razón me dijo después mi madrina que estos jóvenes de ahora no conocían la educación, que el finado don Lucho, si lo hubiera visto, era tan cumplido, y con las damas, tan fino. Yo, todavía no me reponía bien de lo de anoche. Estuve soñando con él. Soñé que seguíamos y seguíamos bailando esas canciones suavecitas, en inglés y que íbamos por las nubes y seguíamos unidos, que yo lo besaba y él me besaba y estábamos unidos y desperté dos o tres veces en la noche y me abrazaba a la almohada y me reía sola, y seguía soñando de nuevo, y de nuevo pedía que volviera y la virgencita de Montserrat me traía otra vez los besos de Juan Carlos y en la mañana apenas me pude levantar para ir al colegio, porque anoche había llegado como a la una, anoche y mi madrina estaba más enojada, pero cuando volví del Liceo el Juan Carlos no aparecía, así que me fui a mi pieza y me quedé traspuesta, y dormí como hasta las siete y después corrí a la calle y nada, y pregunté a la Rosa, que tiene un puesto de diarios, si había visto el auto, y ella me dijo que no, y así me quedé más tranquila, aunque a lo mejor, me dije, a lo mejor, después de lo de anoche, el Juan Carlos no viene más. Como a las nueve, cuando estábamos tomándonos la sopa de sémola, que era cuando no tenía plata la madrina, llegó mi mamá, y aunque mi madrina había jurado que nunca más la recibiría, la vieja se puso a gemir y a pedirle por favor y como no estaba curada... Tenía tan buen corazón mi madrinita. Entonces nos contó que la población había crecido mucho, que todas las noches llegaban camiones y carretelas, que habían montones de vecinos nuevos, y que se había organizado una posta allí mismo, con enfermeras y todo, y un doctor que iba todos los días, y que les iban a instalar televisión para todos, y que estaban haciendo un club de fútbol y que las casas ya iban subiendo el cerro, hacia La Pirámide. "Tanta maldad, comadre por Dios, va a creer que hay unos enormes potreros vacíos, llenos de árboles, y nosotras, sin tierra..." Y nos contó que Allende, cuando subiera, lo primero era ponerle luz eléctrica y pavimento, y hacerles una escuela preciosa, porque la educación era importante, nos decía la vieja, y yo la miraba medio sentida, no había cómo quererla, no era lo mismo, antes, cuándo cabra, porque la vieja me cuidó un poco, es cierto, pero después de esas fiestas, que fue para San Manuel, todavía me acuerdo y todos durmiendo en el rancho, y la vieja que me metía a mí a un lado de la cama y ella al medio y don Beno al otro lado, y estaba tan curada, que cuando el viejo se me tiró encima yo grité y chillé y el viejo era grande, como un perro grande, y estaba curado, pero no tanto como la vieja que no abría los ojos y ronca que ronca, y yo llamándola, a veces me volvía eso, era el sueño, muchos años atrás, cuando la madrina me trajo, que yo despertaba gritando y llorando y en la mañana, cuando las vecinas me encontraron y me llevaron a la posta, y después me trajeron, y la mamá me empezó a pegar y me dijo que era una puta, y me dijo que todas andaban detrás de don Beno porque era bueno pa la cama. Y me echó de la casa. Yo tenía siete años. ¿Y cómo me iba a olvidar de eso? Y cuando la mamá se ponía a hablar de la justicia, de que ahora sí, de que todos íbamos a ser felices, ¿cómo me iba a olvidar yo del Porotito, que se acaba de morir y que era tan lindo? Que cuando se reía hacia unos gorgoros, y tenía los ojos iguales a los míos. La mamá nos dijo que había otra concentración para Allende, que ahora había que apoyarlo porque los momios estaban listos para impedir el triunfo, que andaban haciendo explotar bombas por todo Santiago, pero que ellos también estaban listos, que toda la población iba a salir a la calle, que habían ido estudiantes, montones de estudiantes, de esos barbudos, y que les estaban enseñando a hacer bombas con botellas y bencina, y otras cosas, y que el triunfo del pueblo no se lo iban a quitar los momios, que antes, los mataban a todos, y después me dijo que yo era una pará y una momia, desde que vivía ahí en Salas, y que mi madrina me echaba a perder, y que mi lugar estaba en la población, en vez de andar leseando en el liceo, donde nunca iba a aprender nada, que la revolución se hacía en la calle, que para ser revolucionarios, que lo había dicho uno de esos jóvenes barbudos que venían, había que ser pobres como ellos, y vivir en el barro. Todo eso nos dijo y después comenzó a preguntar si teníamos un trago para brindar por Allende, y mi madrina tenía uno de bilz, pero la vieja dijo que ése era un trago de momio, y por suerte se fue luego, que mi madrina estaba más nerviosa. El Viernes se suspendieron las clases por la concentración de Allende, pero yo no quise ir porque tenía el pálpito de que Juan Carlos me iba a venir a buscar, y la Mirta Soto me insistió que la acompañara, que había conocido a un joven que era del Mapu, y que era muy buen mozo, pero yo me dediqué a arreglar mi ropa, y traté de coser una falda, la subí un poco, le hice una basta bien grande, para andar a la moda, aunque mi madrina se enojaba mucho, pero como tengo bonitas piernas, así me lo dijeron, y la falda era escocesa, de lana y era fina, la había comprado la Telma en Falabella y le quedó chica, pero a mí me nadaba casi, porque soy muy delgada que por suerte, porque todas las chiquillas de Providencia son así, que apenas comen, que supe que la Pilola, por ejemplo, me dijo el otro día, que se alimentaba con Milo, con un vaso de Milo con leche al día, nada más. Y yo le dije a mi madrina que por qué no me compraba, pero me dijo que era muy caro.

Palomita BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora