Siete minutos en el paraíso

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—No creo que sea una buena idea, Hange —respondió Moblit ante la alocada idea de su alegre novia, alegría debido a la ingesta de alcohol a lo largo de la noche.


Hange se dejó llevar por el ambiente festivo y le plantó un brusco beso en los labios, eufórica —vamos Moblit, ayudame con esto, si es por esos dos terminaremos el año y seguirán solteros.


—No puedes forzar las relaciones de las personas, amor. —el apodo cariñoso con la que él la llamaba hizo que su cara se pusiera un poco más colorada — al igual que tú, opino que existe algún tipo de atracción entre Petra y Levi, pero no puedes entrometerte entre ellos, Levi te mataría.


—Oh, vamos, Moblit, no dejaría que me toque un pelo, el enano no me golpeará. Y dudo que tú tampoco lo dejes —Hange le guiñó un ojo, el alcohol hacía que se desinhibiera un poco más, animándose a coquetear con su novio.


Él se acercó un poco más para sacarle el vaso de las manos, provocando una queja en la chica —Sabes que si por mi fuera, daría mi vida por protegerte.


La alocada, divertida, excéntrica adolescente de diecisiete años Hange Zöe se mordió el labio al escucharlo —entonces vamos, ayúdame con esto.


Agarró su muñeca y lo arrastró sin dejar que objetara algo. Corrió presurosa de la cocina al armario del recibidor, esquivando compañeros de clase como si estuviera en una carrera de obstáculos. Agarró un sombrero de allí, cogió la mano de su novio y volvió a la isla de la cocina luego de tomar un papel y un lápiz en el camino.


—¿Por qué presiento que te traes algo entre manos? —preguntó Erwin Smith, compañero de clases y amigo de Levi y Hange, al acercarse a ella quien rompía el papel en dos y escribía en estos, doblándolos y metiéndolos en el sombrero.


—Ayudame a detenerla Erwin, pretende meter a Levi y Petra en el recibidor.


El joven rubio de prominentes cejas y ojos celestes observó un tanto soberbio a Moblit, sintiéndose un poco irritado por la falta de autoridad de su compañero de secundaria sobre su pareja —¿Necesitas ayuda para mantenerla a raya?


—Sabes que no —contestó él, viniendo de Erwin no le molestó el comentario sabiendo que no lo decía con afán de ofender sino que al joven le gustaba tener todo bajo control —pero cuando se le cruza algo por la mente, es difícil detenerla.


—¿Te has rendido en tu búsqueda, Erwin? —bromeó la dueña de la casa y mejor amiga, Hange. Había organizado una fiesta de verano a modo de despedida con sus compañeros de secundaria, aunque también habían venido otros alumnos de segundo y primer año, aprovechando la ausencia de sus padres quienes se habían tomado un fin de semana solos. Siguió la mirada del chico y rió divertida al reparar en la joven pelirroja de ojos verdes —olvídalo, Marie está fuera de tus ligas —él la observó enojado —si vas por ella, es en serio Erwin. Tendrías que despedirte de tus citas de fines de semana, incluso tendrías que terminar ese amorío tuyo con la profesora de química.


Erwin agradecía la embriaguez colectiva de los presentes y la música alta ya que casi desvanecía en el aire lo que su estúpida amiga casi ebria gritaba a los cuatro vientos. Moblit le hacía señas para que disminuyera la voz. A pesar de haber el mejor alumno del último año de su escuela secundaria, y su actitud seria y madura, Erwin era un cazanova. Hange bromeaba acerca de él diciendo que no dejaba títere sin cabeza, y era cierto. Marie, su nueva posible víctima, era una chica dulce, simpática sin dejar de tener carácter. No era una joven para una aventura, y Erwin lo sabía. Sin embargo no podía despegar su mirada de ella, algo que la joven notó.

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