Un oscuro viernes

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Sentía un fuerte dolor de cabeza cuando desperté. Al abrir mis ojos y mirar alrededor me percaté de que me encontraba en una habitación de hospital. Papá estaba sentado junto a mí. Le pregunté qué había sucedido. Sin muchos detalles, me explicó que había sufrido un accidente automovilístico. Luego me sugirió descansar un poco más; eran apenas las siete de la mañana. Lo obedecí y rápidamente logré conciliar el sueño.

Eran las tres y media de la tarde cuando volví a despertar. Papá ya no estaba. En su lugar, sentado a mi lado, se encontraba Álex; descansando la frente sobre sus antebrazos, que apoyaba en el borde de la cama. Hice un intento de sentarme, pero un agudo dolor de hombro me obligó a retornar a mí petición. Siendo avisado por el movimiento de la cama de que había despertado, Alex levantó la cabeza inmediatamente.

–Will... ¿Cómo te sientes? ¿Estás bien? –preguntó.

–Sí, eso creo –contesté estrujándome la cara–. Hace un rato tenía un fuerte dolor de cabeza, pero ya disminuyó.

Volví a hacer el intento de levantarme, está vez teniendo más cuidado de mi hombro, y tiré de las sábanas que tenía encima para descubrir mi pierna enyesada.

–Papá dijo que tuve un accidente –dije mientras contemplaba mi pierna–. ¿Cómo fue eso?

–Fuiste atropellado no muy lejos de casa. Te fracturaste la pierna y te dislocaste un hombro pero, gracias a Dios, el doctor dijo que estarás bien –explicó–. Ocurrió el viernes en la noche luego de tu cita con Gabriela.

Al escuchar a Álex implicar en esa frase mi relación con Gabriela, mis ojos se ensancharon. No pude suprimir una cara de desconcierto. Luego fruncí el seño y, sin dejar de verlo, giré un poco el rostro huyendo de su mirada.

–¿Cómo lo...? –intenté cuestionar, pero con demasiada precaución como para lograr terminar mi pregunta.

Álex me miró un momento sin entender el motivo de mi confusión, pero luego pareció haberlo comprendido.

–Nosotros... hablamos sobre eso el viernes antes de salir. ¿No lo recuerdas?

Luego de hacer un intento, negué moviendo la cabeza.

–¿Hay algo más que no recuerdes?... ¿Qué es lo último que recuerdas? –preguntó Álex.

–Bueno, el martes nos visitó tía Esther... el jueves fue el cumpleaños de papá... Creo que eso es todo.

–Eso fue hace poco. Al parecer no olvidaste demasiado –dijo.

Al mirar a un lado, noté una tarjeta sobre la mesa pequeña que estaba junto a la cama. Álex siguió mi mirada hasta verla también, y entonces me la alcanzó.

–La dejaron tus amigos de la escuela –explicó Álex–, estuvieron aquí hace un momento. En realidad, justo acaban de marcharse.

Aprecié la tarjeta con un poco de melancolía. Estaba firmada en nombre de mi sección del instituto y expresaba el deseo de todos de que mejorara pronto. Deseé haber despertado un poco antes, sobre todo ante la posibilidad de que Gabriela hubiera participado de aquella visita. Seguro que ella debía estar muy preocupada.

–¿Habrán salido ya del hospital? –pregunté.

–Escuché a algunos decir que debían ir al baño, es posible que aún no se hayan ido –contestó mi hermano–. ¿Quieres que vaya a ver? ¿No te encuentras cansado?

–En realidad me siento de maravilla –respondí levantando la vista hacia él.

Álex asintió y, levantándose del asiento, salió de la habitación apresuradamente.

Lo que dicta el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora