Capítulo 2: Templo de Cristal

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Asami empezaba a sentir los pies tan pesados que la idea de rendirse se cruzó por su cabeza. Lo más frustrante era que sus pies querían detenerse no por causa del cansancio, sino por el dolor punzante que sentía en el corazón al ver todas las escenas dolorosas que le mostraban los espejos que tapizaban las paredes de esa torre en la que había estado subiendo ya por cerca de una hora y media.

Al principio cuando ella y Korra entraron por fin al Templo de Cristal y fueron recibidas por el mismo espíritu blanco de ojos dorados que les había hablado horas antes cuando quisieron entrar por primera vez al templo, la preocupación de Asami había sido el no poder llegar a la cima de la altísima Torre de los Espejos, que estaba situada en el centro de los gigantescos jardines del Templo de Cristal, y que era su prueba de conexión de almas. Sin embargo, ahora lo que la carcomía por dentro era ese dolor desgarrador que sentía en su pecho al estar experimentando en carne propia la abrumadora cantidad de tristeza, dolor y desolación que había estado experimentado Korra a lo largo de su vida.

Los espejos que estaban en las paredes de esa escalera de caracol de la torre le habían mostrado diversas escenas a lo largo de su ascenso. Primero vio a una pequeña Korra muy emocionada por el inicio de su entrenamiento a su corta edad, pero triste al mismo tiempo por el hecho de pasar menos tiempo con sus padres. Después Asami pudo ver a una Korra pre-adolescente llena de energía, orgullo y seguridad, que no dejaba de dejar boquiabiertos y muy orgullosos a sus maestros al mostrarles su dominio sobre el fuego, tierra y agua control. Sin embargo, algo muy dentro de esa joven Korra le seguía repitiendo una y otra vez que todos esos maestros que tenía a su alrededor solamente la trataban con respeto por el hecho de que ella era el Avatar. Todos a excepción de Katara parecía que no veían a nadie más que a la futura salvadora de la humanidad. Y en las noches cuando esa joven Korra se encontraba sola en su habitación, tenía siempre una mirada quebrada clavada en el techo por esa necesidad de compañía que tenía de tener amigos de su edad, por la necesidad de hacer verdaderas conexiones con otras personas lejos de esas paredes que le impedían explorar el mundo a su antojo.

Posteriormente, los espejos de la torre le mostraron y dejaron sentir a Asami, a una nueva Korra, una ya adolescente que entraba en la pre-adultez y que experimentaba por primera vez el amor junto a Mako; una Korra que se sentía feliz y realizada de estar en Ciudad República, pero que mientras más avanzaba su aventura allí, los miedos empezaban a apoderarse de ella. Asami sintió en su propio ser el horrible terror que despertó en Korra la imagen de Amon, mientras éste despojaba a un maestro fuego de su control sobre su elemento. Asami sintió las punzadas de verdadero pavor mientras veía a una Korra que esperaba a Amon en la Estatua de Aang, y cómo ese pavor se convertía luego en terror puro cuando Amon amenazó con despojarla del control de sus elementos.

— ¡Oh Korra!

Fue lo único que pudo exclamar Asami cuando a pesar del dolor y peso en sus pies siguió subiendo en esa escalera de caracol que parecía infinita. Inmediatamente más imágenes se hicieron presentes. Korra perdiendo su control de los elementos; Korra liberando el aire control cuando el miedo de que Mako perdiera su fuego control en manos de Amon la hizo desbloquear el más espiritual de los elementos; Korra tomando la gran decisión de unificar los mundos de humanos y espíritus; Korra cargando con el peso de su decisión y con el exilio que la llevó a la gran aventura de buscar a los nuevos maestros aire; Korra encarando la muerte cuando el Loto Rojo usó el veneno en ella; Korra fuera de control en el estado Avatar mientras luchaba contra el temible Zaheer; Korra enfrentándose a su trauma y al hecho de no poder caminar más. Y así sucesivamente, Asami fue viendo a través de los espejos las experiencias de Korra mientras ascendía en la torre.

— Tu vida ha sido dura Korra — Empezó a decir Asami con voz agotada por la fatiga que ya se había apoderado de su cuerpo —... No puedo decir que has tenido una vida más dolorosa que la mía, ni tampoco menos dolorosa... todos percibimos de formas muy diversas y profundas nuestras propias experiencias, y por lo tanto ninguna debería ser comparada, sino vistas todas con reverencia y respeto.

Aventuras en el Mundo Espiritual [Korrasami]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora