Capítulo IV: Una estrategia de escape infantil

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Paul no podía evitar temer lo peor mientras ese enorme hombre lo cargaba como si fuera un bebé. Salieron hacia un amplio jardín lleno de juegos infantiles adaptados para adultos. Los guardianes dejaron a Paul y Santiago junto a un grupo de otros "bebés" en un enorme corral rojo lleno de mesas y sillas infantiles. Un joven pelirrojo se acercó e indicó que él sería el responsable de ese grupo, con un imponente guardián a su lado, identificado por una camiseta roja.

Profesor: Muy bien, pequeños, hoy nuestro grupo jugará con papel y plastilina. Hagan todo lo que quieran para demostrar en casa lo creativos que son.

Cada palabra del joven profesor hacía que Paul se sintiera más humillado, pero no tenía opción. Si intentaba huir, sabía que enfrentaría las consecuencias, como la primera vez que lo intentó. Había otros chicos en el lugar que parecían compartir sus sentimientos, pero también estaban aquellos, como Santiago, que parecían aceptar la situación, incluso con entusiasmo y alegría, como verdaderos niños pequeños.

Paul y Santiago se sentaron juntos y comenzaron a usar la plastilina y las tijeras para niños que les habían proporcionado.

Santiago: ¿Y tú qué piensas hacer? Con todo esto, tenemos muchas opciones.

Paul: ¿En serio piensas seguir con esto? Nos tratan como unos bebés ignorantes que no saben hacer nada por sí mismos.

Santiago: Pues, básicamente, eso somos ahora. Si llegaste hasta aquí, debes haber estado en pañales por al menos dos semanas. No me digas que en todo ese tiempo no has tenido accidentes de los que no te has dado cuenta.

Era cierto; en todo ese tiempo, Paul había empezado a perder el control de sí mismo y se había convertido en todo un moja pañales.

Santiago: Tu silencio lo dice todo. Si ni siquiera podemos ir al baño solos, ¿Cómo esperamos que nos traten?

Paul: Pero si continuamos con esto, seremos cada vez más parecidos a los bebés que piensan que somos.

Santiago: Pues tal vez sea lo mejor. Literalmente, en este lugar no tenemos otra opción. Las horas pasan, y lo mejor que puedes hacer es jugar y divertirte. Aunque extraño algunas cosas de mi vida como adulto, esto no está tan mal. Juegas todo el día, no tienes preocupaciones, y siempre hay alguien que cuida de ti.

Paul se quedó pensando en todo lo que dijo Santiago mientras seguía observando la plastilina y el papel.

Paul: Tal vez sea cierto. Tal vez no sea del todo malo.

Profesor: Bien, pequeños, dentro de poco veremos sus obras de arte.

Paul empezó a jugar con el papel y la plastilina cuando vio algo interesante: un folleto anunciando una convención de videojuegos. Uno de los eventos principales era un torneo por equipos de uno de los últimos juegos de pelea, y el primer lugar recibiría un jugoso premio en efectivo. Aunque sabía que no podría participar, el recordar su gran amor por los videojuegos hizo que su deseo de liberarse de las cadenas infantiles que lo ataban a ese lugar volviera con más fuerza que nunca.

El resto de la tarde transcurrió con normalidad, lo normal para un bebé, más actividades como pintar, tomar la siesta, meriendas infantiles, etc. Llegó la hora de salida, y Paul se encontró nuevamente con Karlos.

Karlos: ¿Cómo pasó mi lindo Paul Pee su primer día en la guardería? ¿Te portaste bien?

Paul: ¿En serio disfrutas esto, verdad?

Al escuchar esto, Karlos vio a Paul con una mirada de ternura y le dio un beso en la frente. Paul se sonrojó intensamente; de hecho, le encantaba que Karlos lo tratara con tanta ternura.

Paul P. Silverwolf y la cláusula "pañales" del contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora