El motor de mi Chevrolet corvette '57 rugía contra el capó, queriendo casi escapar para correr a toda velocidad. Un temblor recorría todo el auto, haciendo especial cosquilla en mi trasero. La radio había decidido apagarla luego de escuchar como el teléfono sonaba sin parar en aquella estación y el locutor solo se encargaba de hablar idioteces. ¡Atiende el maldito teléfono! El semáforo aun mostraba su rojo particular, mientras Sassy, mi hermoso coche, ronroneaba.
La muñeca comenzaba a dolerme de tanto fijarme en el reloj, había perdido la cuenta en los últimos cinco minutos, volví a mirarlo y suspiré, consciente de que mi cuerpo estaba agotando su última reserva de paciencia. Mire hacia mi derecha, observando como el semáforo ajeno a mi carril se ponía en amarillo, adelantándome para poner primera y pisar el acelerador cerca de medio segundo antes de que mi semáforo se pusiera en verde, haciendo el intento de obligar al anciano delante de mí a reaccionar un poco más rápido. Juro que quise soportar las ganas de tocar bocina, pero también fallé. El anciano pegó un salto del susto, finalmente moviendo su coche.
Mi velocidad claramente le daba oportunidad a la policía para detenerme y llenar de multas mi coche, pero sólo tenía una cosa en mente. Platos. ¿Blancos o con borde dorado? Tal vez con los bordes dorados, uno de mis favoritos. Una voz en mi mente me informo en voz baja que no tenía copas para combinar. No tenía tiempo para comprar. Ahogué su voz. Los preparativos para un evento eran un caos, difíciles de soportar. Necesitaba tener todo listo para hoy, aunque me quedara una semana por delante.
Cuando la fila interminable de autos delante de mí llegó a Melrose Avenue, el anciano se salió con todos los demás. Melrose solo me marcaba una cosa, cinco cuadras que me separan de mi destino. Ese pensamiento hizo que mis manos se aferraran aún más al volante dejando a la vista mis nudillos blancos.
Tan pronto como me libere del tráfico, volví a subir el volumen de mi radio, cambie al idiota que seguía sin atender el maldito teléfono y subí aún más el volumen tras encontrar una de mis canciones favoritas, provocando que más de uno mirara hacia mi dirección desde la acera.
Era de esperarse que no encontrara sitio, pero por algo tenía la suerte de ser la dueña de aquel lugar y presumir de un estacionamiento desocupado frente a las puertas. Mujeres y niños corrían de un lado hacia otro, seguramente llegando tarde a sus actividades. Y teniendo en cuenta que eran casi la 1:00 pm, las siete personas que esperaban en la entrada de mi restaurant estaban atentas a que se desocupara una de las mesas. Por suerte, también podía presumir de ello.
Estacione a Sassy, salí del coche y Boston hizo su pequeño salto desde el asiento del copiloto, siguiéndome. Boston era mi pequeño, ya no tan pequeño, bulldog francés. Él sí que sabía cómo lucir pretencioso. Se creía el líder de nuestra pequeña manada y del restaurant, pavoneándose ante mi camino hacia las puertas. Y siempre era la misma historia. Quienes no solían venir por aquí no sabían quién era yo, tampoco pretendía que lo supiesen, mucho menos conocían a Boston. Murmullos como "no sabía que aquí se permitían mascotas". Asentí con la cabeza mientras pasaba a su lado, recibiendo el saludo correspondiente de quienes eran clientes habituales.
— ¡Aquí llegó! — Gritó uno de los meseros.
— ¡Felicitaciones! — se unieron a los gritos los demás empleados, junto al chef que traía una copa de champagne, escuchando como los clientes aplaudían.
¡Dios! Eran uno de esos momentos donde comenzaba a sentir como mi rostro ardía. Había perdido la costumbre de ser el centro de atención, pero ¡al demonio! ¡Merecíamos esto! Le di un gran abrazo al chef, Miles, quien es gran parte de este proyecto y al fin puede mostrar su mejor talento. Cocinar.
Boston comenzó a ladrar, claramente pidiendo la atención que nadie le estaba dando. Le di un sorbo a mi champagne, acaricie la cabeza de mi fiel compañero y aclare mi garganta tras oír el coro "¡Que hable!"
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HARVEST MOON
Romance¿Que haces cuando recibes una llamada del pasado? ¿Volverías a pisar el sitio donde juraste jamas regresar? Rachel Berry se enamora perdidamente de quien no debe y eso la lleva a perder todo en Lima y buscar nuevas oportunidades lejos de su pueblo...