Capítulo 8. Planificando

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Asurancetúrix siempre se había considerado muy madrugador, y el día de hoy no era una excepción. A pesar de los acontecimientos del día anterior, el bardo se había despertado como siempre, incluso antes de que el gallo cantara. Se lavó, se cambió de ropa, se preparó el desayuno y recogió un poco su cabaña, aunque a decir verdad, en su modesta opinión, estaba perfecta en el estado en el que se hallaba. Aunque claro, cuando Magistra estuvo en la aldea y ocupó su cabaña, la mujer se quejó del desorden que reinaba y de la falta de limpieza del recinto, por lo que desde ese día, Asurancetúrix se había esforzado para mantener limpio su espacio y que nadie más pudiera quejarse de nuevo.

Tras finalizar todas estas acciones, Asurancetúrix se sentó en el borde en lo alto de su cabaña, le gustaba disfrutar de las vistas que desde allí arriba lograban alcanzar sus ojos. Además, en este espacio propio, le era más fácil componer e interpretar sus obras musicales sin correr el riesgo de convertirse en un blanco de Esautomátix u Ordenalfabétix principalmente.

Sinceramente, al bardo galo le costaba entender cómo era posible que los demás aldeanos menospreciaran su talento del modo en el que lo hacían. Era un triste hecho que se escapaba completamente su alcance. Y eran muy pocos los que verdaderamente apreciaban su talento. Uno de ellos era Pepe, el joven hijo del jefe del poblado cercano a Hispalis que una vez los romanos tomaron como rehén. Asurancetúrix, a pesar de que sabía que tenían que llevarlo de vuelta a su pueblo, se entristeció sabiendo que había perdido a un verdadero admirador.

La situación que vivió Pepe en aquel entonces, le hizo pensar en Astérix, si no le hubieran rescatado, su situación habría sido la misma que la del niño hispano. Sólo que en el caso de Astérix su situación quizás sería peor, pues su aldea había acarreado más problemas a Roma y al imperio que el pueblo de Pepe.

Además el Cesar se había encontrado varias veces con Astérix en muchas de las aventuras por las que el guerrero rubio había pasado, y no siempre habían sido encuentros amistosos. Sí sin duda, su situación de rehén habría sido muy distinta a la del niño hispano.

El bardo de la aldea cogió su arpa, su fiel compañera que la acompañaba adónde quiera que fuera. Entonces probó a tocar algunas notas (las cuales sonarían discordantes a los oídos de todos si las escucharan) y justo cuando iba a iniciar su canto, su momento se vio estropeado por un grito:

"¡Pero yo no quiero ir a la ezcuela, por Tutatiz!" ya estaba, otra vez el hijo del vendedor de pescado, negándose a asistir a clase.

Asurancetúrix dirigió su mirada hacia la casa de Ordenalfabétix, más que por curiosidad por costumbre. Cada día era la misma historia. Al niño había que obligarle a levantarse y a que se lavara. Después casi, casi, había que arrastrarlo hacia la puerta misma de la escuela, sólo para que finalmente entrara con el resto de jóvenes galos.

El bardo recordó entonces, cuanto le gustaban los niños y cómo se desvivía para infundirles los conocimientos que había adquirido con los años gracias a Panorámix. En sus años escolares, siempre había sido el primero de la clase, bueno... el primero hasta que Astérix y Obélix comenzaron a ir también a la escuela. A partir de entonces, el primer lugar como estudiante modelo, lo ocupó el galo rubio más joven.

A decir verdad, al principio esto molestó ligeramente al bardo, pero con el tiempo aprendió a aceptarlo y hasta se alegraba de que fuera así, sinceramente, Asurancetúrix sentía ya desde niño una profunda admiración por Astérix y jamás habría hecho nada para ridiculizarle o menospreciarle, especialmente cuando se dio cuenta de que Astérix era un amigo generoso, bueno y sobretodo leal.

Hubo múltiples ocasiones en las que el galo más bajo se enfrentó literalmente al resto de la clase sólo para defender a Obélix, quien por su parte era demasiado tímido para contestar o plantar cara a los demás niños. Para el bardo ver este tipo de acciones del galo rubio, fue una verdadera muestra acerca de en qué consistía la auténtica amistad... sin duda, estos debían ser momentos muy difíciles para Obélix. Pensar que su mejor amigo se había visto envuelto en semejante problema... y si lo que decía Panorámix era cierto, entonces la situación era aún más delicada, pues al menos cuando Obélix se convirtió de nuevo en un niño, conservó todos sus recuerdos de cuando era hombre, pero en el caso de Astérix, él pensaba que era un niño, y por tanto, era lógico suponer que creía que todos los que ahora eran hombres adultos, debían ser también niños como él.

La equivocación de PanorámixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora