-N-no puedo moverme… - musité. Incliné hacia abajo la cabeza, ya no aguantaba más. Jamás había sentido semejante dolor físico. Sólo físico, dolor mental si, y varias veces más fuerte y desgarrador.
Unos segundos después de decir eso y, repentinamente, mi dolor fue disminuyendo poco a poco, como si mi ángel protector hubiera lanzado un poderoso rayo divino y hubiera evaporado por completo la personificación del dolor dentro de mí. ¿Qué había pasado? Cuando levanté la cabeza, allí estaban. Esos ojos. Esos ojos carmesí, a pocos centímetros de mí. Parecía como si, con todo aquel numerito, tratara de decirme algo.
La observé de reojo desde el suelo. Ella me miraba, en cuclillas, con la misma sonrisa que me había mostrado al principio. En cierto modo se me hizo nostálgico.
-Creo que es suficiente…- Murmulló para sí misma. Ah, pude oírte, maldita sádica, aunque en aquel momento estuviera confundido por el dolor previo. –Oh dios, ¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien, Ako? – continuó, esta vez dirigiéndose hacia mí, con cara de preocupación claramente fingida. Siendo ella, podía imaginarme el porqué de ese nombre. Vosotros también podríais imaginarlo, no es que ella lo pensara mucho.
- N-No te hagas la tonta… Tú sabes qué acaba de pasar, ¿no es así? – Reproché mientras me volvía a levantar, sin ningún esfuerzo. Milagrosamente, el dolor había desaparecido por completo.
- ¿De verdad? – sonrió nuevamente.
- Definitivamente lo sabes. Susurraste algo antes. – En ese instante, debido a la confusión, no me acordaba de lo que había murmullado, y me maldije internamente por ello.
-¿Ah sí? ¿Qué pruebas tienes? – Puso los brazos en jarra. Ahora se había puesto en modo sospechoso al cual están interrogando.
Por Dios… Debí haberle dicho en ese momento que, por mucho que lo intentara, con ese cuerpo increíblemente desarrollado, con esa sensación que transmitía de oscuridad y misterio y, sobre todo, con esos afilados ojos carmesí, era imposible para ella que pareciera que tenía una mínima gota de inocencia. Igual si se daba cuenta en ese momento podía dejar de fingir y hubiéramos ahorrado bastante tiempo.
- Es una corazonada. –Contesté con la mayor confianza posible. Premio a la mejor respuesta del día.
- Si todos los juicios se decidieran por corazonadas, preferiría morir a seguir viviendo en ese supuesto mundo podrido. – Aclaración, yo hubiera dicho: “en un supuesto mundo más podrido aún, si se puede” - ¿Acaso eres estúpido? – se notaba que ella estaba disfrutando meterse conmigo desde hace un rato. Aunque razón no le faltaba, además de estar más que acostumbrado a eso.
- ¡Entonces dime quién eres al menos! ¡Y no me llames estúpido! – Y ahí estaba yo, volviendo a caer en su juego. – Obviamente no podía admitirle que llevaba algo de razón. Sería como proclamar mi derrota.
- Oh, así que eres de esa clase de acosadores que asalta y pregunta dos veces el nombre de una chica linda e inocente, sin aún haberse presentado ellos mismos. Creo que volveré a casa…
Me miró por encima del hombro mientras fingía darse la vuelta de nuevo. Esa maldita…
- ¡E-Espera! –Interrumpí. No podía correr el riesgo de sufrir otra vez aquel dolor inhumano. – Te diré mi nombre. – apreté fuerte los puños mientras los presionaba a ambos costados de la parte superior de mis piernas, y miré hacia abajo como si fuera un perro que acababa de perder una pelea y había reconocido al otro como un superior; con una expresión típica de alguien que acababa de ser derrotado. Parece ser que al final sí que proclamé mi derrota.
Ella esbozó una sonrisa de satisfacción. Sí, oficialmente había perdido esa ronda. Hubo un corto silencio incómodo de unos pocos segundos.
-¿Y bien? – soltó ella, mientras se cruzaba de brazos.
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Akuma No Ichigeki (El Soplo del Diablo)
Teen Fiction-¿Por qué me has ayudado? - arqueé una ceja. -Porque me dabas pena, con esa carita de perrito asustado... -¡Basta! ¡Deja de jugar conmigo! -Debes de sentirte el centro del mundo para pensar eso. Pobre diablo. - hizo un gesto como si se estuviera co...