Los para siempre que tú te llevastes

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Tú; desdibujándote en un invierno frío, sin despedirte, perdiéndote en la sombra y llevándote parte de mi ser contigo. De mi propio yo. De ese yo, que ya no es el mismo ni tampoco volverá a serlo. Ahora un yo abatido, menos ingenuo, gris y preso de tu recuerdo, que por momentos sonríe o llora sin entender porque razón estás tan jodidamente dentro, habiéndote ido tan lejos.

Ese yo distinto a aquel otro más joven, que sin creer en los para siempre, podía sentirlos. Que se decía... y te decía, que nos veríamos en una semana, sin comprender, que el tiempo no espera. Que todo queda a la izquierda al final del día. Que la herida más profunda es la de las oportunidades perdidas, la de ese
tren que nunca pudimos coger, por inventarnos esa excusa tonta de "mejor mañana" o "ya luego vendrá otro" . Uno que al final nunca llega.

Tal vez ese yo, que tú te llevaste, murió como el pavo inductivista del que supe hace ya tanto, en una clase de filosofía. El mismo que al principio de cada día podía ver como se encendía una luz, justo unos instantes antes de ser alimentado y que como un idiota, se creyó que así sería por siempre. Al final el pavo se murió, al igual que aquel ser diferente que un día fue mi propio yo, poco después de ver la luz que precedía a su comida.

Eso es lo que tú te llevaste. Todos los para siempre, en los que nunca debí de haber creído.

De aquellos textos que perdió la lluviaWhere stories live. Discover now