Capítulo 22. Todos los caminos llevan a Roma

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El aire olía al mar, aunque no era el mismo olor al que Obélix estaba acostumbrado, era un olor distinto, había algo raro en él. Por supuesto se trataba del mar, pero era... diferente. Obélix no podía ubicarlo, ¿quizás era porqué era un mar distinto? En fin fuera por el motivo que fuese, este olor llegaba a la nariz del tallista de menhires con intensidad, y para el galo pelirrojo era un aire viciado, sin ninguna pizca de parecido al aire puro de su hogar. Sí definitivamente prefería la aldea a este sitio, a Massilla.

Los tres viajeros, tras recoger las provisiones que consideraron necesarias y montando uno de los carros más veloces del galo rubio, lograron en casi una jornada llegar a Massilla, parando un par de veces para descansar y comer.

Obélix sabía que con el alimento que tomaba no iba a quedar satisfecho ni por asomo, pero el gran galo procuró no abusar de la comida, sabiendo que de ella también dependía la joven pareja que le acompañaba. Y fue de este modo que lograron llegar hacia la tarde de ese mismo día a Massilla.

Una vez allí preguntaron por el puerto y se encaminaron hacia allí. Al llegar, Gudúrix fue a preguntar por un barco que les llevara a Roma. Mientras tanto Obélix y Aba se quedaron allí esperándole. A Obélix se le hizo raro, normalmente este tipo de acciones solía realizarlas Astérix, y él estaba a su lado en todo momento o esperando junto a Ideáfix a que su amigo regresara. Pero ahora el pequeño galo no estaba allí, y Obélix tampoco sabía qué le había podido suceder a su mascota, a decir verdad, el repartidor de menhires había estado tan preocupado por el galo rubio que apenas se había acordado de su fiel amigo de cuatro patas y era ahora en estos momentos, que también se había cuestionado lo que podría haberle sucedido a Ideáfix, pues sabía muy bien que el perrito estaba con Astérix antes de que los romanos le cogieran, así que, ¿qué le había sucedido a Ideáfix? ¿Dónde se había metido? Obélix trató de librarse de sus pensamientos, conocía muy bien a Ideáfix, y aunque era un perrito bastante pequeño en tamaño, su fiel amigo podía cuidarse solo. No había motivos para preocuparse por él. Astérix por el contrario era otra historia. Era solo un niño, pensaba como un niño y estaba en manos de un hombre cruel que no parecía tener remordimientos por apartar a un chico de su hogar, de su familia, de sus amigos... ¿qué clase de persona haría eso? Obélix estaba dispuesto a encontrar ese hombre y dejarle bien claro lo que pasaba cuando alguien se metía con los galos.

El gran galo se quedó sumido en sus propios pensamientos ante el paisaje que se extendía ante él. El puerto de Massilla estaba abarrotado de gente, Obélix ya había visto multitudes antes, aunque en estos momentos no les prestaba atención, y para colmo todavía no estaba acostumbrado a tal aglomeración de gente y esto daba como resultado que no parara de chocar con todo aquel con el que se cruzaba, y aunque intentaba ser cuidadoso teniendo en cuenta su fuerza, no siempre lograba serlo.

Ya en varias ocasiones, algunas de las personas con las que había chocado, habían terminado en el suelo maldiciendo y quejándose al gran galo por su torpeza. Cuando esto sucedía, el galo pelirrojo murmuraba una disculpa mientras ayudaba a la desventurada persona a levantarse.

Gudúrix no tardó en llegar, venía corriendo, esquivando como podía todos los transeúntes. Su rostro reflejaba una ligera preocupación. Cuando llegó al lado del gran galo y de su mujer les dijo:

"He encontrado un barco fenicio que zarpa en media hora y va directo a Roma" explicó con un tono de alegría mezclado con un toque de amargura.

"¡Eso es genial Gudúrix! ¡Por Odín!" se apresuró a decir Aba, al parecer no había advertido el toque subyacente de preocupación en la voz de su marido. Fue por este motivo que Gudúrix se apresuró a explicar:

"Sí, pero hay un pequeño problema, dicen que tenemos que pagar diez sestercios por persona, pero solo tengo veinticinco, nos faltarían al menos cinco sestercios para viajar los tres y en cuando lleguemos a Roma... seguramente tendremos más gastos allí..."

La equivocación de PanorámixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora