El escritor y ella

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      Había sido un acto impulsivo el invitarlo. Petra era una persona sociable y amistosa, pero sabía, a través de Hange, que Levi Ackerman era todo lo contrario. Se sorprendió cuando él aceptó su invitación, algo que la alegró; había disfrutado de su compañía en aquella reunión. Aquella reunión, recordó ella, una especie de cita que su amiga había orquestado. Cuando Petra cayó en cuenta, no reservó nada, diciéndole lo impropio que había sido y pidiéndole explicaciones de por qué se le ocurrió tan alocada idea. Como siempre, Hange evadió el tema, pero esta vez Petra la picó hasta cansarla logrando que suelte palabra:


—pensé que podrían llevarse bien, ambos comparten muchos intereses.


—No te estoy pidiendo ayuda con mi vida amorosa, Hange.


—Lo sé— se defendió ella, levantando los antebrazos en señal de rendición —admito que fue una estupidez de mi parte, pero dime ¿la pasaste bien? Levi no es mal tipo después de todo.


Petra la miró desconfiada, el pasillo general del laboratorio, testigo de aquella conversación —si me ha parecido agradable a pesar de su evasiva actitud, pero no quiero que vuelvas a hacer algo así. Bien podrías habernos presentados como amigos.


—Da igual, dudo que hay algún tipo de interés romántico conociendo a Levi.


—Yo tampoco guardo algún tipo de interés más allá de una posible amistad— finalizó la conversación Petra.


     Se detuvieron en la puerta de la cafetería, a unas pocas cuadras de la biblioteca. Ya era media mañana, las manecillas del reloj casi tocando las once, y se preguntó por qué a una cafetería siendo tan tarde. Esta vez se lo veía cómodo a su acompañante, ella no supo si era porque ya habían tenido o un encuentro previo o porque el lugar se encontraba apenas lleno, con cuatro o cinco clientes. Era una pequeña cafetería de estilo industrial, un poco oscura lo cual otorgaba cierta calma y privacidad. Pidieron ambos un té y un tostado, con un jugo de naranja para Petra, ya que no había alcanzado a desayunar.


—Si me permites el atrevimiento— habló ella mientras revolvía la infusión para que el azúcar se disolviera —me ha sorprendido que hayas dicho sí. Al igual que tú, tampoco sabía de los planes de Hange — Levi adquirió una expresión de disgusto — y quiero pedirte disculpas.


—No necesitas disculparte, la cuatro ojos de m*erda debe hacerlo.


La manera en que él se dirigió a Hange hizo que contuviera la risa. ¿Cuántas veces había escuchado de su amiga lo mal hablado que era Levi, las actitudes groseras y el carácter de un ogro? Pero luego ella añadía que a pesar de todo eso, Levi tenía un corazón de oro que resguardaba celosamente. Petra había escuchado tanto acerca del hombre por medio de su amiga que creyó que Hange guardaba algún tipo de sentimiento hacia él, un amor unilateral. Pero cuando vio por primera vez a Hange mirar a Moblit, todas aquellas dudas se disiparon. Zöe y Berner se amaban, era uno de esos amores sanos, leales, compañeros y sencillos. Y Petra, en el fondo, muy en el fondo, era romántica, deseando algún día llegar a tener un amor así.


—sé que no debo hacerlo, pero lo hago. No quise hacerte sentir incómodo.


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