Capítulo 3

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En aquel hogar parecía reinar la tranquilidad, a ojos de cualquiera, la familia que residía en esa casa parecía el modelo perfecto de como debía ser una casa de bien, con un padre trabajador, una madre y esposa amorosa, colmando en el hijo siempre estudioso, obediente, que nunca le daba disgustos a sus progenitores. Al menos así sería visto desde fuera, y puede que desde el punto de vista de algunos integrantes de la familia, pero a decir verdad, el pequeño ángel de papá y mamá ocultaba un monstruo en su interior disfrazado siempre con aquella permanente sonrisa gentil que parecía ser perfecta para calmar el alma ensombrecida de cualquiera y colmarla de luz. No obstante, sabía esconder bastante bien su verdadera naturaleza, interpretando siempre un papel que le encajaba perfecto a su apariencia, engañando a cualquiera, incluso a sus propios padres. Nunca hacía caso a las provocaciones de sus compañeros, de hecho, en el fondo no le importaba lo mas mínimo lo que tenían que decir, porque para el no eran nada, no tenían valor mas allá del beneficio que se podía sacar de ellos, eran ese gato callejero del que se pasa de largo sin tan siquiera darse cuenta de su presencia, otros sin embargo no eran distinto a una rana de la clase de ciencias, una criatura cuyo único valor era ser usado para aprender, adquirir conocimiento. No obstante, siempre pensó que la única excepción era su madre, siempre atenta, amorosa, comprensiva, tan devota a su familia, era la única figura en la que podía mostrar un genuino afecto y ver como un ser de luz donde refugiarse. Sin embargo, nunca se había imaginado sentir algo que no fuera indiferencia por alguien mas. Entre todo ese ganado que lo rodeaba había una salvedad, un cordero, pero no uno del que querría devorar, mas bien sentía la necesidad de cuidarlo, mimarlo, alimentarlo, y que a cambio ese cordero dependiera de él, solo de él. Nunca pensó que algo así sucedería, de hecho, ni se lo replanteó alguna vez, por eso cuando observó su cuerpo empapado en sangre, con el rostro desfigurado por el accidente, tendido en las vías del tren, no lo observó con indiferencia, desprecio o asco, lo que de verdad sintió fue que desde ese momento sus vidas estaban unidas por un lazo indestructible, uno que no querría quitarse jamás, por eso utilizaría cualquier método para borrar a cualquier incauto que tuviese la nefasta idea de hacer algo que peligrase esa relación. No solo eso, era su cordero al cual cuidar y mimar, cierto, pero también era su héroe, su caballero de brillante armadura que lo salvó de un final patético como ser despedazado por las ruedas del tren, era por eso que también lo admiraba y no pensaba en hacerle daño. Nunca debía ver su verdadero ser, jamás, pues protegerlo y cuidarlo también implica salvarlo de si mismo, evitando que terminase por sufrir las consecuencias de verle sin la mascara de ángel.

Por el momento estaba todo bien, habían acusado al abusivo padre de Scott por la desaparición y presunto asesinato de su hijo y de su amigo. El único chico de los tres que molestaban a su amigo estaba tan compungido y asustado por la desaparición de sus dos compañeros que no pudo soportar la presión, terminando por mudarse a otra ciudad. Gracias a sus esfuerzos, de momento su preciado Bren se había tranquilizado, volviendo a la rutina de quedar para jugar o simplemente compartir el tiempo juntos mientras su amigo bebía cerveza y fumaba. De hecho, este iba a quedarse a dormir en su casa al día siguiente, aprovechando que era viernes y tendrían todo el sábado para hacer lo que quisieran. El no era aficionado a jugar, escuchar música o cualquier entretenimiento corriente, pero tenerlo en en su casa, pasar la noche en la misma habitación, en la misma cama, era motivo suficiente para que su corazón se agitara de emoción.

La familia se encontraba almorzando un guiso de carne y verduras, y como de costumbre, su madre luego de conversar con su padre, esta trataba de hacerle preguntas al menor para incluirlo en aquellas charlas triviales, quizás por preocupación o por el simple hecho de tener siempre a la familia unida. ­—Es la primera vez que traes un amigo a casa ¿Estas emocionado, corazón?— Preguntó con gentileza, recibiendo como un respuesta una afirmación mientras sonreía feliz el niño. No obstante, había alguien que no parecía estar a gusto con lo que escuchaba, su padre de hecho siempre endurecía el rostro cuando se hablaba de Bren o entraba en la casa, como si su mera existencia fuese una molestia para el adulto, mas nunca había dicho nada al respecto, hasta ese día. —Andy— Lo llamó con su voz profunda y autoritaria pero sin llegar a sonar agresiva —Me alegro de que al fin tengas un amigo, pero ¿No deberías intentar hacer mas amigos?— Aquello desconcertó tanto a su esposa como a su hijo, quienes no esperaban un comentario así, de hecho, el menor no sabía bien que debía responder, o si tan siquiera debía decir algo, así que preguntó sin mas —¿Por qué, papá?— Con un deje de pena en su voz, cosa que pareció desesperar al mayor, quien resopló en disconformidad —No es bueno que solo te juntes con una sola persona, hijo, eso nunca trae nada bueno. Siempre se termina por depender demasiado y terminar en una amistad dañina y viciada.— Mintió, por supuesto que lo hacía, no quería quedar como el malo de la película, aun así, su mujer sabía bien lo que sucedía, conocía demasiado bien a su esposo como para no saber de que estaba hablando, era por ello que trató de cambiar de tema para que su marido no terminase diciendo algo que hiriera los sentimientos de su pequeño. Eso no significaba que la señora olvidara lo que su marido había intentado hacer, por eso es que luego de comer, nada mas el niño subió a su habitación, no tardó en sacar a relucir el tema a su esposo —¿A que a venido eso Richard?—Inquirió con la esperanza de que este fuera honesto, pero tuvo que suspirar decepcionada al ver como su marido evadió la pregunta —No se de que me hablas. Debería ir a mi despacho, tengo mucho trabajo acumulado— Respondió nervioso mientras le daba la espalda y se dirigía a la habitación que usaba para el trabajo que se llevaba a casa, no le temía a su mujer, pero tampoco tenía ganas de discutir, menos aun por una tontería, Al menos eso era lo que el creía, ya que lejos de su punto de vista, solía mostrar un rostro culposo, como si él fuera un niño y ella en lugar de su esposa, se tratara de su madre quien lo regañaba, aun queriendo mostrarse firme y respetable. A pesar de lo dicho, la señora no parecía satisfecha y lo siguió interrogando. —Sabes de que hablo ¿Por qué le dijiste algo tan feo a nuestro hijo? Para una vez que hace un amigo— Argumentó lo último con pena, siempre le preocupó ver a su pequeño tan solitario, siempre decía que no se preocupase, que todo estaba bien. Pero evidentemente ella sabía cuando le mentía descaradamente, era su madre después de todo, y temía que algo le ocultaba. Por eso, verlo al fin con otro niño con el que jugaba, salía y sobre todo ver su rostro iluminado de felicidad autentica, la inundaba de felicidad. Pero su esposo no parecía pensar igual, quien volteó a mirar a su mujer, mostrando su molestia —¿No te das cuenta? Ese niño...— Antes de proseguir, resopló con hastío.— ¿No te das cuenta? Es un sinvergüenza, un mal ejemplo para nuestro hijo. ¿Sabias a que se dedica "gran" amigo de Andy? Fuma y bebe, además de que es violento ¿Esa es la clase de compañías que quieres para nuestro hijo?— Argumentó el con el tono de voz mas alterado.

Feeding Lamb [Precuela]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora