Uno.

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¿Recuerdas es día que me préstate tu coche nuevo, y lo abollé?

— ¡Oh vamos Finn! — le rogué — Prometo no dañarlo — Finn volvió a negar — Amooooooor

— Solo si me besas — aceptó. Yo sin dudarlo, me acerqué a él contentamente, tomando con mis dos manos su rostro pero antes de juntar mis labios con los de él, Finn me detuvo. — Te quiero Sadie.

— Y yo a ti — despeiné sus rizos, y luego lo besé. Fue un beso duradero, lo recuerdo como si fuera ayer.

— ¿Ahora si me lo prestas? — pregunté con una sonrisa de oreja a oreja. Finn rodó sus ojos juguetomente, metió su mano a su bolsillo trasero y me entregó las llaves de su nuevo auto. Solté un pequeño grito de emoción y le llené el rostro de castos besos.

Me levanté del sofa y corrí hasta el garage, abrí las puertas y ahí estaba. Ese lindo mustang, Dios, cómo amaba ir en ese auto contigo.

Rápidamente me subí y paseé por toda la ciudad, el aroma de coche nuevo era impregnable, ese lindo pino que se balanceaba en el espejo retrovisor le daba un aroma de menta y tabaco.

No pasaron más de diez minutos y yo ya me encontraba fuera de la casa, estacionando el coche, pero de la nada, un gato se cruzó, entré en pánico y retrocedí. Lo único que sentí después fue como mi cabeza golpeó con un poco de fuerza en el asiento.

Abrí mis ojos de par en par, y vi como Finn salía de su hogar con una mueca de sorpresa en sus labios. En un santiamén bajé del auto y miré la parte trasera, la cual tenía una gran abolladura.

— Finn, yo... — mordí mi labio con fuerza. Que tonta he sido, no pude hacer más que suplicarte y romper en llanto para que me perdonaras.

Pensé que me matarías, pero no lo hiciste.

Pero no lo hiciste. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora