Tercera Parte

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Ya habían pasado cuatro días y aún no había ninguna señal de Naruto. Trataba de hacerme creer a mí misma que el asunto no me importaba, pero en realidad era algo que no me dejaba tranquila. No importa si estaba despierta o dormida, la imagen de Naruto no salía de mi cabeza. No soy una persona que tenga sueños a menudo, y ahora que los tenía eran sobre él.

Mis compañeros hablaban a mis espaldas, habían unos que no se molestaban en ocultar su desprecio hacia mí, y otros solo me hacían mala cara. A pesar de todo eso, seguían sin importarme. Lo que digan y piensen de mí jamás me ha importado y no iba a ser la excepción, siempre voy a pasar de lo que opinen ellos.

Pero, debo admitir que fui muy mala persona con Naruto, de él sí que no podía pasar simplemente. Pensaba que los demás ya hacían mal en huir de él, pero lo que yo hice no tiene perdón. Herí los sentimientos de una persona que, en ese entonces no sabía, es el hombre más bueno que nunca conoceré.

Recuerdo que hablé con Neji sobre todo lo que pasó. Mi hermano es muy compasivo y no es muy diferente a mí. Él por poco pierde a Tenten por no tener la valentía de declarársele a tiempo, fue suerte que ella lo esperara y aceptara con todos sus defectos, ahora son felices juntos. Neji me recordó todo eso. Me dijo que nunca sabemos qué batallas se esconden en el interior de cada persona, no sabemos qué tan sensible o lastimada este y lo que unas simples palabras puedan causar. No necesariamente las heridas son en la piel, las más dolorosas se ocultan en el alma.

Ahí fue cuando comprendí que realmente le debía una disculpa a Naruto.

Al día siguiente fui al grupo B a buscarlo. Una de sus compañeras me dijo que no se ha presentado a clases en varios días. También dijo que la maestra comentó algo importante: si no se presentaba para mañana, iba a ser expulsado definitivamente. Eso fue como echarle sal a la herida. Si algo malo pasara, sería completamente mi pecado.

Por segunda vez, abogué por él. Fui a hablar con la directora, le rogué porqué le diera otra oportunidad, le dije que probablemente yo había sido la culpable y debía ser yo quien lo resuelva. El problema era que no sabía por dónde empezar.

Recuerdo que Tsunade llamó a un conocido suyo, el padrino de Naruto, Jiraiya. El señor dijo que Naruto no vivía con sus padres, que compartía habitación con un amigo, eso fue extraño ya que siempre lo veía solo, sin hablar con nadie. Me costó creer que tuviera un amigo.

Después de buscar la dirección que Jiraiya le dio a la directora por fin di con ella. No era lo que esperaba, ya que no era del todo una casa, sino un local. Tenía un aspecto espeluznante, color negro y algunas calaveras pintadas. Había un letrero que decía tatto studio, entonces el aspecto tuvo sentido para mí. Recuerdo que lo primero que escuché al entrar fue un ruido muy peculiar, el mismo que hace el aparato que usa mi dentista.

Estaba un sujeto recostado en una camilla, con la espalda descubierta, y un tipo de cabello oscuro y largo le dibujaba algo con la máquina.

El tipo apagó el aparato y se dirigió a mí.

―Bienvenida, pasa. Ahora te atendemos.

El resto de clientes que estaban ahí no me quitaban la vista de encima. Supongo que alguien con mi aparecía de recatada no era normal que entrara en esos tipos de lugares. No tenía el aspecto de alguien que le interesara tatuar su piel.

―¿Te perdiste? La conferencia de matéñoños queda del otro lado.

―Sasuke, compórtate ―el hombre que tatuaba reprendió a un azabache que estaba tatuando a una mujer pelirroja―. Discúlpalo, linda. Él es así, se le cayó de chiquito a nuestra madre, y por eso la parte amable de su cerebro no sirve.

Amor PuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora