Una carta sin destino

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Luego de despedirme de Sara, entré a la casa nuevamente con el cuaderno que me había prestado. De regreso en la habitación, me senté sobre la cama y, antes de guardar el cuaderno, quise hojearlo para ver qué tanta era la información que debía transcribir. Al sostenerlo noté que la contraportada se abría sola, así que me dispuse a revisar la parte final para ver a qué se debía. La última hoja estaba llena de garabatos y la penúltima se encontraba doblada en forma triangular. Desdoblé la hoja para que la contraportada no se elevara más. Había algo escrito y, movido por la curiosidad, comencé a leer:

Ya no lo soporto más. Estoy cansada de ti. Estoy harta de tu sonrisa mentirosa, de esos abrazos que tanto me enferman. Estoy harta de ver cómo tu cuerpo maldice incluso al más noble de los chicos.

Pretendes ser mi amiga, pero destruyes mi mundo como nadie más. Me arrebatas mis más grandes metas y anhelos, y te robas incluso lo que me pertenece debajo de mis narices. Te has robado a mi familia y me has hecho huérfana; te has robado a mis amigos sin dejar siquiera uno; sin fallar una sola vez, has hecho caer en tus redes a cada chico en el que me he fijado desde que empezamos a estudiar juntas en el tercer año de la primaria. Y lo peor es que actúas como si no te dieras cuenta, como si no te costara esfuerzo, o como si ni siquiera te interesara nada de ello.

Has acaparado la atención de todos y parezco destinada a permanecer bajo tu sombra. Estoy cansada de ti, me estorbas desde que tengo memoria. Me hacen falta fuerzas para odiarte y no descansaré mientras sepa que eres feliz.

No te acerques. No pretendas ser mi amiga. No quieras parecer buena frente a mí. ¿De verdad quieres hacer algo por mí?... Hazme un favor: Desaparece.

No podía creer lo que había leído. Bueno, más bien no podía creer dónde lo había encontrado. ¿Acaso había sido Sara la autora de esas palabras? No podía ser verdad. Sin embargo, ese era su cuaderno, esas eran sus letras...

¿Por quién podría sentir Sara tal aversión? ¿Acaso... por Gabriela? Cerré los ojos y sacudí mi cabeza en rechazo a una idea tan absurda. Gabriela parecía llevarse muy bien con Sara... ¿O acaso Sara solo actuaba como si se llevara bien con ella intentando ocultar tan viles y patéticos sentimientos? No podía aceptar que fuera cierto, Sara no era esa clase de persona. Siempre me había mostrado una vida digna de una verdadera cristiana, y el que estuviera guardando sentimientos tan profundamente amargos hacia alguien, mientras que con hipocresía fingía ser su amiga, me parecía inconcebible.

Cerré el cuaderno con rapidez nerviosa. Decidí asumir todo aquello como un malentendido. Tal vez se trataba del algún fragmento que Sara había anotado para una de sus novelas o algo parecido. No tenía caso volver a pensar en ello. Metí el cuaderno en mi mochila y me dispuse a seguir ensayando con mi guitarra. Sin embargo, aquella cuestión seguía dando vueltas en mi cabeza y seguramente a partir de ese día lo haría cada vez que las viera juntas a las dos.

Ojalá nunca hubiera leído aquel escrito. Ojalá nunca hubiera desdoblado ese papel. Ojalá nunca hubiera sostenido en mis manos aquel cuaderno.

Lo que dicta el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora