"El hombre hace planes y Dios ríe."

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Beth

Hambre, muero de hambre. Llevo sin comer alrededor de doce horas y me estoy muriendo de hambre y sed, quiero agua.

No tengo idea de qué hora es, sólo sé que llevo demasiado tiempo en esta silla, las cuerdas me están lastimando y mi cuello tiene gotas de sangre gracias a la herida que me ha hecho, aunque no fue gran cosa. Los ojos se me cierran pero me es incómodo dormir, no puedo hacerlo. Me trato de mover un poco pero lo único que logro es lastimarme más. Cuando por fin encuentro acomodarme de alguna forma sobre la silla de madera escucho un ruido el cual me hace despertarme.

—Espero que hayas dormido bien.—su voz burlona resuena en el espacio, levanto la mirada y un mechón de pelo tapa la mitad de mi rostro, tengo un terrible aspecto.

El no demuestra lo contrario, parece no haber dormido ya que sus ojos fríos tienen unos pequeños círculos negros y están rojos, pero no pareciera que fuese porque se ha drogado, si no por estar cansado. Lleva una gorra negra tratando de ocultar su cansancio y al parecer solo se ha cambiado de ropa, tiene unos jeans y una camisa con las mangas arremangadas a los codos color gris oscuro.

—Agua.—es lo único que logra salir de mi boca, no puedo ni si quiera hablar. Termina de bajar las escaleras y me mira con expresión divertida, tiene un cigarrillo en sus manos. ¿Cuantas cajas se fuma a diario?

—La pequeña zorra quiere agua.—dice con burla, demostrando sin esfuerzo alguno el tono de arrogancia.

—Por favor.

Se da la vuelta y se dirige hacia un mesón viejo, toma un pote plástico y se dirige a una llave llenándolo, en momentos normales jamás tomaría de esa agua pero me estoy muriendo de sed.

Se da la vuelta y camina hacia mí. Extiende su mano para dármela pero no lo hace, sin embargo me tira el agua congelada en toda mi cara.

—No seas idiota.—dice sentándose en su silla frente a mi. Le fulmino con la mirada pero me mantengo en silencio.

—¿Qué hora es?—cuestiono.

—Las seis.

—Debo estar a las doce en la academia.

—¿Acaso me crees tú sirviente, pequeña?

—No.—murmuro y me callo, no puedo hablar más, si lo hago moriré.

—Bien.—dice y se queda en silencio mirándome mientras fuma su cigarro, quiero hablar pero no tengo fuerzas para hacerlo, no he dormido ni un solo minuto, no como desde las dos del día pasado y la clase como tanto Segal, me han agotado demasiado. —¿Hoy no tienes nada con que divertirme?—habla llamando mi atención.

—Debo ir a la entrevista.

—¿Sabes que eres un gran dolor en mi culo?

Niego con la cabeza. Se levanta y se acerca a mí tirando la colilla al suelo, saca un cuchillo de su bolsillo y me estremezco pero no me lastima. Suspira.

—Si haces el mínimo intento de escapar, te juro por dios que te asesino sin piedad alguna.—dice sin mirarme. No hago nada, solo lo observo confundida.

Se inclina y corta las cuerdas que amarran mis tobillos, arde un poco pero siento como el dolor se desvanece. Luego se levanta y corta la cuerda de mis muñecas, las coloco hacia adelante mientras le doy unas pequeñas vueltas para aliviar el dolor y puedo ver algunas pequeñas marcas en ellas y los tobillos.
Quiero escapar, sin embargo no me muevo, levanto la mirada para verlo.

—Gracias.—digo, él ha caminado hacia el mesón y esta de espaldas encendiendo un cigarrillo, otro más. No responde, ni voltea. Me voy a levantar pero su voz no me deja hacerlo.

Shades Of Cool {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora