La unidad clínica de terapia intensiva es un verdadero desastre, las enfermeras y los doctores van de un lado a otro como una turba de aves despavoridas y asustadas.
Soy capaz de observar el demacrado cuerpo de la mujer que me dió la vida, tumbado sobre las mantas de una cama de hospital, lleno de tubos y máquinas extrañas.
El rostro mortalmente pálido aparecía surcado de profundas arrugas; un temblor le sacudía las extremidades; las manos ceñían contra el pecho una imagen de mi infancia; tenía las piernas estiradas en el colchón como paralizadas; los ojos velados por las lágrimas, conservaban un leve movimiento, una especie de oscilación breve, como si la mente, invadida por el pánico, no lograra enfocar la mirada.
Me acerque inmediatamente para plantarme delante de ella:
— Promete que no vas a olvidar a tu madre, An...drey – susurra Flora con mucho esfuerzo. Eleva su diestra en mi dirección y antes de que pueda sujetarla entre mis dedos, se dispara un pitido de alarma en un monitor que tomaba los acelerados latidos del corazón de Flora.
Los médicos, como si fueran una parvada de animales aterrorizados, comienzan a hablar en términos que desconozco. La mujer pierde el sentido y unas lágrimas resbalan a lo largo de sus heladas mejillas.
La habitación se llena de silencio, que sólo es roto por un molesto pitido; los médicos intentan muchas cosas. No me doy cuenta de lo que sucede, hasta que pasan 6 minutos y uno de ellos dice de forma monótona '' Se ha ido... Hora de la muerte 07:52 p.m. ''
Mis ojos se abren como platos luego de recibir aquella amarga noticia. Intento reaccionar ante lo que acabo de ver; no han sido alucinaciones mías... Con el shock aún en el cuerpo y la imagen en las retinas, bajo la mirada para inspeccionar la demacrada humanidad de mi madre, inerte y sin vida.
Me quedo estático, hasta que finalmente logro poner en marcha mis pensamientos y las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos. « Mi mamá... ella ¿Esta... muerta? » balbuceo en voz baja. El terror se apelmazó en mi intestino y sentí que iba a explotar. Pude ver que dentro de poco seria nada más que pedacitos de mí mismo esparcidos por el lugar, y eso me escandalizó.
Caí de rodillas, y una estruendosa voz desgarro mis cuerdas vocales. Puedo experimentar fuertes dolores en el plexo solar, que por supuesto, tienen que ver con el dolor que experimento ahora mismo. Todas estas manifestaciones corporales son signos de la expulsión al exterior de las toxinas que me envenenan. Flora, mi hermosa madre... ella ya no estará conmigo, nunca más.
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We lose control.
RomansaOrinda, California es un pueblo arbolado sobre las colinas cubiertas de robles, justo en las afueras de San Francisco. Un enclave hermoso, de gente acaudalada muy profesional; es una zona en parte rural y parte residencial. Las personas eran sofisti...