"Cita a ciegas"

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              Ackerman suspiró cansino antes de apoyar la mano en el pomo de la puerta y luego empujarla suavemente. La atiborrada cafetería rebosaba de risas, conversaciones y suspiros, en plena hora pico. Odiaba los lugares concurridos, si le dieran a elegir, Levi siempre elegiría una apasible tarde en un lugar casi desconocido, mientras olía el aroma que desprendida el té caliente recién servido; pero su amiga, su íntima amiga, había decidido que el encuentro sería allí, en esa cafetería ubicada en el centro de la ciudad. Buscó con la mirada hasta encontrar a Hange, quién lo saludaba enérgicamente con el brazo levantado acompañado de una gran sonrisa y una expresión casi infantil, llamando la atención de mesas linderas. Ackerman deseaba que la tierra se lo tragara, sin embargo, volvió a suspirar, esta vez de manera algo molesta, y se dirigió hasta la mitad del salón, donde se encontraba ella. Genial, si no bastaba el hecho de que el lugar estaba a punto de explotar de gente, sumado al insoportable bullicio, valía destacar, también, que Hange había elegido el peor lugar para sentarse, exactamente en el centro del negocio. ¿Por qué no elegir el fondo, o quizás una mesa pegada al precioso ventanal, dando una perfecta y nítida vista de los transeúntes que pasaban por la vereda en el exterior? Luego recapacitó, pensando que a lo mejor era el último lugar que quedaba.

             

  —Llegas tarde— señaló ella —y aun llevas los anteojos de lectura puestos.

            A Levi le sorprendió que ni siquiera él mismo había notado que no se los había quitado. Los dejó en la mesa de manera un tanto brusca, acompañado de su saco largo de paño, que colgó prolijamente en el respaldo de la silla.

  —Y bien, ¿cuál es el motivo por el que me trajiste a esta asquerosamente concurrida cafetería, haciéndome salir del trabajo, prácticamente corriendo?

—¿Vas a decirme que perderte en esos libros es mejor que pasar tiempo con tu mejor amiga? — bromeó ella de manera un tanto dramática.

 —Me hiciste ver entre líneas que era algo urgente.

         
  —Baah, si no lo decía así seguramente me rechazarías.

           
—vete a la m*erda, Hange— ladró él, su grito fue opacado por las voces que se alzaban desde cualquier punto del lugar, pero no pasó desapercibido por su alrededor. Volvió a suspirar molesto ante las miradas curiosas.

       —Ay, estás muy gruñón hoy, Levi — Hange revolvía perezosa el contenido de su taza —más te vale que esta noche en lo de Erwin cambies ese humor de perros.

  —A lo mejor mi humor no hubiera empeorado si no hubieras actuado de manera tan estúpida, interrumpiéndome en el trabajo porque te sientes sola.

         Hange se rio estridentemente —ohh Levi, yo no te llamaría para que termines con mi soledad, lo haría para fastidiarte— Zöe le guiñó un ojo —además, ¿quién continúa trabajando luego de las 18:30? — preguntó ella, consultando su reloj de muñeca.

       Levi le entregó la carta del lugar a la mesera, una vez ya pedida la orden —alguien que necesita terminar un trabajo antes de la fecha establecida.

      Su amiga apoyó sus codos en la mesa y usó sus manos para apoyar su barbilla. Su mirada se volvió brillosa, adquiriendo un tono soñador —¿qué clase de libro es esta vez? Es muy raro que andes a las corridas.

     

        Levi la miró por un momento. ¿cuántos años transcurrieron desde que se habían convertido en amigos? Mínimo, siete. Con treinta y cinco años, Levi recordó las veces que la gente bromeaba acerca de su relación, incluso algunos osados aventuraban a decir que tarde o temprano terminarían saliendo. La verdad es que el dúo Ackerman - Zöe era un tanto especial, como dos gotas de aceite y agua. Y sin embargo, funcionaba de maravilla. La alocada científica aún conservaba su aire infantil, ambos se complementaban en personalidad, siendo él la parte tosca y seria. Erwin, el tercer integrante de esta sólida amistad, era el equilibrio del grupo.

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