Strawberries and cigarettes

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Día 3: Strawberries

Día 3: Strawberries

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23 de octubre, 1953

¿Recuerdas cuando nos conocimos?
Dijiste "enciende mi cigarrillo"

Sentado en las escaleras de la entrada de su hogar Eijiro fuma un cigarrillo buscando relajarse tras haberse pasado la tarde entera haciendo tareas. ¡No fue ni al gimnasio por terminar un proyecto!.

El frío del otoño calaba en la piel, en su cuarto no hacía tanto pero por la misma razón que saldría a despejar su mente optó por colocarse su fiel chaqueta negra de piel encima de la blanca camisa que se ceñía a su torso. El joven de ahora dieciocho años contemplaba la estrellada noche embelesado con la grandiosidad de la luna y las estrellas.

Fue entonces que una voz, la cual al principio se escuchaba lejana, le llamó.

—Hey —volvió a insistir el extraño logrando así regresar a Kirishima de su trance—. Te digo que enciendas mi cigarrillo, cabeza hueca —insistió un rubio frunciendo el ceño, luciendo bastante fastidiado y altanero como para pensar que en realidad estaba pidiendo un favor.

—Oh, claro —finalmente respondió dejando de prestar toda su atención en el cielo nocturno encontrando así un universo entero en la intensa rojiza mirada que el cenizo le dedicaba. Sin ser capaz de soltar otra palabra sacó su encendedor prestándoselo al desconocido, mismo que una vez logró su cometido arrojó el objeto de regreso a su dueño siguiendo su camino como si nada hubiese pasado.

Un impulso tonto y repentino nació en Kirishima de ir tras aquel enigmático hombre. Como si sus pies cobrasen vida propia se desplazó con agilidad dentro de su casa donde sus padres disfrutaban tranquilamente de la cena, al verle un poco sonrojado y agitado le miraron con extrañeza esperando alguna explicación sobre el porqué su hijo buscaba las llaves de la morada y se llevaba su cartera.

Así que le mentí a mamá y papá
Salté la cerca y corrí

—Regreso enseguida, olvidé que debía comprar algo —soltó no muy convencido rascando su nuca y sonriendo para fingir inocencia. Aquella explicación pareció ser suficiente para la pareja de adultos, pues sus miradas regresaron al platillo convencidos de que su hijo no haría nada estúpido.

Los pasos resonaban en el pavimento, corrió lo más rápido que pudo en dirección a donde él creía, se había marchado el joven. Doblando por una calle le halló, soltando mil y un maldiciones.

—Parece que tienes un problema —inquirió con un deje de timidez en su tono al hablar. Usualmente no era así de nervioso, pero algo en el contrario le incitaba a ser más prudente al hablar.

Luego de ser asesinado con la iracunda mirada ajena y presenciar cómo el sujeto hacía el mayor esfuerzo por calmarse al menos un poco tomó la decisión de tomar asiento en la banqueta. Minutos después se le unió el rendido muchacho que suspiró con resignación.

Kiribaku week 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora