Capítulo 14. Decisión imposible

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Asurancetúrix llegó corriendo a la cabaña de Edadepiédrix y su señora. A él lo encontró lavando platos con su devantal puesto mientras que su mujer estaba dedicada a labores de costura. Los dos conyugues estaban hablando tranquilamente cuando el bardo apareció en la puerta. Ni que decir tiene que los dos se sorprendieron de ver al galo rubio allí de pie.

El bardo, por su parte, se sonrojó ligeramente cuando se dio cuenta de que los dos le miraban con desconcierto. Pero se recuperó pronto de la embarazosa situación en la que se hallaba y procedió a cumplir la orden del jefe de la aldea.

"Buenos días señor y señora Edadepiédrix" saludó amablemente Asurancetúrix. No quería parecer descortés y hacer que la pareja que estaba ante él se sintiera incómoda, pero sabía que el tiempo era oro y no podía malgastarlo innecesariamente.

"Buenos días muchacho, ¿qué es lo que te trae por aquí?" preguntó el señor Edadepiédrix cuando se recuperó él mismo de la ligera sorpresa que le causó ver al joven bardo allí de pie frente a él.

Su mujer también parecía sorprendida y desde que el bardo apareció en la puerta, dejó de lado sus actividades de costura y su mirada iba saltando continuamente entre su marido y el recién llegado, esperando ver qué era lo que estaba pasando y cuál era el motivo de su visita. Con sinceridad, le costaba comprender lo que podía llevar a que alguien como Asurancetúrix precisamente les visitara. No era que el joven bardo le fuera antipático, era solo que el músico prefería estar solo la mayor parte del tiempo para "componer" sus obras musicales, y su relación con los demás aldeanos era más bien... escasa. Por su supuesto, si se encontraba con alguien le saludaba, pero Asurancetúrix no solía ir a visitar a los demás aldeanos a menudo, simplemente, no era su modo de actuación habitual.

El hombre rubio por su parte miró al Edadepiédrix olvidando momentáneamente el cometido que le había llevado hasta allí.

"Esto yo..." comenzó a decir Asurancetúrix, entonces negó con la cabeza. No, no podía pasar más tiempo del estrictamente necesario allí. Debía volver cuanto antes a la cabaña de Abraracúrsix. Así que le dijo al hombre de túnica azul y pantalón blanco:

"Nuestro jefe desea verte Edadepiédrix"

El galo mayor soltó el plato que estaba a medio fregar y este cayó dentro del cuenco lleno de agua, salpicando gotas sobre el devantal que cubría sus ropas. Miró aún más sorprendido al galo más joven y preguntó:

"¿A mí? ¿Por qué?"

El bardo pareció impacientarse y de hecho, se estaba poniendo un poco nervioso, por lo que por toda respuesta dijo:

"El motivo... mejor cuando estemos ante él, pero debemos darnos prisa" se apresuró al interior de la cabaña y agarró la manga de Edadepiédrix instándole a ir con él. El galo mayor por poco tropezó sobre sus propios pies sorprendido por el repentino tirón, pero de algún modo consiguió mantener el equilibrio mientras decía:

"Sí, sí, ya voy"

Pero la actitud del bardo, así como la respuesta de su marido parecieron no agradar a la señora Edadepiédrix quien de inmediato se levantó con el ceño ligeramente fruncido, detestaba sentirse excluida de los planes de los hombres de la aldea, y más aún si en ellos estaba involucrado su marido. Tratando de ocultar la preocupación que se había despertado en su interior, les dijo a los otros dos presentes:

"Espera Edadepiédrix, primero debes acabar de fregar los platos"

El bardo miró a la mujer castaña, se estaba comenzando a sentir un poco desesperado, como si llevara una eternidad en esa cabaña aunque en realidad no hacía ni diez minutos que había salido de la cabaña de Abraracúrsix. ¿Por qué tal sentimiento de apresurarse? Él no lo sabía, sólo... sentía en su interior que si no se daban prisa, algo malo podría suceder, y ese sentimiento le atormentaba.

La equivocación de PanorámixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora