La carta de Zafiro

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Una vez más le pedí a mi abuela que me contara mi historia favorita antes de ir a dormir, y así lo hizo, sacaba de nuevo aquella carta vieja que tanto añoraba, guardada en una cajita hecha con piedras esmeraldas de un color verde hermoso. Estaba en mi cama escuchando con atención la historia que nunca me arrepentí de escuchar, la carta de mi tatarabuela Zafiro.

Yo no provenía de ese extraño lugar, un lugar donde me despertaba cada mañana en una capsula transparente en medio de un hermoso y gigantesco bosque lleno de criaturas fantásticas nunca vistas en el mundo real, pero ahí estaba yo acostumbrada y entendiendo que ese era realmente mi lugar.

Todo cambio cuando me di cuenta de la verdad que ocultaban las sombras. Lo llamaban el lago de la verdad, era un lago dorado que como dice el nombre, podía revelarte cualquier verdad aunque esta nunca quisiera ser rebelada. Pero no todo era tan fácil, para poder usarla debes tener un corazón puro, un corazón careciente de rencor o cualquier sentimiento parecido que contenga odio alguno.

Así que sabiendo que este existía según los rumores, emprendí un viaje que me hizo ver cosas realmente impresionantes, todo a mí alrededor era extraño pero a mi poco me lo parecía ya que ese para mi acabó siendo el entorno más común. Supe la verdad, yo provenía de una raza llamada humanos, ya nada podía ser más extraño para mí en aquel entonces.

Busqué respuestas por todas partes, acudí a la raza más inteligente que conocía viva en aquel lugar o mundo, eran los elfos. Unos seres muy pequeños que tenían un aspecto feúcho y bastante aterrador, pero en cambio tenían una inteligencia superior a los demás seres, incluida yo, la única que no pertenecía a ninguna raza de las que había.

Los elfos tenían prohibido pasar conocimientos a otras razas que no fueran la suya, aun así yo conseguí hacerme muy amiga de uno de ellos, él parecía diferente a los demás, parecía ser más divertido y parecía querer saltarse las normas alguna vez. Finalmente terminó por contarme que yo no era de allí, yo había nacido en otro mundo, y la gente la cual tenía que hacerse cargo de mí, me abandonaron sin más por alguna desconocida razón.

Hasta donde aun recuerdo, yo siempre había vivido al margen de otras razas, me escondía y me alimentaba de las sobras o los frutos que daban los enormes arboles coloridos como el mismo arcoíris. Eso sí, tenía que darme prisa ya que si no los cogía desprevenidos, los frutos escapaban. A todo eso, espabilándome sobreviví en ese extraño lugar y sin necesitar saber ninguna respuesta, así fue hasta que cumplí los 12 años.

En ese entonces, mi amigo elfo, después de contarme la verdad pudo afirmarme que realmente había una manera de contactar con el mundo de los humanos, el otro mundo. Él nunca me contó la manera de hacerlo, ya que había cierta línea de saltarse las normas más prohibidas que le era imposible travesar.

A la mañana siguiente ya estaba preparada, sabía lo que me esperaba y estaba lista para hacerlo, antes de eso, tuve la despedida más dura de toda mi vida. Había sido mi mejor amigo, y no solo eso, era el único ser que no se hacía a un lado cuando me veía travesar el sendero hacia ciudad elfo, era como un familiar para mí. No sentí absolutamente nada, y no recuerdo nada de lo que pasó después de aquel entonces, pero aquí estaba yo, en el mundo real.

En este mundo al que a todos nosotros ahora nos parece normal, hay una manera, una posibilidad de poder viajar a un mundo distinto al nuestro, a un mundo donde la magia y las criaturas de los cuentos sí que existen, pero que hasta ahora nunca ha sido revelado.

Con amor, para Elizabeth.

Cuando mi abuela terminó la historia una vez más me quedé sin palabras, tenía sudor frio por todo el cuerpo pero no era para nada porque había sufrido una mala experiencia, más bien lo contrario. Me di cuenta de que la frágil mano de mi abuela temblaba sin detención, ella también se había emocionado.

Mi abuela siempre me contaba esa misma historia ya que desde la primera vez que la oí fue mi favorita. No sé si alguna vez terminé de creerme que realmente mi tatarabuela Zafiro había sido la que había escrito esa carta para su hija basándose en la realidad, aun así adoraba oír ese punto de vista e imaginar y reflexionar sobre si realmente aquello podía ser verdad.

-Abue, la carta que escribió ella es tan impresionante...realmente yo creo que era una persona muy aventurera y que haber podido volver al mundo real debió ser algo muy complicado, la tatarabuela Zafiro era digna de admirar.-

La niña abrazó a la anciana con fuerza para que esta pudiera notar realmente que ella estaba a su lado y que creía lo que decía. La abuela sonrió satisfecha por el amor que le mostraba su querida nieta y aunque nunca hubiera podido conocer a su madre, ella sabía que lo que decía la joven era verdad. Pues Elizabeth no era nadie más que ella.

FIN


La carta de ZafiroWhere stories live. Discover now